jueves, 31 de agosto de 2017

Ben Harper en Marbella

Una de las agradables sorpresas del verano -otra más- fue la visita de Ben Harper al festival Starlite de Marbella. Un evento que no tenía intención dejar pasar. 

Allá por 2010 en el Hard Rock Calling celebrado en Hyde Park de Londres pude ver por primera vez a Ben Harper. En aquella ocasión venía acompañado con su banda Relentless7 y llegaba defendiendo en directo su recién editado álbum White lies for dark times. Guardo grandes recuerdos de aquella fecha.  En realidad a aquel festival fui para poder ver a Pearl Jam. ¡Qué gran recuerdo! Qué maravilloso Red Mosquito interpretaron juntos Pearl Jam y Ben Harper. Y además fue en la mismísima fecha de mi cumpleaños. Antes de la actuación de Pearl Jam, Eddie Vedder se unió a Ben Harper and Relentless7 e interpretaron el tema que compartieron Bowie y Queen, Under Pressure. ¡Fue un momento irrepetible!

Pero a Marbella Ben Harper vino sin banda, solo con sus guitarras y su silla. Un concierto imprevisible, porque tampoco venía para presentar ningún disco especialmente. Tan solamente su sobria discografía en el bolsillo y algunas versiones preparadas.

Lo primero que hizo Ben Harper al subir al escenario fue pedir perdón por el presidente que su país había dado al mundo. Explicó que se sentía tremendamente avergonzado. A partir de ahí todo fue un concierto maravilloso, con un Ben Harper muy inspirado, de muy buen humor y entregado. Los regaló algunos temas clásicos que todos esperábamos como Diamonds on the inside, Another lonely day, With my own two hands, Amen Omen, o Welcome to the cruel world. Además interpretó algunos de mis temas favoritos como Excuse me Mr, Call it what it is o la siempre dulce cover del Sexual healing de Marvin Gaye.

Por si fuese poco, con la excusa del concierto me reencontré con amigos con los que por la distancia no siempre es fácil quedar.


miércoles, 30 de agosto de 2017

El Sunset Limited - Cormac McCarthy

Hace tiempo que no escribo sobre nada sobre lo que leo, y aunque es cierto que cada vez la vida -y mis circunstancias-  me van dejando menos tiempo para leer, igualmente intento dejar un hueco en el día para leer.

Cormac McCarthy es uno de esos escritores que tienen un sello especial, distinto. Éste libro es un buen ejemplo de ello.

No sabría decir si es una novela perfectamente adaptable a teatro, o si es una obra de teatro perfectamente considerable como novela. En cualquier caso, da igual. Es una obra fabulosa, sobre un tema escabroso, pero mirándolo de cara, sin tapujos ni remiendos. 

Dos voces, dos pensamientos que están totalmente enfrentados, que difieren enormemente en sus planteamientos,  pero que son capaces de sentarse uno frente al otro, sin necesidad de llegar a ningún punto en común, ni de buscar ninguna salida, simplemente comprenderse, entender las causas y los fines. Un libro tremendamente vivo, hoy y en los próximos siglos. Muy recomendable.

martes, 15 de agosto de 2017

En las Alpujarras granadinas

Hacía ya bastantes años que no visitaba Las Alpujarras. Unos meses antes unos amigos nos comentaron la posibilidad de visitarla juntos, y a todos nos pareció una estupenda idea, aunque lo cierto es que no nos venía muy bien porque estábamos algo apretados tanto de agenda como de economía, pero hicimos un esfuerzo y nos regalamos una escapada de dos noches. Nos alojamos en la Villa Turística de Bubión, en unos apartamentos de dos plantas bastante acogedores situados en la parte alta de la villa.

Para llegar a Bubión hay que atravesar una buena cantidad de precipicios y muchísimas curvas, pero bien merece la pena. Es increíble lo cercano que tenemos de casa unas montañas tan abruptas y llenas de vegetación. Si no fuera por las edificaciones típicas de los pueblos blancos, tan similares a las que tenemos cerca de nuestra localidad, parecería que estuviéramos visitando un país extranjero.

Estas escapadas son necesarias, casi que diría que obligatorias. O deberían serlo. Respirar el aire puro de la sierra, alejarse de la cotidiana costumbre de las facilidades de las tecnologías, disfrutar relajadamente de las páginas de un libro escuchando de fondo el susurro de la brisa en la copa de los árboles, con el acompañamiento del rumor de las fuentes o el suave discurrir de la corriente del río, y si a todo lo anterior, además, lo aderezamos con compañía agradable y estupendas viandas y alguna siesta. Poco queda por añadir.

Nada más llegar a Bubión, una vez aparcado y dejado el equipaje en la villa, fuimos a almorzar. De regreso en una pequeña tienda donde vendían jarapas y vestimenta diversa realizada con lana, así como multitud de artículos naturales, encontré casi en una esquina en el suelo, junto con un montón de libros, Al sur de Granada de Gerald Brenan. Me hice con ella. Fue una de esas alegrías tontas de la vida.

El segundo día decidimos visitar Capileira y nos acercamos a pie. Lo cierto es que están muy cerca los dos pueblos. En apenas media hora se realiza el trayecto, aunque nosotros tardamos un poco más porque fuimos asomándonos a los miradores y porque éramos seis adultos y cinco niños, y quieras o no te entretienes. Entretenerse era en realidad parte del encanto. En Capileira, mientras los demás descansaban tomando un refresco, Sofía y yo decidimos -o más bien Sofía me convenció- realizar la ruta de las 12 fuentes. No la hicimos completa, pero casi. Echamos un buen rato juntos.

Todo los recuerdos de estos días son agradables salvo un par. El primero fue el susto que nos dio Pepi al resvalar por las escaleras, que aunque no le sucedió nada grave, se hizo un moratón en el trasero del tamaño de un generoso chuletón de buey. Luego yo, para no ser menos, también me caí caminando por el arcén de la carretera de camino de vuelta de Capileira. Metí la pata donde no debía, nunca mejor dicho, y caí doblándome la muñeca y me hice varios rasguños, pero poca cosa. Aquí seguimos ofreciendo batalla.

domingo, 13 de agosto de 2017

James Rhodes en el Teatro Cervantes

Vino James Rhodes al Teatro de Cervantes de Málaga a tocar el piano. Soy un amante de la música de piano.  A menudo en casa me pongo música de piano y desde que tengo Spotify más aún. Así que en cuanto vi la posibilidad de asistir al concierto no dudé. Me pillaba en vacaciones y aunque al día siguiente habría que madrugar, no importaba. Mi amigo Miguel también se apuntó.

Teníamos una ubicación ideal. Lo suficientemente cerca para comprobar su intensa capacidad de abstracción y lo suficientemente descentrados para poder ver esa concentración tomar forma en sus virtuosas manos. Rhodes fue intercalando piezas de Chopin, Bach (incluida su Chacona), e incluso Puccini.

Entre canción y canción Rhodes se levantaba de su taburete, con su ya clásica camiseta negra de Bach, cogía un micrófono que tenía apoyado en el suelo junto al piano, y nos introducía la siguiente pieza. Te contaba  a grandes trazos qué motivó al autor a escribir la obra, bajo qué circunstancias, o qué suponía aquella obra en el momento en el que se escribió. A cada obra una pequeña introducción. Muy ameno.

Quiso volver varias veces, muy agradecido, a interpretar bises. Después del concierto se sentó en una mesa a firmar sus libros. A mí me firmó el segundo, el primero lo dejé en el coche, pensando que no saldría a firmar. Me hubierta gustado que me firmara su Instrumental, pero bueno, otra vez será.

Después del concierto Miguel y yo fuimos a cenar, a darnos un pequeño homenaje. A añadir placeres.