La día anterior apenas habíamos tenido tiempo de pasear por el Burgo de Osma, de manera que aún nos quedaba bastante por descubrir. Lo primero fue buscar un lugar para desayunar y para ello nos acercamos a la plaza mayor, pero finalmente desayunamos en un bar cerca del edificio de la antigua universidad renacentista del s. XVI, hoy en día un Hotel Termal.
Regresamos a la Plaza Mayor, donde está el Ayuntamiento, que ocupa dos edificios distintos en la misma plaza, uno enfrente del otro. Con la claridad del día todo parece tener una apariencia distinta. La Calle Mayor está repleta de bares, panaderías y comercios que giran alrededor del turismo y el comercio culinario. Al final de la Calle Mayor está la Catedral, que es imponente. Esa misma mañana, desde la estupenda vista desde el balcón de nuestra habitación, mientras el resto de la familia terminaba de arreglarse, estuve contemplando su presencia monumental. Parece mentira que se construyesen edificaciones así ya en el siglo XIII. Visitamos el interior y al abandonar el templo religioso nos acercamos al Puente Viejo para ver una de las vistas imprescindibles del Burgo de Osma: las murallas junto al río Ucero. El paseo que va junto al río desde el Puente Viejo hasta las ruinas del castillo parecía ser estupendo, pero no disponíamos de tanto tiempo esa mañana. Nuestra siguiente parada nos esperaba a una hora en coche.
Aranda de Duero es la capital de la comarca de la Rivera del Duero, y pertenece a la provincia de Burgos. Nada más bajar del coche ya huele a lechazo al horno. Una maravilla. Nuestra primera visita prevista fue la Iglesia Santa María la Real, que desde el exterior tiene presencia de Catedral. La fachada gótica es un verdadero prodigio de imaginación. Mil detalles completan cada una de sus partes. Las jambas están profusamente decoradas. El arco de entrada es apuntado y nada queda al azar. Sobre el arco una representación del calvario, sobre él los escudos, alrededor piedra imitando a la teja, o tal vez a una vegetación simétrica. Las escenas religiosas, los animales fantásticos, las esculturas de los padres de la Iglesia. Todo está ahí. La noche y el día, la fe y la muerte. Hay horas de observación para el que dispone tiempo e interés. Le hice fotografías para después poder observar con detalle, aunque luego siempre faltan las que uno más desea.
Paseamos por el casco antiguo lentamente, disfrutando del estupendo tiempo que el día nos ofrecía. Llegamos a la plaza Mayor, con planta casi triangular y por debajo del Ayuntamiento, por una especie de túnel, nos acercamos a contemplar el río Duero. Había poca gente por las calles y todo parecía estar tranquilo y apacible. Fuimos dejándonos llevar hasta la Plaza de la Constitución, mirando escaparates, fachadas y restaurantes hasta que regresamos para hacer parada gastronómica en la Bodega el Lagar de Isilla.
Todo lo veíamos tenía una pista magnífica. Los pinchos, las tapas, las raciones, los asados. Difícil decisión era elegir qué pedir, pero al final nos decidimos por pedir unas zamburiñas y unas morcillas de Aranda para comenzar y como plato principal el archifamoso lechazo asado. El postre también estaba para chuparse los dedos. Comimos de maravilla. Al terminar la comida bajamos a la cueva del restaurante, que hace las veces de bodega. Bajas unas escaleras cavadas en la piedra y debajo del restaurante hay como un laberinto de galerías donde se conserva el vino. Es muy curioso. A Pepi le daba un poco de claustrofobia, pero estuvimos poco rato. Dimos una vuelta completa y abandonamos el restaurante. De camino al coche pasamos junto a una escultura de Pío Baroja. Me hizo ilusión.
Nuestra siguiente parada era Palencia. Una hora y media en coche aproximadamente nos separaba desde Aranda de Duero. Aparcamos en la Calle Mayor Antigua, y fuimos directos a la Plaza de la Inmaculada, porque queríamos visitar la Catedral de San Antolín, pero antes, una pequeña parada a tomar un café. Palencia parecía estar vacía. En la plaza no había apenas nadie más. Visitamos una Catedral completamente vacía, estábamos nosotros y las audio-guías, con las que fuimos enterándonos un poco mejor de todo. Es una catedral enorme, con un buen número de capillas. La fachada principal y la que da a la plaza de San Antolín me parecieron magníficas. La puerta del Obispo, así como el retablo mayor son majestuosos. La sepultura de la reina Urraca y la Cripta son algo especial de la Catedral. Fuera de la catedral, en frente y al fondo de la plaza, está la escultura al Maestro.
Vista la catedral, decidimos ir paseando, dejándonos llevar, hasta llegar al casco antiguo y la Plaza Mayor. Una vez que visitas lo esencial, o lo que estás pensando visitar, el tiempo posterior es un regalo. La idea era pasear hasta que llegara el momento en el que decidiésemos que era la hora de irnos, aunque esto la mayoría de las ocasiones es que los niños se cansan y quieren sentarse.
Uno de los edificios más bellos de Palencia, a mi juicio, es la Fundación Villandrando, que es hoy en día un centro educativo. Una fachada llamativa por su originalidad. Es un edificio moderno, pero posee elementos góticos, con soportales con capiteles decorados, ventanas venecianas, y en todo la parte alta, un friso cerámico especialmente bello que expone brevemente la historia del edificio.
Palencia posee esa enorme catedral, un centro histórico bello y un edificio modernista realmente atractivo, y posiblemente mil cosas más que no tuvimos tiempo de llegar a descubrir, pero tras girar una esquina tropezamos con la Iglesia de San Francisco, y en ese mismo instante, tanto Pepi como yo coincidimos en que sin saber porqué, a los dos nos pareció haber saltado unos años atrás cuando giramos una esquina y también nos encontramos con una visión similar en el Trastevere de Roma. No sabría decir qué es lo que fue lo que nos trajo ese pensamiento pero a los dos coincidimos en el mismo pensamiento.
Fue avanzando la tarde y yo prefería no llegar de noche a Zamora, así que nos despedimos de Palencia con las ganas de habernos quedando más, pero aún teníamos 150 km por delante. En Zamora tuvimos tiempo a poco. Aparcar, llegar al hotel e ir a picar algo antes de regresar al hotel a descansar, que bien merecíamos. Había sido un día bien largo.
Paseamos por el casco antiguo lentamente, disfrutando del estupendo tiempo que el día nos ofrecía. Llegamos a la plaza Mayor, con planta casi triangular y por debajo del Ayuntamiento, por una especie de túnel, nos acercamos a contemplar el río Duero. Había poca gente por las calles y todo parecía estar tranquilo y apacible. Fuimos dejándonos llevar hasta la Plaza de la Constitución, mirando escaparates, fachadas y restaurantes hasta que regresamos para hacer parada gastronómica en la Bodega el Lagar de Isilla.
Todo lo veíamos tenía una pista magnífica. Los pinchos, las tapas, las raciones, los asados. Difícil decisión era elegir qué pedir, pero al final nos decidimos por pedir unas zamburiñas y unas morcillas de Aranda para comenzar y como plato principal el archifamoso lechazo asado. El postre también estaba para chuparse los dedos. Comimos de maravilla. Al terminar la comida bajamos a la cueva del restaurante, que hace las veces de bodega. Bajas unas escaleras cavadas en la piedra y debajo del restaurante hay como un laberinto de galerías donde se conserva el vino. Es muy curioso. A Pepi le daba un poco de claustrofobia, pero estuvimos poco rato. Dimos una vuelta completa y abandonamos el restaurante. De camino al coche pasamos junto a una escultura de Pío Baroja. Me hizo ilusión.
Nuestra siguiente parada era Palencia. Una hora y media en coche aproximadamente nos separaba desde Aranda de Duero. Aparcamos en la Calle Mayor Antigua, y fuimos directos a la Plaza de la Inmaculada, porque queríamos visitar la Catedral de San Antolín, pero antes, una pequeña parada a tomar un café. Palencia parecía estar vacía. En la plaza no había apenas nadie más. Visitamos una Catedral completamente vacía, estábamos nosotros y las audio-guías, con las que fuimos enterándonos un poco mejor de todo. Es una catedral enorme, con un buen número de capillas. La fachada principal y la que da a la plaza de San Antolín me parecieron magníficas. La puerta del Obispo, así como el retablo mayor son majestuosos. La sepultura de la reina Urraca y la Cripta son algo especial de la Catedral. Fuera de la catedral, en frente y al fondo de la plaza, está la escultura al Maestro.
Vista la catedral, decidimos ir paseando, dejándonos llevar, hasta llegar al casco antiguo y la Plaza Mayor. Una vez que visitas lo esencial, o lo que estás pensando visitar, el tiempo posterior es un regalo. La idea era pasear hasta que llegara el momento en el que decidiésemos que era la hora de irnos, aunque esto la mayoría de las ocasiones es que los niños se cansan y quieren sentarse.
Uno de los edificios más bellos de Palencia, a mi juicio, es la Fundación Villandrando, que es hoy en día un centro educativo. Una fachada llamativa por su originalidad. Es un edificio moderno, pero posee elementos góticos, con soportales con capiteles decorados, ventanas venecianas, y en todo la parte alta, un friso cerámico especialmente bello que expone brevemente la historia del edificio.
Palencia posee esa enorme catedral, un centro histórico bello y un edificio modernista realmente atractivo, y posiblemente mil cosas más que no tuvimos tiempo de llegar a descubrir, pero tras girar una esquina tropezamos con la Iglesia de San Francisco, y en ese mismo instante, tanto Pepi como yo coincidimos en que sin saber porqué, a los dos nos pareció haber saltado unos años atrás cuando giramos una esquina y también nos encontramos con una visión similar en el Trastevere de Roma. No sabría decir qué es lo que fue lo que nos trajo ese pensamiento pero a los dos coincidimos en el mismo pensamiento.
Fue avanzando la tarde y yo prefería no llegar de noche a Zamora, así que nos despedimos de Palencia con las ganas de habernos quedando más, pero aún teníamos 150 km por delante. En Zamora tuvimos tiempo a poco. Aparcar, llegar al hotel e ir a picar algo antes de regresar al hotel a descansar, que bien merecíamos. Había sido un día bien largo.
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