domingo, 29 de julio de 2018

Mediterráneo. Una arcadia reinventada.

Tengo la suerte de vivir cerca de varios museos extraordinarios. Para mí es algo importante, y puede que no se entienda o no se comparta pero para mí lo es. Uno de ellos sin duda es el Museo Carmen Thyssen de Málaga que cada cierto tiempo nos regala una exposición para quitarse el sombrero.

En esta ocasión la exposición se titulaba: Mediterráneo. Una arcadia reinventada. De Signac a Picasso. El Mediterráneo era el punto de partida y de unión de obras desde finales del siglo XIX hasta mediados del XX. Más de 60 obras en total. Obras de arte con el Mediterráneo como verbo principal. Entre los cuadros encontramos también piezas cerámicas o estatuas perfectamente emplazadas. 

En esta ocasión me presenté en la exposición casi sin ninguna información. Suelo acercarme a las exposiciones con alguna preparación anterior, averiguando algo de los autores, un resumen de su vida, el nexo que une a las obras dentro de la exposición, pero en esta ocasión no fue así. Acudir al museo esa tarde fue algo tan fuera de previsión que no tuve oportunidad.

No sé si fue bueno o no, pero lo que hallé fue una exposición muy variada donde me encontré con autores en maýusculas y otros de esos que un principiante en arte como yo desconoce, pero que me dejaron un enorme sabor de boca.


Aristide Maillol, Paul Signac, Henri Matisse, Raoul Dufy, Pierre Bonnard, Pablo Picasso, Joaquim Sunyer, Joaquín Torres-García, Josep Clarà, Julio González, Joaquín Sorolla, Hermen Anglada-Camarasa.

viernes, 27 de julio de 2018

Vetusta Morla

Aún vibraban en mis oídos los ecos de los acordes finales de los dos conciertos de Pearl Jam en Barcelona y Lisboa, y ya me encontraba accediendo a otro concierto. En esta ocasión una banda española, Vestusta Morla, que tocaban en el paradisíaco entorno de la playa del castillo de Fuengirola, en lo que viene a ubicarse en los últimos años el Marenostrum Music Castle Park. Un lugar privilegiado de verdad.

No sé si finalmente se colgó el cartel de "todo vendido", pero si no fue así estoy convencido que se rozó. Mi cuñado Francisco (mi habitual acompañante de conciertos) y yo habíamos comprado nuestras entradas con bastante antelación y teníamos asientos en grada, centrados y a media altura, mejor sitio imposible: una cerveza en la mano, una luna en el cielo y el Mediterráneo como fondo. Difícilmente superable. El lugar ya era todo un espectáculo antes de comenzar.

Vetusta Morla vienen montando en la gira titulada "Mismo sitio, distinto lugar" una pantalla gigante detrás del escenario y las interacciones que realiza la banda con la pantalla lo hace todo muy entretenido. Tienen partes del show personalizadas dependiendo del lugar en el que toquen, canciones enteras como si fueran un cómic y un buen número de presentaciones que ofrecen un toque visual original a cada tema.

Una buena manera de pasar una noche.


miércoles, 25 de julio de 2018

Sintra - Cascais

Era domingo y no habían dado las siete de la mañana y ya estábamos en pie. La idea era aprovechar el día lo máximo posible saliendo temprano en dirección a Sintra, Tomamos el desayuno que teníamos incluido en la reserva del hotel y nada más terminar nos recogió en furgoneta una guía en la misma  puerta. Teníamos previsto visitar distintos puntos de los alrededores de la capital lisboeta.

Nuestra primera parada era Sintra, que está como a cuarenta minutos desde Lisboa en dirección noroeste. Nos apeamos frente al Palacio Nacional de Sintra y callejeamos por los alrededores, pero no accedimos al palacio porque no estaba previsto en la visita, aunque no me importó mucho pues ya lo había visitado en nuestra anterior vez en Sintra, porque ésta era nuestra segunda ocasión en la ciudad. Desde la plaza que hay justo delante del Palacio, con sus dos curiosas chimeneas, se tiene una elevada y estupenda panorámica del centro de Sintra.

No muy lejos de allí está Quinta da Regaleira, que un palacete de origen masónico, con referencia a la Orden del Temple, de origen templario. Supuestamente en los jardines de esta finca se podrían haber llevado a cabo ritos de iniciación a la masonería. La arquitectura en el edificio principal como en las edificaciones de los jardines están bien conservadas y no les falta un detalle, y en cada detalle, por pequeño que parezca, se esconde una singular leyenda o una historia curiosa que tiene relación con el sentido masónico de la iniciación.

En los cuidados jardines que rodean el palacio se esconden unas grutas que la leyenda sitúa como principio del recorrido de iniciación a la masonería, en él existen varios caminos y bifurcaciones en las que tomar decisiones. A veces el agua, siempre presente en el bautismo, sirve de indicio para la elección del camino, otras veces la luz como señal de verdad. El jardín es grandioso y las distintas  construcciones que hay en sus rincones tienen una leyenda curiosa. La Fuente la abundancia, el pozo en forma de torre invertida de nueve pisos, que es muy especial, así como las distintas esculturas, o bancos de piedra, o incluso una capilla que vamos encontrando por el recorrido.  Cuando estábamos terminando la visita inesperadamente un chaparrón nos obligó a cobijarnos en el Palacio. En cuanto se debilitó y pasó a ser una ligera llovizna nos acercamos en un salto a la furgoneta y fuimos a nuestra siguiente parada.

La Boca do Inferno es un acantilado en forma de herradura que está como a unos 25 minutos en coche. Tuvimos suerte y aunque había gente no estaba masificado.  El mar estaba calmado y el sol brillaba en todo lo alto. Más que un infierno aquello parecía una piscina de relax, pero yo lo he visto en otras circunstancias y traté de explicárselo a los niños, pero el estruendo del las olas al chocar con la roca es algo imposible de reproducir para mí. Aproveché esa parada para tomarme un café garoto, riquísimo.

Continuamos hacia Cascais, a escasos 2 km. Ya era casi la hora de almorzar. Nuestra guía nos recomendó un sitio en el que probar comida típica portuguesa y le hicimos caso, aunque primero dimos una pequeña vuelta por su centro monumental.

La furgoneta estacionó en la misma entrada de la fortaleza de Nossa Senhora da Luz, junto a la muralla y el ancla junto a la entrada del puerto pesquero. Cascaes es una villa turística cercana a Lisboa, y durante el siglo pasado, junto con Estoril, fue lugar de veraneo de la clase alta portuguesa, por tanto posee edificios señoriales, aunque se puede observar que algunos están, digamos, un poco pasados de moda.

La villa está completamente volcada a la pesca y al turismo. En conjunto podría decirse que  Cascais posee un encanto sosegador. Después de un buen rato paseando por sus calles llegamos a Tasca da Vila, que es el restaurante que la guía nos había recomendado. Cumplió con las expectativas que la guía nos había creado y en cuanto regresamos a la furgoneta le dimos las gracias por la recomendación porque habíamos quedado encantados. La atención fue estupenda y el servicio impecable. Lo recomiendo. ¡El bacalau que me tomé, acompañado con una Superbock, todavía me acuerdo de él y lo echo de menos!

Cuesta despedirse de Cascais porque entran ganas de volver a entrar y volver a recorrer su rincones, sus plazas y lo que más apetece es sentarse en una terraza, pedir una cerveça helada y ponerse a leer y entre capítulos levantar la mirada hacia el alrededor. Los colores pasteles de sus fachadas, la piedra enmarcando las puertas y las ventanas, la decoración serpenteante del piso, semejante a la plaza del Rossio hacen el resto del trabajo. Todo es un envoltorio perfecto para el sosiego del espíritu. Dan ganas de detener el tiempo, y mantenerse allí anclado una eternidad.

Pero había que continuar y bajar la comida, y nada hay que ayude a bajar mejor una buena pitanza que un paseo vigoroso. Y no caigo ahora mismo en un trecho más exageradamente vigoroso que la rampa de acceso al Palacio da Pena. La madre que parió a la cuesta. Si no llegaba ya uno cansado después de las horas de pie en el festival del día anterior, por si fuese poco, ahora la cuesta más inclinada que existe en toda Portugal o casi, nos tocó subirla ahí, encima con la barriga llena. Mientras mi chiquillo la subía dando saltitos de alegría, que parecía que tuviera muelles en lugar de piernas yo parecía arrastrarme. Se reía de mí el hijo de su madre. Todo el oxígeno que me faltaba a mí le sobraba a él, que pareciera que tuviera cuatro pulmones en lugar de dos. Me preguntaba con sorna ¿qué te pasa papá? ¿estás cansado?

El Palacio da Pena es realmente un edificio peculiar. Su arquitectura heterogénea, curioso cruce de neogótico, neorrenacentita, estilo colonial, neomanuelino o incluso detalles de arquitectura islámica hacen del conjunto un popurrí de arquitectura algo que podría pensarse que sería desaliñado pero que en cambio, es una mezcla totalmente intencionada y el resultado es mejor de lo que uno podría pensar.  Su colorido, sus extrañas perspectivas, sus curiosos adornos, todo en general lo hacen un lugar especial. El entorno, en lo alto de una montaña rodeado de un bosque inmenso, es a mi juicio majestuoso. 

Aquí acabó nuestra visita. Nuestra guía nos llevó de nuevo al hotel y allí nos despedimos, y aunque estábamos cansados aún decidimos que teníamos tiempo para coger el tranvía que subía al Castelo San Jorge. Los niños tenían ganas de coger el tranvía. La idea era visitar el barrio de Alfama, e ir bajando deteniéndonos en los múltiples miradores que Alfama ostenta. Ir dejando que la noche se nos fuese echando encima, poco a poco, casi al mismo tiempo que íbamos descendiendo por Alfama. Llegamos hasta Rua da Madalena y desde ahí fuimos saltando de calle en calle en dirección al hotel hasta llegar a  Martim Moriz, pasando por Praça Figueira. Cenamos algo ligero y a descansar al hotel.

Prácticamente el viaje llegaba a su fin. A la mañana siguiente después de desayunar paseamos por las tiendas buscando algunos recuerdos para nuestros familiares, así como probar algún pastel de último momento. Nos despedimos de Lisboa y nos dispusimos a regresar de vuelta a casa. Por el camino paramos a comer en una venta. Todo salió bien y disfrutamos de un viaje estupendo. Irrepetible.



domingo, 22 de julio de 2018

El NOS Alive en Lisboa

Amaneció el día algo nublado en Lisboa lo cual era una buena noticia si la idea era asistir a un festival de rock a pasar un buen número de horas a la intemperie y bajo el Sol, especialmente si teníamos en cuenta que estábamos a mediados de julio. 

Lo primero que hicimos esa mañana fue comenzar por el principio y desayunamos copiosamente en el bufé del hotel pero sin demora, porque seguidamente nos dirigimos de nuevo a la Praça del Rossío, junto a la fuente frente al edificio del Teatro Nacional, donde arrancaba la visita guiada a la que estábamos todos apuntados.

Tras las primeras presentaciones y una breve explicación inicial de la misma plaza, visitamos el monumento situado frente a la Iglesia de Santo Domingo, dedicado a los millares de víctimas judías asesinadas en una masacre llevada a cabo en el año 1506. Desde allí y mientras el día se aclaraba de nubes, giramos de nuevo de vuelta a la plaza y nos introdujimos en la estación de tren de Rossío, que posee una extraordinaria fachada neomanuelina, aunque la verdadera razón de acceder a la estación de trenes de Rossío era ahorrarnos cuestas, porque Lisboa tiene pendientes para dar y regalar. Por eso uno de los consejos principales y que más rápidamente suma seguidores en Lisboa es usar los atajos de esfuerzos que ella ofrece. Las escaleras mecánicas de la estación de Rossío es un recorte de esfuerzos nada despreciable.

De manera que subimos por las escaleras mecánicas de la estación de trenes y salimos justo a la entrada de la Calçada Do Duque, y desde allí ascendimos una pronunciada cuesta que nos llevaba a una de las plazas con más historia de la capital portuguesa, Largo do Carmo.

La Plaza do Carmo fue centro de la Historia en mayúsculas de Lisboa. En el Cuartel do Carmo, sito en la misma plaza, el 25 de abril de 1974, se puso punto y final a la dictadura de Salazar. Nombres como António de Espínola, Salgueiro Maia o Celeste Caeiro son parte principal y singular grabada para siempre en la historia portuguesa. Nuestra guía nos resumió la historia, ofreciéndonos un lienzo a trazos de los principales acontecimientos de aquellos días, con sus tanques, sus claveles, sus curiosidades y sus consecuencias. Todo muy interesante.

En el centro de la plaza se encuentra una magnífica fuente barroca, y también en la misma Plaza do Carmo, estaba el Antiguo convento do Carmo, que era el templo gótico más importarte de Lisboa hasta que el terremoto de 1755 lo tiró abajo y lo dejó en las ruinas que es hoy. Actualmente alberga el Museo Arqueológico de la ciudad, que no visitamos.

Continuamos nuestro camino siguiendo los pasos de nuestra guía, cortando por calle abarrotadas de comercios hasta llegar al Largo de Chiado, junto a la Praça Camoes. En cada plaza nos deteníamos y la guía nos iba explicando las singularidades de cada una. Bajamos por el Largo do Chiado, que es uno de los lugares más turísticos de Lisboa. Allí se encuentra la cafetería Brasileira y sentado en una de sus mesas está la escultura de Pessoa, que es una las fotografías más perseguidas de la ciudad. Al final de la calle, giramos a mano izquierda desde donde se tiene una espléndida vista del Elevador de Santa Justa. La Baixa es a mi juicio una de las zonas con más vida de la capital lisboeta.

Giramos junto al Elevador por la Rua Santa Justa hasta la Rua Augusta que se encontraba atestada de gentío y la recorrimos entera hasta la Praça do Comercio donde nuestra guía despidió su visita. Después de disfrutar de la maravillosa Praça y de retratarnos con los teléfonos en casi todas las perspectivas decidimos buscar un sitio donde descansar los pies y tomar el almuerzo.

No muy lejos de la Praça do Comercio encontramos un restaurante que cumplía nuestros requisitos. El mío era tomar bacalao dorado. ¡Riquísimo! Después del almuerzo nuestras santas se fueron con los niños en taxi dirección al Oceanário de Lisboa mientras que mi cuñado Francisco y yo, en tranvía, fuimos directos al festival Nos Alive, del que hacía meses que teníamos entradas para ese día.

En el festival habíamos quedado con unos amigos que también habían venido desde la península a ver el festival, y para más señas a Pearl Jam, con ellos coincidí en Barcelona y ahora también en Lisboa. Ellos estaban ya allí cuando nosotros llegamos, algo así como en tercera fila delante del escenario. Eso sí, de pie. Primero vimos a The Last Internationale, después a Alice In Chains, Franz Ferdinan, Jack White y por último a Pearl Jam, que ofrecieron un conciertazo difícil de olvidar. En total unas once horas de pie, literalmente, pero sarna con gusto no pica, dicen.

Cuando terminó el concierto nos encontramos con otros conocidos, a los que saludamos y comentamos el concierto y poco más. Nos acercamos a ver un par de canciones de At The Drive In y nos marchamos en busca de un transporte que nos devolviera -lo que quedaba de nosotros- al hotel. Era tarde y había sido un día largo e intenso a la vez que irrepetible, además al día siguiente debíamos madrugar. Apenas tres horas de descanso se asomaban a nuestra noche.

sábado, 21 de julio de 2018

Llegada a Lisboa

No habíamos aún deshecho la maleta de nuestra escapada en Barcelona y ya comenzamos a rehacerla para visitar Lisboa, en esta ocasión con la familia al completo y con María José, Francisco y  Celia. La idea era bien sencilla: visitar todo lo que pudiésemos de Lisboa y alrededores y entre monumento y visita guiada asistir al NOS Alive, un festival en la cercana localidad de Oeiras en el que actuarían Pearl Jam, Jack White, Alice in Chains, The Last International y Franz Ferdinand entre otros. Sí, lo sé, Pearl Jam otra vez.

A Lisboa llegamos por carretera. El hotel estaba estratégicamente bien ubicado en el mismo centro de Lisboa, a escasos metros de la plaza del Rossío, de manera que lo aparcamos al llegar y lo sacamos al salir.

Una vez bien instalados en el hotel lo primero era ir a almorzar. Fuimos a un restaurante cerca de la Praça do Comércio. Después de rebañar concienzudamente el plato de arroz caldoso y liquidada una cerveza helada ya estábamos recuperados y dispuestos  para coger el tranvía que nos llevaría de camino al Monasterio de Los Jerónimos en Belém. Era mi segunda ocasión en el Monasterio y la verdad es que no pondré ninguna pega si cuadra otra ocasión en la que volver. El Claustro es una obra de arte absoluta. En el interior del Monasterio están las tumbas de Vasco de Gama o de Fernando Pessoa.

Una vez terminada la visita del Monasterio de Los Jerónimos atravesamos la Praça do Império, contemplamos desde bien cerca el Monumento a los Conquistadores así como la Torre de Belém y el Puente del 25 de Abril, por el que habíamos llegado a Lisboa pocas horas antes. 

Después de tan sugestiva visita decidimos descansar los pies y no hay mejor lugar para descansar los pies en Belém que delante de un café y un pastel de Belém, que es uno de los pasteles que más me gustan de todos los que he probado en mi vida, que se dice pronto. Se supone que son originarios del Monasterio pero hoy se venden en una concurridísima pastelería que lleva el nombre poco imaginativo de Pastéis de Belém, fundada en 1837 según reza en el toldo azul de la entrada. Regresamos en el tranvía hasta la Praça do Comércio y desde allí callejeamos admirando la cuadriculada distribución de las calles. Dimos unos cuantos rodeos a propósito alrededor del hotel, con el fin de reconocer la zona y tener situado un poco el plano de la ciudad en nuestras coordenadas mentales. 

Lisboa en agosto y con un festival de música como el NOS estaba llena de gente, especialmente de gente joven. La noche fue cayendo sobre nosotros y el cansancio fue ganando terreno, principalmente en los pequeños. Tanto fue así que Miguelito se quedó dormido con la cabeza apoyada en la misma mesa donde había cenado en una hamburguesería en Rossío, y fue caminando sonámbulo, guiado por mis manos sobre sus hombros hasta la mismísima habitación del hotel, atravesando toda la Praça Figueira. De la mesa a la cama. ¡A la mañana siguiente cuando despertó no recordaba nada!

miércoles, 18 de julio de 2018

Pearl Jam en Barcelona

Hacía mucho tiempo que tenía en la agenda anotada en rojo la fecha del concierto de Pearl Jam en Barcelona, incluso antes de que se anunciaran la fecha del concierto  todo estaba aún en el aire, ya estaba ilusionado con el concierto. Hacía más de ocho años desde que los disfruté por última vez en directo y ya para entonces tuve que volar hasta Londres y verlos en el Hard Rock Calling. Ha llovido.

En esta ocasión mi acompañante era Pepi, que aunque no es una devota de la banda de Seattle sí que conoce casi todos los temas. Y es que me paso todo el día con la música puesta por casa y no le queda más remedio que escucharlos, y de tanto escucharlos se los ha ido aprendiendo. Digamos que yo dirijo la banda sonora de su vida, y bueno, en realidad de casi de todos los que comparten casa, coche o trabajo conmigo.

Además, la idea no era ir al concierto solamente, sino aprovechar la escapada y quedar con amigos que tenemos por Barcelona y escaparnos aunque sólo fuese un par de días de la rutina diaria y hacer algo de turismo. 

Una de las principales ventajas del concierto de Barcelona era que no iba a ser un festival, sino un concierto propio, con ellos como único artista, sin ni siquiera teloneros, lo que supondría probablemente un concierto con mayor duración, como así fue finalmente. Casi tres horas de concierto y 30 canciones.

En un sorteo en el TenClub conseguí un par de entradas de pista, de manera que nos iba a tocar luchar por una posición. Ya el mismo día del concierto quedamos con unos amigos para almorzar, echar un buen rato charlando y comentar lo que esperábamos del concierto. Después fuimos directos a recoger nuestras entradas y para hacer cola a ver si pillábamos una ubicación cercana al escenario.

Finalmente sí que conseguimos una buena ubicación cerca del escenario, algo así como en sexta o séptima fila,  algo escorados hacia Stone Gossard. Un sitio que hubiera cambiado por pocos en el Palau Sant Jordi.

Desde la primera nota del concierto, y esto suena a frase hecha, pero es que para mí realmente fue así, porque la primera nota de Long Road, que es una nota grave y prolongada, ya se me pusieron los pelos de punta. Desde ahí fueron cayendo una tras otra canciones que han sido y siguen siendo grandes hits de mi vida: Small town, Do the evolution, Nothing as it seems, Evenflow, Oceans, Light years, Jeremy, Go, State of love and trust, Porch, Come back, Black, Once, ... una tras otra fueron completando un setlist que podría ser mejorable -cuestión de gustos-, pero desde luego fue muy completo.

Vimos casi todo el primer set del concierto desde la parte delantera. El calor llegó a ser asfixiante, estábamos empapados de sudor ya casi desde la primera canción y en el tramo que une Go y State of Love and Trust se intensificaron los empujones. Me dio cosa verme envuelto en una avalancha con mi mujer en medio y nos retrasamos hacia detrás con la idea de poder disfrutar del concierto sin empujones ni agobios. Nos situamos junto a la mesa de sonido y disfrutamos el resto del concierto de lo lindo. Un gran concierto que me llevo en el recuerdo.

Ya sólo quedó despedirnos de los amigos, coger un autobús que nos llevó cerca del hotel y descansar el día tan ajetreado.