viernes, 21 de diciembre de 2018

Jane Eyre. Novela y Teatro

Siempre que tenemos ocasión a Pepi y a mí nos gusta hacer una pequeña escapada juntos e ir a disfrutar de una obra de teatro, por eso estamos siempre atentos a las temporadas de los teatros cercanos, especialmente las del Teatro Cervantes, que es probablemente el teatro con más solera de la provincia de Málaga.

Esta temporada la obra que se ajustaba mejor a nuestro gusto y al calendario era una adaptación de la obra de Charlotte Brönte, Jane Eyre. Hacía tiempo que Pepi tenía ganas de ir a ver una obra clásica y a mí siempre me han atraído los clásicos, por eso en mi visita a la capital el septiembre pasado, me acerqué por la librería Méndez en plena Calle Mayor y allí me compré la edición de bolsillo en la editorial Peguin de Jane Eyre. Mi intención era leerme la novela antes de ir al teatro.

Comencé a leer la novela, pero mi propósito de acabarla antes de la fecha de la obra de teatro fue cambiando. Decidí que lo mejor era no terminarla, que era probar una nueva forma para mí de acudir a una representación teatral. Comencé a leerla, sí, avancé por sus capítulos pero dejé de leer justo antes del final, quedando solamente un par de capítulos. El objeto era poder mantener la sorpresa del final pero al mismo tiempo poder seguir la representación con el conocimiento de haber leído la novela, o casi.Y lo cierto es que me agradó el resultado.  Fui comprobando los enormes saltos de capítulos que se daban en la obra. ¡Qué complicado debe ser cortar o eliminar capítulos y mantener lo esencial del núcleo! ¡Ir limpiado y desnudando un texto de lo superfluo e innecesario! Evidentemente en los días siguientes de la representación acabé de leer la novela.

Un libro, salvo raras excepciones, siempre alcanza algo más allá de lo que lo hace una adaptación a teatro, por razones obvias.  A una novela, y más a una extensa, lo normal es dedicarle más horas que a una obra de teatro. El autor nos ha tenido a su disposición más horas, y ha podido mostrarnos más matices, descripciones e incluso ha podido ir y venir, pasear, dar un rodeo o situarse de espaldas a lo que pretenda mostrar. Puede jugar con el lector, llevarle de la mano, incluso mecerlo. Es otro concepto.

La obra teatral me gustó mucho. Dos horas sin intermedio. Ariadna Gil se encargó del complicado papel de Jane Eyre, y bueno, no era lo que me esperaba. En cambio me encantó el papel de Abel Folk. La música fue interpretada en directo por un piano y un violonchelo. ¡Qué fuerza tiene la música en directo! Al finalizar estuve un buen rato aplaudiendo en pie desde mi butaca.

viernes, 14 de diciembre de 2018

The Kleejoss Band en el Louie Louie

Pocos días después de haber aterrizado, casi sin haber desecho aún las maletas, me esperaba un concierto en el Louie Louie y además uno del que llevaba bastante tiempo esperando. The Kleejoss Band es una banda de rock sin tonterías que vienen tocando juntos varios años ya desde tierras zaragozanas. Si no los conocen estoy seguro que deben estar cometiendo varios pecados de los gordos, casi mortales diría yo. Y no es sólo por sus discos de estudio, que son brutales, es que sus directos son una auténtica barbaridad.

En el Louie Louie dieron un conciertazo de los que quedarán en el recuerdo. Llevo ya unos cuantos conciertos encima y éste es uno de esos que merecen el precio de la entrada casi cuando no han llegado ni a la mitad del concierto.

Fuimos al Louie Louie mi vecino, mi cuñado y yo como vamos muchas veces, a ver un concierto de rock, compartir unas cervezas con unos amigos y a pasarlo bien, la música en directo me produce un efecto comparable con pocas cosas. Apenas comenzó el concierto ya todos sabíamos que íbamos a disfrutar de lo lindo.

Me gustaría señalar que el Louie Louie está a una hora en coche desde casa. Una hora para llegar y una hora para regresar. A eso hay que sumar que hay poca puntualidad y que la mayoría de las veces que vamos nos toca cenar fuera. Quiero señalar también con esto que no es una cosa para hacer a diario, y que tengo que elegir bien las escapadas que hago, y las veces que dejo a mi mujer en casa con los niños para irme a un concierto. En esta ocasión no tenía duda ninguna. Y acerté.

Han ganado un fan conmigo, y desde ya estoy atento a sus conciertos y deseando que vengan de nuevo y a ser posible pronto. Y según nos dijeron con disco bajo el brazo.


lunes, 10 de diciembre de 2018

Dublín. Día 3

Nuestro tercer y último día en Dublín también comenzó temprano, aunque no tanto como lo hicimos el día anterior. El cielo estaba completamente despejado y había una temperatura estupenda para descubrir la ciudad. Antes repetimos el desayuno irlandés contundente y seguidamente nos acercarnos al centro en autobús, pero en esta ocasión bajamos en una parada en O'Connor, cerca de The Spire. La idea era visitar St Mary's Pro Cathedral y justo después The Clock Tower.

Primero visitamos la procatedral que en varios sitios que había consultado por Internet recomendaban su visita y la verdad es que fue un acierto. Es un templo que está inspirado en la arquitectura griega a la par de la romana, y mantiene perfectamente incorporados ambos estilos. Me agradó la visita y a los niños les gustó verla desde el interior. No parecía tan grandiosa desde fuera, decían. Todo muy armonioso y equilibrado. Sencillamente bella.

Justo en frente de la fachada principal de St Mary's, cruzando una calle, está La Torre del Reloj, pero a medio camino, en una amplia zona ajardinada, hay una escultura de una mano enorme, titulada The Wishing Hand. A los niños les gustó mucho la escultura y quisieron posar para unas fotos, a mí, en cambio, me atraía más la que hay de James Joyce justo girando dos calles más allá, en una perpendicular a O'Connell. ¡Algún día tendré que leer Ulises!

Continuamos nuestro paseo de descubrimiento por Henry St, donde había una especie de mercadillo navideño. Es una calle muy comercial y nos encontramos con muchas zapaterías. Continuamos hasta The Church Café, que es una iglesia que hoy día es un café-bar. Esta zona estaba llena de comercios de todo tipo, no sólo dedicados al turismo. Precisamente allí, en una especie de franquicia de artículos de regalos, Carrolls Irish Gifts, compramos unos cuantos recuerdos para llevar a casa. Finalmente cruzamos el río Liffey por Millennium Bridge pues la idea era acercarnos a The Temple Bar y tomar algo, para poder visitarlo por el interior. Yo me tomé un pequeño whiskey de malta de 12 años elaborado por ellos, solo, sin hielo. Muy dulzón.

El local es más espacioso de lo que parece desde el exterior, e incluso tiene un patio interior calefactado donde se puede fumar sin salir del local. Supongo que será algo muy socorrido para los fumadores en días de lluvia o mucho frío, es decir, casi siempre menos en verano. En cada mesa había una caja de cerillas y de música de fondo estaba sonando Van Morrison. Como era diciembre el local estaba decorado con adornos navideños y esto le proporcionaba al conjunto un ambiente más acogedor si cabe. Miguelito se fue muy contento porque precisamente allí, en Temple Bar aprendió a encender cerillas por primera vez en su vida en el rato que estuvimos allí.

Todo el barrio está decorado con muy buen gusto. Las calles adoquinadas, los interiores forrados de madera, los barriles, la decoración navideña, todo ayuda a producir  un clima acogedor y hogareño. Dan ganas de sentarse en una de sus mesas, pedir una pinta de Guinness y dejar pasar el día mientras se charla con música de fondo.

Recorrimos todo el barrio, con tranquilidad, disfrutando del paseo hasta llegar a Merrion Square y acercarnos a la vivienda en la que vivió muchos años Oscar Wilde, y también a la famosa escultura con la figura del escritor que hay ubicada en la esquina a la entrada del parque. 

Desde el parque de Merrion Square fuimos paseando hacia St. Stephen's Green. Accedimos a la altura del prestigioso hotel The Shelbourne. Habíamos postergado nuestra visita a St Stephen's Green tras consultar las predicciones meteorológicas e hicimos bien, porque esa mañana era una delicia pasear por el parque. Hay un gran lago, con su puente de piedra, patos y aves acuáticas y sobre todo grandes árboles. Me encantaría tener conocimientos en botánica y saber reconocer los distintos árboles, sus hojas, sus orígenes y características principales.

No muy lejos de allí estaba la casa, hoy residencia privada, donde vivió Bram Stoker, uno de los más afamados escritores del mundo, autor de Drácula, además de amigo personal de Oscar Wilde. Nos acercamos a verla y contemplamos que sólo quedaba una gastada placa que señalaba el lugar.

Teníamos reservada una visita guiada en Kilmainhan Gaol, que es una cárcel situada al oeste de Dublín, famosa por haber jugado un importante papel en la historia de Irlanda. Como íbamos justos de tiempo nos acercamos en taxi. La visita fue en inglés (o debería decir irlandés), y para los niños fue algo complicado porque no entendían las explicaciones pero como el lugar era un tanto peculiar, lo sobrellevaron bastante bien.

Preguntamos al guía por un sitio cercano donde almorzar comida local de buena calidad y de buen precio y nos recomendó uno que estaba allí cerca, el Patriot's Inn, donde tomé un fish & chips estupendo. Aquí cayó la última pinta de cerveza del viaje. El viaje llegaba a su irremediable final. Transporte público hasta el hotel, recogida de equipaje, y en taxi al aeropuerto. Un viaje inolvidable por los cuatro.

domingo, 9 de diciembre de 2018

Dublín. Día 2

Me asomé por la amplia ventana de la habitación del hotel y todavía era noche cerrada. Llevaba con los ojos abiertos como platos más de una hora y aún quedaba otra hora larga antes de que sonara el despertador. En los viajes suelo despertarme pronto. Soy así. Supongo que son mis nerviosas ansias por descubrir ciudades y por aprovechar el tiempo.

Desayunamos el típico british breakfast en el hotel, abundante y reconfortante. De nuevo el autobús nos llevó al centro pero bajamos unas paradas antes porque quisimos comenzar nuestra visita desde otro sitio punto distinto de la ciudad.

Nuestra primera visita prevista era la iglesia de St. Joseph's. Llegamos pronto pero ya estaba abierta, junto a su jardín estaban preparando una especie de rastro benéfico, pero pudimos acceder sin ningún problema. Su exterior es imponente, piedra granítica de gris plomizo, a un costado de la fachada sobresale un robusto torreón que sirve de campanario. Ángulos rectos, esquinas engrosadas por pilastrones y cubiertas vertiginosas de pizarra a dos aguas. Templos religiosos casi como fortalezas de reyes. El interior es coqueto y acogedor con una envolvente luminosidad vidriada.

A pocos pasos de St. Joseph's Church está Blessington Park, pero como aún era temprano estaba cerrado.  Desde el exterior de la verja pudimos ver The Lodge, que es pequeña cabaña que hacía las veces de vivienda para el encargado de la antigua dársena que existía en ese lugar. Blessington Street es una calle típicamente irlandesa, con las fachadas de ladrillo visto, con amplias ventanas de palillería correderas en vertical con puertas de entradas de colores adornadas de dos pilares a sus lados y un arco de medio punto sobre ellas. La imagen que todos tenemos grabada en nuestra memoria visual de una típica vivienda irlandesa.

No muy lejos de allí está la hermosa Abadía Presbiteriana, que precisamente estaban restaurando la aguja de la torre del reloj. Junto a la Abadía, adosada a su izquierda, está el Museo de escritores dublineses. Todo permanecía aún cerrado. Cruzando la calle está el Parque conmemorativo a las personas que perdieron su vida en la causa Irlandesa, Garden of Remembrance.  Rodeamos el parque y en una corta y silenciosa caminata llegamos hasta la entrada del James Joyce Centre, un museo para promover la comprensión de la vida y la obra del famoso novelista irlandés. También permanecía aún cerrado. Pero no nos importó porque tampoco era nuestra intención visitarla. Aparte de no disponer de mucho tiempo, a los niños no creíamos que les iba a gustar, aunque tal vez sí, porque la visita se realiza en el interior de una antigua casa de estilo georgiano del siglo XVIII. 

Giramos en la esquina del Teatro Nacional, en el que por lo visto había una exposición de dinosaurios. Por detrás y al fondo se atisbaba el hospital Rotunda, donde nació Bono, cantante de U2. Bajamos por O'Connell Street, una de las calles más famosas de Dublín, hasta llegar a The Spire, considerado el monumento más alto del mundo con sus 120 metros de altura. Tendrán que estirar el cuello si lo quieren ver completo. Oficialmente es el Monumento a la Luz, pero todo el mundo lo conoce como The Spire (La Aguja).

Bajamos O'Connell hasta cruzarnos con el río Liffey, giramos por Bachelor's Walk, para caminar junto al río para cruzarlo por Ha'penny Bridge, donde inevitablemente nos hicimos unas fotos, al igual que en el pasadizo del Merchant's Arch, en el que imitamos una vieja foto que se hicieron U2 en sus comienzos. Fue gracioso. Nos acercamos a The Temple Bar, para contemplarlo a luz del día. Aún era pronto para tomarse una pinta, y además ya empezábamos a tener prisa porque habíamos quedado para realizar una visita guiada a pie desde la plaza junto al City Hall.

Llegamos con tiempo para identificarnos y comenzar la visita. Iniciamos nuestro paseo guiado por el centro de Dublín desde el Castillo, y allí, en mitad de la gran plaza, nuestro guía nos resumió en pocos minutos la historia más relevante de Irlanda y especialmente la de Dublín. Lo hizo de una manera amena y divertida, y creo que hasta los niños se enteraron bien. Visitamos el jardín que hace años era una laguna negra y que dio nombre a la ciudad. Admiramos el torreón medieval y nos explicó parte de su tremenda historia.

Rodeamos el castillo hasta pasar junto a la coloridas fachadas que dan al sur. El guía preguntó si alguno de nosotros había estado alguna vez en el Palacio da Pena, en Sintra. Los niños levantaron la mano orgullosos de conocer el sitio que se les mencionaba. Lo cierto es que hay cierto parecido y el guía nos explicó que no era simple casualidad, sino que el arquitecto había sido el mismo y gustaba de dejar su colorido sello, aunque este es un punto que aún no he podido confirmar.

Giramos bajo un puente por un camino peatonal, en cuya entrada había una placa en honor a Jonathan Swift señalando que una vivienda cercana, ya derruida, nació el gran escritor irlandés. Al final del camino, subiendo tramos de escaleras, y girando a la izquierda llegas a Christ Church, y en frente  Dublinia, con su curiosa unión, en forma de puente cubierto sobre la carretera. El conjunto es formidable.

A un lado de Christ Church hay unas marcas de dibujo sobre el piso de lo que fue una construcción vikinga. Los restos se encontraron en unas obras, se depositaron en otro lugar, y han querido dejar, para hacernos una idea, de lo que era un asentamiento vikingo. Curioso.

El guía por petición popular decidió que era el momento de hacer una parada de necesidad y nos llevó a un lugar no muy lejos de allí, en Temple Bar donde a un lado de la acera había un Gastrocafé,  donde al parecer servían buen café y buen té, y al otro lado un Pub, Badbobs, donde servían estupenda cerveza. Doy fe.

Continuamos nuestro redescubrir de Temple Bar camino de St. Andrew's Church, junto a la que está una de las más famosas esculturas de Dublín, si no la que más: Molly Malone. Nuestro guía nos contó varias de las leyendas que existen alrededor de la figura de tan afamado personaje y así dio por finalizada su visita, no sin antes ofrecernos varias recomendaciones de lugares "auténticos" para almorzar, pero aunque eran las tres de la tarde, aún no teníamos apetito y decidimos visitar la Catedral de San Patricio antes de que cerrase.

En un agradable pase de un cuarto de hora nos plantamos en el parque que hay localizado junto a Saint Patrick's Cathedral, en el que habían instalado una especie de pequeña exposición infantil alrededor del cuento de Jonathan Swift, Los viajes de Gulliver.

Hay mil leyendas alrededor de la creación de la catedral, y de su origen y de cómo San Patricio en un pozo que había situado allí mismo bautizaba a los paganos para convertirlos en cristianos. La historia como ocurre tantas veces está entre las tinieblas de la realidad, pero lo que sí parece cierto es que la actual catedral terminó su construcción en 1270. Ha llovido. Y más allí en Dublín.

La Catedral de San Patricio es bonita, distinta a lo que estamos acostumbrados. Para empezar a mí me llamó la atención el suelo, que es de coloridos mosaicos con decoraciones de símbolos celtas en muchos casos.

Una de las primeras cosas que te aprendes de la Catedral de Dublín es que existe una larga tradición musical en ella y que fue allí donde se presentó el Mesías de Handel por primera vez. El coro de la catedral es famoso y aún sigue cantando misa diaria. Cuando nosotros accedimos a la catedral estaban ensayando. También contemplamos el busto y el epitafio de Jonathan Swift que está enterrado allí. En el reducido cementerio que hay junto a los muros de la catedral se pueden ver lápidas con cruces celtas descubiertas en el siglo XIX.

Decidimos ir a uno de los pubs que el guía nos había recomendado, O'Neills, que estaba en la acera de en frente de la escultura de Molly Malone. Dimos un pequeño rodeo para llegar pues no queríamos volver por las calles que habíamos recorrido antes, la idea era ver cosas distintas-

O'Neills fue un acierto. Mucha variedad, buena cantidad y un precio adecuado. Era un self service, te ponías en cola, decías lo que querías, pagabas, esperaban que te lo diesen y te lo llevabas a tu mesa. Por suerte encontramos una mesa en una pequeña esquina con un ventanal que nos gustó mucho. Estaba abarrotado  y habían algún salón con grandes pantallas y aficionados viendo un partido de fútbol. Un local muy animado.

Una vez que habíamos repuesto energías con un merecido avituallamiento y descanso fuimos al National Museum of Ireland. Uno de mis objetivos principales de nuestra visita a Dublín. Como siempre me pasa necesitaría mucho más tiempo del que estuve, pero si algo es limitado e inescrutable en esta vida eso es el tiempo, y más si cabe en un viaje. Vimos obras maravillosas, el edificio es magnífico y la presentación de las obras me pareció estupenda. Un lugar para pasar días. Vimos obras de Signac, Monet, John Singer Sargent, Meissonier, Gainsborough,Tintoretto, Canaletto... y una obra que yo llevaba tiempo deseando contemplar, El prendimiento de Cristo de Caravaggio.  Una joya. Desafortunadamente no pudimos disfrutar de la obra de Velázquez, La cena de Emaús, porque estaba de préstamo. Una pena, pero en cambio sí pudimos disfrutar de estupendas obras de Goya o de una de las obras destacadas de la historia de Irlanda, Los esponsales de Strongbow de Maclise. La gran sala es simplemente fascinante.

Salimos del museo y fuimos a tomar un café, la noche era cerrada y el cielo plomizo parecía que en cualquier momento iba a descargar una tormenta sobre nosotros, pero no sucedió, por suerte para nosotros.

Ya iba siendo hora de ir retirándose al hotel pero aún tuvimos tiempo para acercarnos a Grafton Street, ver la placa que hay de Ulysses, pasar por delante de Lillie's, un famoso local nocturno dublinés, o escuchar un par de canciones de los músicos callejeros. Cogimos el autobús que nos llevó al hotel. Ya iba tocando descansar después de un día tan largo y así reponer energías para el día siguiente.


viernes, 7 de diciembre de 2018

Dublín. Día 1

Dublín era una de las capitales de Europa que aún nos faltaba por conocer, y no por falta de ganas. Todo lo contrario, pero por una razón u otra nuestra anhelada visita siempre se iba complicando. Por fin, tras mucho googlear, encontramos una combinación de vuelos y precios que se ajustaba a lo que estábamos buscando. Los vuelos eran directos y los horarios nos permitían aprovechar nuestra estancia. Los niños tenían muchas ganas de viajar y nosotros aún más.

El vuelo de salida del aeropuerto de Málaga se retrasó poco más de una hora por un inconveniente técnico en el avión. Todo sea por la seguridad. Finalmente aterrizamos en Dublín alrededor de las 13:00. El cielo estaba completamente encapotado por una densa nube grisácea y una finísima llovizna emborronaba el horizonte, y humedecía la pista de aterrizaje. Desde el aeropuerto fuimos directos al hotel en taxi. Nuestro hotel  estaba en North Wood, a medio camino entre el aeropuerto y el centro de Dublín

Dejamos el equipaje en la habitación y comenzamos nuestro primer contacto con Dublín. Tomamos el autobús en una parada a escasos metros del hotel, tal y como nos informaron en recepción, y nos dirigimos hacia la avenida College Green, en pleno corazón del centro de Dublín, donde al fondo está la elegante universidad del Trinity College, fundada en 1592 por la Reina Isabel I.

Accedimos al College por el arco principal hacia los jardines centrales, a la izquierda está la capilla de la universidad, que tenía más aspecto de edificio gubernamental que eclesiástico, a la derecha un edificio de apariencia exterior casi idéntico. El interior no lo pudimos ver porque se encontraba cerrado.

Una llovizna finísima e intermitente caía sobre nosotros, pero aún así no impidió que hiciéramos las inevitables fotografías. La arquitectura del Trinity College es singular. Las dimensiones en planta vienen a ser simétricas, en cambio, los edificios no lo son. Digamos que es una simetría planteada, o buscada, pero sin terminar de alcanzar. En un lado están las aulas y en otra la residencia.

Hacia la derecha del jardín central, por la parte de atrás del edificio, se encuentra la Biblioteca del Trinity College. Impresionante. Tuvimos que hacer una pequeña cola de una media hora. El ticket es válido tanto para acceder a la Biblioteca como a un exposición del Libro de Kells, en la que no estaba el Libro de Kells, pues en esos días se estaba restaurando y no lo pudimos admirar. Al menos nos hicieron un descuento en el precio habitual de la entrada y sí pudimos disfrutar de la exposición. Fue un fastidio, aunque lo que realmente buscábamos contemplar era la Biblioteca, que es una de las atracciones más visitada de toda Irlanda, y no me extraña. La recomiendo.

En uno de las plazas del Trinity nos encontramos con una escultura, Esfera dentro de una esfera. Me llamó la atención porque recordaba haber visto una escultura similar en Roma, en los Museos Vaticanos. Comprobé por Internet que sí, que son dos obras de la misma serie del mismo autor, Arnaldo Pomodoro. Me alegró haberlas relacionado.

En uno de los parques de la universidad, el más extenso, de un césped de verde tan intenso que parecía falso, se estaba disputando un partido de fútbol. A Miguelito le hacía ilusión ver un poco el partido y estuvimos viéndolo unos minutos. El sol parecía asomarse tímidamente y queríamos aprovechar para seguir descubriendo rincones de tan animada ciudad.

Bajamos por Grafton Street, hasta el cruce con St Anne Street, donde le teníamos reservada una sorpresa a Sofía. Allí se encuentra una de las mejores tiendas de quesos de Dublín, si no la mejor: Sheridans Cheesemongers. Una tienda para los muy roedores. La idea era probar quesos, llevarnos algunos para tomar como aperitivo antes de nuestro almuerzo, pues ya pellizcaban las tripas.

Antes de nada, casi lo primero y obligatorio que hay que hacer en Dublin es tomarse una cerveza, pero no vale una cerveza cualquiera, tiene que ser una Guinness y además ha de ser bien tirada, y uno de los pubs que tiene el orgullo de ser uno de los mejores tirando Guinness es McDaids, que lleva sirviendo pintas de Guinness desde 1779. En apenas 100 metros están situados Sheridans, McDaids y a medio camino de una y otra está Bunsen, una hamburguesería donde la comida es simple, pero buena. La carta es tan sencilla que cabe en una tarjeta de visita. Hay dos menús: la hamburguesa y la hamburguesa con queso, simple o doble. Patatas fritas o batatas fritas. Riquísimas. De beber me pedí una Bunsen Lager, una cerveza muy suave que elaboran ellos mismos. 

Habíamos terminado de almorzar algo más tarde de lo habitual y no debíamos entretenernos más si queríamos disfrutar de las tiendas abiertas por el centro con tiempo suficiente. En Dublín la mayoría de las tiendas cierran en diciembre como mucho a las 19:00, y les aseguro que hay muchas más que cierran antes de esa hora.  A los niños les encantó entrar en la tienda de Disney y hacer un poco el ganso. Yo entré en lo que es un clásico en Dublín, una Whiskey Shop, L. Mulligan. Daban ganas de sentarse a leer  con un whiskey en una mano y un buen libro en la otra. Lástima que no disponía de tiempo, pero por mí, bien que me hubiera echado el día allí encerrado tranquilamente.

Continuamos hasta el centro comercial de Stephen's Green, que está justo al final de Grafton Street. Es un edificio magnífico. Con la cubierta de grandes y amplias cristaleras para intentar aprovechar la poca luz que las espesas nubes del cielo dublinés dejan escapar. Merece la pena asomarse para verlo.  Continuamos bajando por Dawson Street, hacia la zona de Temple Bar porque teníamos intención -especialmente Pepi y Sofía- de visitar Queen of Tarts. Habíamos visto un documental en el que recomendaban probar la tarta de queso y así hicimos. Me gustaría destacar que esta merienda la pagó Miguel, que se trajo sus ahorros y quiso invitarnos él por su cuenta. ¡Qué generoso es a veces!

Ahí dimos prácticamente por finalizado el día, que había sido largo e intenso, aunque todavía nos quedaron ganas de pasear por las calles de Temple Bar, de hacer selfies por doquier, y bueno, dejarnos llevar un poco por el atractivo de la esquina siguiente. Así fuimos casi sin darnos cuenta acercándonos a College Green, que es desde donde cogimos el autobús que nos llevaría hasta pocos metros de nuestro hotel, que dicho sea de paso era apropiadamente acogedor. No faltaba un detalle ni en la habitación ni en las zonas comunes del hotel. Si vuelvo a Dublín me encantaría repetir en el Hotel Dublin Skylon. Muy recomendable.

viernes, 16 de noviembre de 2018

Robert Jon & The Wreck en el Louie Louie

Robert Jon & The Wreck es una banda americana afincada en Orange County, California. Ya habían tocado en años anteriores en Estepona, pero yo ni me había enterado. En esta ocasión sí me anduve despierto y como se había anunciado el concierto con bastante anterioridad me dio tiempo a darle bastantes vueltas a sus álbumes y como les saqué un enorme disfrute no quise perderme el concierto. Así que junto a dos de mis habituales compañeros de conciertos nos presentamos en el Louie Louie Rock Bar.

Como seguía a la banda por las redes, les contacté por Instagram y les solicité que tocaran en Estepona su canción Good Lovin', que me encanta.

El concierto fue muy bueno. El bourbon sin hielo corrió por el escenario antes, durante y casi que después del concierto. Fue en total una hora y media de rock, buenas guitarras, ritmos americana, y muy buenos solos de guitarra.  Y por si les pica la curiosidad, sí, tocaron Good Lovin'. ¡Cómo la disfruté! Al finalizar el concierto les di las gracias por haber atendido mi petición y les felicité y les compré un cd que me firmaron. Fueron muy cercanos y accesibles. Les pedí que volvieran pronto y dijeron que era posible que regresaran alrededor de otoño de 2019, aproximadamente. ¡Espero que así sea!

domingo, 11 de noviembre de 2018

Bohemian Rhapsody

Es complicado para mí ir al cine y no es debido a que no tenga oferta cerca de casa. Todo lo contrario. Mi problema es más relativo al tiempo. Es complicado hallar un momento en el fin de semana -entre semana ya ni lo pienso- para dejar a los niños y poder ir junto a Pepi a una sesión. Dificultades hay mil. Entre los partidos de fútbol de Miguelito, los mixing de pádel de Sofía, las actividades varias como son cumpleaños, trabajos en grupo de los niños y el calendario de exámenes, aparte de partidos del Málaga, hacer la compra o adecentar la casa, o, en el mejor de los casos, conciertos varios, lo cierto es que apenas encontramos un hueco para poder disfrutar del séptimo arte.

Pepi y yo éramos de novios de ir al cine una o dos veces a la semana, nos encanta, pero todo se fue complicando y en estos últimos años rara vez podemos escaparnos para ver una película. A veces, y sólo a veces, aprovechamos una oportunidad. En esta ocasión la aproveché yo solo. 

Miguelito estaba invitado al cine por un cumpleaños de un amigo, y Sofía estaba loca por ver una película que estaban dando esa semana. No recuerdo el título. Así que miraron los horarios y más o menos cuadraba que todos podrían ir a ver una película. Casi sin esperanza comprobé yo también y oh, sorpresa, Bohemian Rhapsody coincidía que también la proyectaban en el mismo rango horario. No lo dudé. Le tenía ganas.

Me gustó mucho. Es muy light, hay mucha parte de la vida de Freddie Mercury que está difuminada, o embellecida, da igual, en cualquier caso, se me saltaron las lágrimas. Eché de menos muchísimos temas, mucha más carga musical, pero bueno, es un biopic.

sábado, 3 de noviembre de 2018

Jawbone en el Louie Louie

No estuve seguro de poder asistir al concierto de Jawbone en el Louie Louie Rock Bar de Estepona hasta el último día. No conocía el disco apenas porque directamente aún no aparecía en Spotify, pero al menos pude encontrar material de ellos en YouTube y los pocos vídeos que había visto me engancharon desde el primer momento. Se lo comenté a un amigo, que no conocía nada, pero tenía ganas de música en directo. Acudió totalmente a ciegas.

A mí me apetecía muchísimo. Por un lado estaba la voz de Marcus Bonfanti, ronca, grave y profunda; por otro la de Paddy Milner, mucho más dulce, ligera y aterciopelada. Ambos son músicos contrastados. Bonfanti guitarrista de blues y que gira como guitarra y voz de Ten Years After. Ninguna tontería. Paddy Milner ha acompañado en las giras de los últimos años a muchísimos artistas, entre ellos al mismísimo Tom Jones.

Al final pudimos escaparnos a verlos y lo cierto es que todo lo que interpretaron me agradó. Casi dos horas de música bien cocinada en directo. Era su primer concierto de presentación de su último disco en gira española y como por ahora sólo tienen publicado un disco tocaron temas más allá de su disco. Nos deleitaron con grandísimas versiones de grandes canciones como Rag Mama Rag de The Band, Way Down in the Hole de Tom Waits, la animadísima Willin' de Little Feat o la estupenda Love the One You're With de Stephen Stills.

El batería que les acompañó no era componente fijo de la banda, que por alguna razón no pudo realizar la gira española según nos aclararon. El bajista, Rex Horan, que es todo un personaje, no paraba quieto y en un momento, casi al comienzo del concierto, se subió a la barra con su bajo a cuestas a tocar algún tema. La actuación se me pasó volando. Grandes partes instrumentales, grandes voces, en general todo estupendo. Sin duda un concierto muy recomendable.

En general me gustaron todas, pero especialmente me enamoraron en directo, Leave No Traces y Family Man. ¡vaya temazos! Además de grandes músicos son muy agradables y estoy seguro que todos los allí presentes lo pasamos estupendamente.

sábado, 20 de octubre de 2018

Dirt River Radio en el Louie Louie

Pocos días después del estupendo concierto que  The Rad Trads ofrecieron en el Louie Louie Rock Bar, regresé para otro concierto de rock. En esta ocasión el rock llegaba desde las mismísimas antípodas. Dirt River Radio es una banda australiana de rock arenoso, que va directa al grano, sin contemplaciones. Voces roncas y guitarras con ritmos de bases rock que despliegan su fuerza de forma contundente. Desde que supe que venían a Estepona les había estado escuchando sin parar por Spotify. Si no los conocen ya están tardando. 

Fui al concierto con Francisco y Rafa. El cantante principal y guitarra rítmica de la banda australiana se cayó de la gira europea en el último momento. Una de las coristas también se quedó en las antípodas y la otra, aunque comenzó la gira, no se supo muy bien la razón, no hizo acto de presencia en el concierto del Louie Louie. De manera que el cuarteto de rock y sus dos coristas se quedó en un trío. Una pena. Y aunque hicieron lo que pudieron y más, se les notaba en algunas canciones que les faltaban cosas, iban muy justos en cuestión de voces. La entrada, debido a que faltaron músicos, fue algo más barata de lo que se suponía. Un detalle de la sala.

Los tres músicos australianos se entregaron  a tope y en muchas canciones se les veía más cómodos y desahogados que en otras. Pero aún así el concierto mereció ampliamente la pena. Tienen temazos, y el disco lo escucho muy a menudo. Lo recomiendo encarecidamente. Al final del concierto me firmaron el cd e incluso pudimos charlar un poco con ellos. ¡Ojalá vuelvan pronto y con la banda completa!

domingo, 14 de octubre de 2018

The Rad Trads en el Louie Louie

The Rad Trads es una divertida banda afincada en Nueva York formada por cinco estupendos y versátiles músicos: un trompeta, un saxofón que también toca el piano, un batería, un guitarra, un bajo y en la que todos -sí todos- hacen las veces de cantantes.

Definir el estilo de música de The Rad Trads es complicado porque tienen momentos de R&B, swing, rock, funk, pizcas de jazz, bastante de blues... En realidad las etiquetas sobran en la mayoría de los casos, y son válidas solo para orientarnos a la hora de empezar a conocer, aunque lo cierto es que en otras muchas ocasiones sirven para todo lo contrario.

En octubre vinieron a España para presentar su último disco, On Tap, haciendo parada 12 fechas, una de ellas en el Louie Louie de Estepona. No me los quise perder. Como mi hermano me había comentado varias veces que cuando viniese una banda que yo creyese que le podía gustar se lo comentara, así lo hice, y los cuatro: Anita, mi hermano, Pepi y yo fuimos a ver juntos el concierto. A mí me encantó. El sonido fue fantástico y la banda estuvo muy animada. Ofrecieron un gran concierto, y si tengo la oportunidad de verlos en otra ocasión, no me la quisiera perder.

Al terminar el concierto les compré el cd y me lo firmaron. ¡Bonito recuerdo!

domingo, 23 de septiembre de 2018

U2 en Madrid - Wizink Center

Al filo de las 12:00 llegamos Francisco y yo a Madrid. Nuestra excusa para escaparnos juntos sin familia siempre es la misma: un concierto. En esta ocasión esa misma noche teníamos una cita en el Wizink Center con U2. Iba a suponer mi cuarta ocasión viendo a la banda de Dublín y un par más de Francisco, que yo recuerde.

Los he visto 2 veces en el estadio Vicente Calderón, una en el Palau Sant Jordi, y ésta última en el Wizink Center. La primera vez fue espectacular y guardo un maravilloso recuerdo. La segunda fue también muy bien, pero del que guardo mejor recuerdo fue del concierto en Barcelona, más que nada porque tuvimos la suerte de colocarnos en las primeras filas del pasillo y pudimos seguir el concierto de una manera inmejorable, aunque la pantalla casi ni la olimos, todo sea dicho.

En el concierto de esta ocasión en el Wizink Center de Madrid, teníamos entrada en grada,  muy centrados y a buena altura. Para ver la pantalla era sin duda una ubicación excepcional. Nuestra primera idea era comprar pista, pero las entradas volaron en pocos minutos, así que bueno, pillamos unas que no estuvieron nada mal.  Del concierto me llevo muchos recuerdos, pero quizás el que más esperaba era la canción Acrobat, que es uno de mis temas favoritos de U2 de siempre. Until the end of the world también la disfruté de lo lindo.

Pero no sólo de conciertos vivi el hombre por lo que siempre que vamos a un concierto intentamos entremeter algunas actividades que complementen la visita. Así que después de dejar nuestras mochilas en el hotel, almorzamos en Steakburguer, tomamos café en la Calle Mayor, paseamos por la Plaza Mayor y fuimos andando, cruzando el Retiro, hasta la horchatería Alboraya -¡qué rica la horchata allí!- y un paseo más y estábamos en el Wizink Center. 

El día siguiente aún tuvimos tiempo de turistear por Madrid. Siempre es un buen día para pasear por Madrid. Primero quisimos visitar el Mercado de San Miguel, que aunque ya lo conocemos bien, me apetecía visitarlo a la hora del desayuno, aunque nosotros ya habíamos desayunado en el hotel.

Desde hacía un tiempo teníamos hecha reserva para asistir a una visita guiada por el Congreso de los Diputados que sólo lo conocía desde el exterior, aunque se cansa uno de verlo en la televisión. Desde allí fuimos directos y sin perder tiempo al Museo Thyssen Bornemisza ya que queríamos visitar la exposición de Monet-Boudin. Como la visita también iba con horario, compramos la entrada conjunta y antes fuimos a pasear por el museo deteniéndonos en unas cuantas obras que nos gustaron más.

Almorzamos en Terramundi, también con reserva, donde almorzamos muy bien,  y ya llegó la hora de regresar en el AVE. Ya ven qué visita relámpago más bien aprovechada. Todo en poco más de 24 horas. Incluso me dio tiempo de traer un regalo sorpresa para cada uno de la casa.

domingo, 16 de septiembre de 2018

Andy Warhol - El Arte Mecánico

El Museo Picasso de Málaga inauguró el 31 de mayo una exposición sobre Andy Warhol. El arte mecánico. Estuve pendiente de encontrar un hueco para poder ir con la familia a visitar la exposición un fin de semana, pero no fue hasta el último día, el 16 de septiembre, cuando finalmente pudimos acercarnos. No soy un devoto de Warhol, pero sí que he de reconocerle su atrevimiento y originalidad.

Warhol siempre ha estado muy unido a la industria de la música: The Velvet Underground, The Rolling Stones, Diana Ross, Aretha Franklin, John Lennon... Ha creado portadas míticas de álbumes de rock, portadas de revistas, posee cuadros de fama mundial, es posible que sus latas de sopa Campbells sean la publicidad más reconocida de la historia del arte. Pero de toda su obra, mi favorita es posiblemente una de sus creaciones más famosas: su retratos, especialmente los Marilyn Monroe. A veces mis gustos  pueden ser muy corrientes. La exposición me pareció muy completa, prácticamente encontré todo lo que esperaba encontrar.

Lo cierto es que el legado de Warhol trasciende a su propia obra. Creó Factory, un espacio pensado para que fuese un centro de creación y con el tiempo resultó ser el ojo del huracán que supuso el Artpop. De ahí salieron muchísimas colaboraciones entre artistas, ya fuesen músicos, escritores, pintores, modelos, escultores o directores de cine. Produjo a The Velvet Underground, apadrinó a Jean-Michel Basquiat, tenía fama de poseer un gran olfato para los negocios. Allí donde algo comenzaba a sonar en el mundo del espectáculo estaba Warhol. Desde luego un hombre inquieto.


jueves, 6 de septiembre de 2018

Un día en Zamora

Nuestra última jornada del viaje decidimos pasarla completamente en Zamora. Durante los días anteriores habíamos planeado unas cuantas visitas por la ciudad e incluso reservamos una excursión guiada a pie por el centro histórico.

La visita comenzaba a primera hora de la mañana en la plaza Viriato, que está justamente a la puerta de nuestro hotel, así que más cómodo era imposible. La visita comenzó como suelen comenzar todas las visitas. La guía nos relató con un breve resumen de los acontecimientos de la ciudad y de sus principales personajes y de los hechos que permanecieron como leyendas en la memoria de la historia, o con suerte, a veces, en papel o en piedra.

Desde la plaza de Viriato nos dirigimos por la Rúa los Francos hasta la fachada principal de la coqueta Iglesia Santa María Magdalena, justo en frente del Convento Clarisas El Tránsito. Giramos a la izquierda en la plaza de San Ildefonso para visitar la Iglesia de San Ildefonso, que me gustó más desde el exterior que desde el interior. Las proporciones adecuadas, la austeridad y simplicidad de los adornos, el color de la piedra, los arcos de medio punto, los detalles de madera en las cubiertas... Lo confieso, soy un enamorado del Románico Zamorano. 

A pocos pasos de allí está el Mirador del Troncoso. Las vistas al Duero desde allí son embriagadoras. En esa dulce mañana las cigüeñas sobrevolaban el cielo, a la izquierda el Puente de Piedra, a la derecha, roto o inacabado, el Puente de los Poetas. El silencio permitía escuchar el discurrir del Duero. Daban ganas de degustar la eternidad allí, pero la visita guiada continuaba, y quedaba mucho por descubrir todavía en una ciudad tan monumental.

La Catedral de Zamora es una de mis catedrales favoritas. Es pequeña para muchos, un poco pastiche para otros, pero para mí es enormemente bella. El cimborrio de influencia bizantina sobre el crucero de la planta de cruz latina es extraordinario. La vista exterior del cimborrio es excelente, pero la cúpula interior no se queda corta y también, a mi juicio, es de obligada visita. Además, a un costado del conjunto catedralicio, sobresale una alta, robusta y orgullosa torre del s. XVIII, cuyo origen fue defensivo, y que en ocasiones también sirvió como cárcel.

No podemos olvidar detenernos a contemplar la Portada del Obispo, la Capilla de San Ildefonso o los retablos, y en especial los tapices flamencos del Museo Catedralicio sobre  la batalla más famosa de la historia de la humanidad, la batalla de Troya. Por si fuese poco, a escasos pasos de la Catedral está el Duero y el castillo, del que quedan restos de su castigada historia. Todo en conjunto es uno de los lugares más encantadores que he visitado.

Nada más salir de la catedral, recuperándote aún del Síndrome de Stendhal, nuestra guía nos comenta justo delante de un portón sobre un arco románico, que esa es la casa de Arias Gonzalo, más conocida como la Casa del Cid. Te tienes que sentar.

Pero, sin embargo, la visita continuaba, visitamos la muralla, recuerden que Zamora es conocida como "Zamora la bien cercada" y se nos contó la historia de la Puerta de Doña Urraca y ahí acabó la visita. La guía se marchó y los turistas nos fuimos esparciendo de acá para allá. Nosotros nos quedamos recorriendo el castillo y los exteriores de la Plaza de la Catedral y nos acercamos a admirar la belleza sencilla y natural de la Iglesia de San Isidoro. Regresamos a la plaza Viriato y comenzamos el recorrido opuesto con el que habíamos comenzado la visita guiada.

La Plaza Mayor de Zamora recoge a los dos Ayuntamientos, el viejo y el actual, y en medio la Iglesia de San Juan, que es también estupenda, en una esquina de la iglesia hay una escultura del Merlú, figura fundamental de la Semana Santa Zamorana. Continuando por la calle San Torcuato alcanzas el Palacio de los Momos, pero ya había llegado la hora de almorzar y desde hacía un par de días le habíamos echado el ojo a un restaurante, Restaurante La Rua, así que no le dimos más vueltas. Pastel de pescado y marisco de entrada, arroz a la Zamorana y de postre Cañas zamoranas. Todo para chuparse los dedos. Después de tan suculenta pitanza, lo recomendado para la ocasión es una cabezadita en Palacio. El resto del día fue como pueden imaginar de un día de descanso en una ciudad soñada. Piscina, café junto a la piscina, un poco de lectura en una hamaca, un batido, ducha en la habitación y paseo nocturno volviendo a visitar todo lo que habíamos visitado durante la mañana pero en esta ocasión con la iluminación nocturna. Una preciosidad. Después de un día tan cargado de encanto tocaba poner fin: picamos algo, después un helado y para acabar dulces sueños.

La jornada siguiente fue la hora de nuestra triste despedida de Zamora. Después del desayuno admiramos el exterior la Iglesia de San Cipriano, disfrutamos de las espléndidas vistas desde el Mirador de San Cipriano, nos acercamos al Palacio del Cordón y desde el parking frente a la Biblioteca pusimos rumbo de vuelta al sur. Por el camino hicimos pocos altos, un par de paradas para tomar un café, estirar las piernas, repostar, desbeber y a almorzar en Sevilla. En siete horas de carretera llegas a casa. Otro viaje al zurrón de la placentera memoria de los recuerdos imborrables. Y que siga así.



miércoles, 5 de septiembre de 2018

Miranda do Douro - Zamora

El día anterior había sido largo y cansado, en esta ocasión planeamos la jornada algo más relajada. Nuestro hotel en Zamora era el Parador, ubicado en un antiguo palacio renacentista del siglo XV. El desayuno se servía en un elegante salón con vistas sensacionales a la piscina y al Duero. Una maravilla. Desde allí partimos en coche a Miranda do Douro, una pequeña población portuguesa fronteriza. Pocas fronteras geográficas hay más eficaces que los ríos. A un lado Portugal, al otro España.

La verdadera razón de visitar Miranda do Douro en realidad era la Estación Biológica Internacional,  que está en la parte portuguesa del río Duero. Para sacar las entradas por Internet teníamos que haberlo hecho con más antelación, pero preguntamos por teléfono y nos dijeron que quedaban bastantes, que si llegábamos con antelación no tendríamos problemas, aunque nos advirtió que no nos durmiésemos. Llegamos a la taquilla para comprar las entradas con tiempo suficiente antes de la hora prevista de la visita y  resultó que compramos las últimas cuatro entradas a la venta para esa mañana. ¡Vaya suerte!

El paseo en crucero panorámico por el Duero es extraordinario. Primero, antes de partir, te explican lo que vamos a intentar ver y te indican dónde poner atención para poder contemplar la fauna y la vegetación propia de la zona: nutrias, águilas, búhos... Lo explican dentro del barco para que una vez que salimos al exterior mantengamos el máximo silencio posible para respetar el entorno. Solamente el paseo entre desfiladeros en aguas del Duero ya merece la pena.

Después del paseo en el amplio crucero panorámico nos llevaron a una piscina adaptada donde se realizaron demostraciones de aves que resultó ser muy interesante. Los niños pudieron participar dando de comer a los patos, o en el caso de Miguel que pudo sostener un ave rapaz, que ahora no recuerdo. A ellos le gustó incluso más que el paseo por el Duero.

No muy lejos de allí está la localidad portuguesa Miranda do Douro, que aunque es un municipio pequeño tiene un buen número de lugares de interés turístico como son la Catedral del s. XVI, o el Castillo del s. VIII. Tantos siglos llevaban allí que podrían esperar a que nosotros repusiéramos energías en un restaurante que nos habían recomendado. El Restaurante O Mirandés. Tuvimos que esperar un rato para obtener mesa pues había cola para almorzar allí. Lo cierto es que la espera mereció la pena.

Del Castillo queda poco más que unas murallas maltratadas por el inevitable paso del tiempo. La hora, el calor y la fecha provocó que no hubiera nadie más por las calles. Sólo estábamos nosotros cuatro, algún despistado y el Lorenzo vigilándonos incansablemente desde un cielo completamente despejado. La Catedral, en algunos sitios denominada como Concatedral de Miranda do Douro estaba cerrada y no pudimos acceder pero la rodeamos y visitamos las ruinas del antiguo Palacio Episcopal, que estaban bastante cuidadas y el entorno es precioso. Bajamos al centro callejeando por calles empedradas  hasta lo que debe ser la plaza principal. Allí estaba el Ayuntamiento y en medio de la plaza peatonal una pareja de esculturas representando las vestimentas típicas regionales. Nuestra visita a Miranda  llegó a su fin y nos montamos en coche en dirección a Zamora.

El parador de Zamora goza de piscina y Pepi y los niños llevaban un tiempo con ganas de tirarse al agua. Bueno, Pepi tenía más ganas de tirarse a la hamaca a leer tomando el sol. Yo, en cambio, me tumbé pero en la habitación con el aire acondicionado puesto a recuperar la siesta que alguno se había echado en el coche en el camino de Mirada do Douro a Zamora. Al final de la tarde también me di un chapuzón.

Ya ven que fue un día más reposado de lo habitual. Nos duchamos y salimos a picar. Primero unos pinchos en El Lobo, y después en El rincón de la Abuela. Los dos estuvieron bien. Un helado en la Heladería La Veneciana, que además se empeñó a invitar Miguel, que había traído una buena parte de sus ahorros y después de dar un paseo para bajar tanto que habíamos comido, fuimos a descansar a los góticos aposentos del Palacio.

martes, 4 de septiembre de 2018

Burgo de Osma - Aranda de Duero - Palencia - Zamora

La día anterior apenas habíamos tenido tiempo de pasear por el Burgo de Osma, de manera que aún nos quedaba bastante por descubrir. Lo primero fue buscar un lugar para desayunar y para ello nos acercamos a la plaza mayor, pero finalmente desayunamos en un bar cerca del edificio de la antigua universidad renacentista del s. XVI, hoy en día un Hotel Termal.

Regresamos a la Plaza Mayor, donde está el Ayuntamiento, que ocupa dos edificios distintos en la misma plaza, uno enfrente del otro. Con la claridad del día todo parece tener una apariencia distinta. La Calle Mayor está repleta de bares, panaderías y comercios que giran alrededor del turismo y el comercio culinario. Al final de la Calle Mayor está la Catedral, que es imponente. Esa misma mañana, desde la estupenda vista desde el balcón de nuestra habitación, mientras el resto de la familia terminaba de arreglarse, estuve contemplando su presencia monumental. Parece mentira que se construyesen edificaciones así ya en el siglo XIII. Visitamos el interior y al abandonar el templo religioso nos acercamos al Puente Viejo para ver una de las vistas imprescindibles del Burgo de Osma: las murallas junto al río Ucero. El paseo que va junto al río desde el Puente Viejo hasta las ruinas del castillo parecía ser estupendo, pero no disponíamos de tanto tiempo esa mañana. Nuestra siguiente parada nos esperaba a una hora en coche.

Aranda de Duero es la capital de la comarca de la Rivera del Duero, y pertenece a la provincia de Burgos. Nada más bajar del coche ya huele a lechazo al horno. Una maravilla. Nuestra primera visita prevista fue la Iglesia Santa María la Real, que desde el exterior tiene presencia de Catedral. La fachada gótica es un verdadero prodigio de imaginación. Mil detalles completan cada una de sus partes. Las jambas están profusamente decoradas. El arco de entrada es apuntado y nada queda al azar. Sobre el arco una representación del calvario, sobre él los escudos, alrededor piedra imitando a la teja, o tal vez a una vegetación simétrica. Las escenas religiosas, los animales fantásticos, las esculturas de los padres de la Iglesia. Todo está ahí. La noche y el día, la fe y la muerte. Hay horas de observación para el que dispone tiempo e interés. Le hice fotografías para después poder observar con detalle, aunque luego siempre faltan las que uno más desea.

Paseamos por el casco antiguo lentamente, disfrutando del estupendo tiempo que el día nos ofrecía. Llegamos a la plaza Mayor, con planta casi triangular y por debajo del Ayuntamiento, por una especie de túnel, nos acercamos a contemplar el río Duero. Había poca gente por las calles y todo parecía estar tranquilo y apacible. Fuimos dejándonos llevar hasta la Plaza de la Constitución, mirando escaparates, fachadas y restaurantes hasta que regresamos para hacer parada gastronómica en la Bodega el Lagar de Isilla.

Todo lo veíamos tenía una pista magnífica. Los pinchos, las tapas, las raciones, los asados. Difícil decisión era elegir qué pedir, pero al final nos decidimos por pedir unas zamburiñas y unas morcillas de Aranda para comenzar y como plato principal el archifamoso lechazo asado. El postre también estaba para chuparse los dedos. Comimos de maravilla. Al terminar la comida bajamos a la cueva del restaurante, que hace las veces de bodega. Bajas unas escaleras cavadas en la piedra y debajo del restaurante hay como un laberinto de galerías donde se conserva el vino. Es muy curioso. A Pepi le daba un poco de claustrofobia, pero estuvimos poco rato. Dimos una vuelta completa y abandonamos el restaurante. De camino al coche pasamos junto a una escultura de Pío Baroja. Me hizo ilusión.

Nuestra siguiente parada era Palencia. Una hora y media en coche aproximadamente nos separaba desde Aranda de Duero. Aparcamos en la Calle Mayor Antigua, y fuimos directos a la Plaza de la Inmaculada, porque queríamos visitar la Catedral de San Antolín, pero antes, una pequeña parada a tomar un café. Palencia parecía estar vacía. En la plaza no había apenas nadie más. Visitamos una Catedral completamente vacía, estábamos nosotros y las audio-guías, con las que fuimos enterándonos un poco mejor de todo. Es una catedral enorme, con un buen número de capillas. La fachada principal y la que da a la plaza de San Antolín me parecieron magníficas. La puerta del Obispo, así como el retablo mayor son majestuosos. La sepultura de la reina Urraca y la Cripta son algo especial de la Catedral. Fuera de la catedral, en frente y al fondo de la plaza, está la escultura al Maestro.

Vista la catedral, decidimos ir paseando, dejándonos llevar, hasta llegar al casco antiguo y la Plaza Mayor. Una vez que visitas lo esencial, o lo que estás pensando visitar, el tiempo posterior es un regalo. La idea era pasear hasta que llegara el momento en el que decidiésemos que era la hora de irnos, aunque esto la mayoría de las ocasiones es que los niños se cansan y quieren sentarse.

Uno de los edificios más bellos de Palencia, a mi juicio, es la Fundación Villandrando, que es hoy en día un centro educativo. Una fachada llamativa por su originalidad. Es un edificio moderno, pero posee elementos góticos, con soportales con capiteles decorados, ventanas venecianas, y en todo la parte alta, un friso cerámico especialmente bello que expone brevemente la historia del edificio.

Palencia posee esa enorme catedral, un centro histórico bello y un edificio modernista realmente atractivo, y posiblemente mil cosas más que no tuvimos tiempo de llegar a descubrir, pero tras girar una esquina tropezamos con la Iglesia de San Francisco, y en ese mismo instante, tanto Pepi como yo coincidimos en que sin saber porqué, a los dos nos pareció haber saltado unos años atrás cuando giramos una esquina y también nos encontramos con una visión similar en el Trastevere de Roma. No sabría decir qué es lo que fue lo que nos trajo ese pensamiento pero a los dos coincidimos en el mismo pensamiento.

Fue avanzando la tarde y yo prefería no llegar de noche a Zamora, así que nos despedimos de Palencia con las ganas de habernos quedando más, pero aún teníamos 150 km por delante. En Zamora tuvimos tiempo a poco. Aparcar, llegar al hotel e ir a picar algo antes de regresar al hotel a descansar, que bien merecíamos. Había sido un día bien largo.

lunes, 3 de septiembre de 2018

Medinaceli - Almazán - Soria - Calatañazor - Burgo de Osma

Llegamos a Medinaceli a media mañana. El día estaba completamente despejado y la temperatura era un regalo. Ya desde antes de llegar a Medinaceli, conforme uno empieza a acercarse por carretera, se puede advertir desde la distancia lo que es la atracción más reconocida de esta coqueta localidad, un arco de triunfo romano. Tan imponente arco fue erigido a finales del siglo I y servía como puerta de acceso a la ciudad, aparte del significado conmemorativo propio de este tipo de construcción. Dos mil años diciendo aquí estoy yo, bajo sus bóvedas cruzaron emperadores, reyes, personajes sobresalientes de la historia así como ejércitos victoriosos y derrotados, pero él sigue allí, como testigo fiel, incluso de ese presente matutino en el que nosotros nos encontrábamos. Vale la pena visitar Medinaceli solamente para verlo.

Pero Medinaceli es más que su arco. Es un pequeño pueblo soriano medieval, bien cuidado y con preciosos rincones. Su localización es determinante. Se encuentra ubicado en lo más alto de una colina y fue frontera estratégica entre moros y cristianos. Cuenta la historia que Almanzor falleció aquí en la retirada de la batalla de Calatañazor, y que también, siglos más tarde, fue protagonista en la resistencia ante las tropas napoleónicas. 

Fuimos adentrándonos en la ciudad por sus estrechas y encantadoras callejuelas hasta detenernos en una pequeña plaza a la entrada de la Iglesia de Santa María. En medio de la plaza un árbol majestuoso embellece el conjunto. A pocos pasos está la plaza mayor de Medinaceli, de planta irregular,  con su Alhóndiga de dos plantas aporticadas. Preciosa. El pueblo se encontraba en fiestas y el ambiente era insólito. Todo estaba decorado como si fuese un mercado medieval. Había una demostración de cetrería a caballo, puestos vendiendo productos artesanales: miel, jabones, quesos, pasteles almendrados o trabajos en mimbre y barro y así un buen número de productos artesanales típicos de la zona. También había músicos tocando una especie de música medieval mientras un grupo de ocas y patos cruzaban con gracia la plaza.

En la misma plaza también está el Palacio Ducal, que se encontraba engalanado para la ocasión y que no pudimos visitar por estar cerrado. Abandonamos Medinaceli en dirección a Almazán, pero antes compramos fruta deshidratada para el camino.

Almazán es una población cuyo mayor atractivo monumental son la Iglesia de San Miguel, el Palacio de los Altamira, ambas en la plaza mayor, y las puertas de entrada.  La Iglesia de San Miguel es a mi parecer especialmente bella. Sus proporciones equilibradas, sobresaliendo un atípico campanario y las acostumbradas características románicas resultan un conjunto hermoso. La plaza también cuenta con la sobriedad del Palacio de los Altamira, que fue residencia puntual de los Reyes Católicos, y junto a la plaza el mirador hacia el río Duero. Accedimos y despedimos Almazán por la Puerta de Herreros, y poco antes de cruzar la torre del reloj conocida como la Puerta de la Villa, que da acceso a la plaza mayor, compramos unas yemas de huevo que estaban riquísimas.

Llegamos a Soria casi a la hora de almorzar. Aparcamos en un parking junto al Paseo el Espolón y fuimos directos al Fogón del Salvador, pues ya apenas teníamos tiempo para visitar nada antes de almorzar. Todo lo que probamos estaba exquisito. Lo recomiendo sin duda y si vuelvo a Soria, es parada segura.

Después de comer fuimos a visitar la Iglesia de Santo Domingo, de estilo románico del siglo XII. Tuvimos suerte porque la encontramos abierta y pudimos acceder a visitarla, pero lo más destacado de la iglesia, a mi juicio, es su portada principal, con una entrada ensalzada con cuatro arquivoltas con relieves alrededor de un pantocrátor en el frontón. En la fachada además sobresale un rosetón central. El conjunto es muy atractivo a la vez que excepcional.

Decidimos regresar al centro dando un pequeño rodeo para poder ver cosas distintas a la vuelta que a la ida. Fuimos a la Plaza Mayor de Soria, donde está el Ayuntamiento y la Fuente de los Leones,  y continuamos hasta el Palacio de los Condes de Gómara, para al final llegar a la Alameda de Cervantes, fue un paseo muy agradable. Holgazaneamos un rato y regresamos al coche, pero antes paramos en Mantequerías York para tomarme un café, que tocaba conducir.

A las afueras de Soria, cruzando el Duero por el Puente de Piedra está el Monasterio de San Juan de Duero, que está entre las Maravillas del Románico Español. Del Monasterio lo que más llama la atención es su claustro del siglo XIII. Un experto en arte románico podría resumir gran parte de la evolución de la arquitectura románica en los arcos del claustro. Están casi todos los elementos arquitectónicos románicos en él. El medio punto, los capiteles con la ornamentación vegetal y animal, los arcos cruzados, los distintos modelos de fustes, algún arco con influencia mudéjar e incluso hay un atrevimiento arquitectónico con la desaparición de la pilastra de apoyo. Una maravilla el conjunto. Pero todo no acaba en el claustro; el interior también es especialmente singular. Dos templetes, uno semiesférico, el otro cónico, cada uno con su altar, y cada uno con sus columnas y sus capiteles historiados. Me fui de allí sabiendo que observé una mínima parte de lo que debería haber admirado, pero el tiempo no es infinito y menos cuando los niños empiezan a impacientarse por irse de lo que ellos ven como un lugar aburrido.

Vimos una pequeña exposición de lo que fue la de defensa numantina y nos dirigimos a Calatañazor. que es una localidad diminuta. Según el censo 56 habitantes en 2016. Pueden hacerse una idea. Pues ahora entiendan que Calatañazor posee un castillo, o lo que queda de él, y este castillo contiene una torre, la Torre del Homenaje, que está restaurada, así como la muralla del siglo XII, pero además posee una Iglesia -que visitamos- y una ermita, la Ermita de la Soledad. Lo mejor de todo son las vistas desde lo alto de la torre del homenaje. Es un pueblo curioso del que me llamó la atención la manera atípica que tienen de ejecutar las chimeneas.

El día estaba llegando a su fin y aún teníamos que llegar a El Burgo de Osma y quedar con nuestro casero, pues en el Burgo de Osma habíamos reservado un apartamento justo en la Plaza de la Catedral y buscar un sitio para cenar. Todo fue rodado e incluso nos dio tiempo a pasear por la Calle Mayor y sentarnos en la Plaza Mayor, y ver cómo Miguelito jugaba al fútbol con unos niños que estaban jugando en la plaza. Cenamos en el Restaurante Capitol, y otra vez más nos fuimos encantados porque todo lo que probamos estaba exquisito. El solomillo de ternera al foie, para chuparse los dedos.

Después de la cena tocaba ir al apartamento, regalarse un buen baño y descansar para encarar el día siguiente que se esperaba intenso también.