sábado, 31 de octubre de 2015

Una Mica

Lo reconozco, tomo más cervezas de la cuenta. Quiero decir que probablemente debería tomar una cantidad inferior de cervezas a la semana, seguro que sí. Es un dato que no he consultado en ninguna web ni en ningún tipo de documento, pero estoy completamente seguro que la OMS cree que tomo más cervezas de la cuenta. No necesito constatarlo. Seguro que es así, pero qué hacer si tengo un compromiso personal en este blog. Me comprometí a presentarles una cerveza cada mes, y aunque algún mes he fallado, por lo general estoy aquí puntualmente para el caso. Así que no puedo defraudar a mis lectores, y sobre todo y más importante, no quiero.

De manera que hoy les presento una cerveza que he probado recientemente. Fue en el viaje de este verano por España. Íbamos, creo, en dirección a Burgos y paramos en una gasolinera a tomar un café y a visitar el baño. En la gasolinera vendían la cerveza y no pude resistirme. Me compré la versión tostada.

La Mica es una cerveza artesanal elaborada en Aranda de Duero (Burgos), sin filtrar ni pasteurizar. Mirando la botella al trasluz, se pueden ver los sedimentos propios de la carbonatación. Sus ingredientes son agua, malta de cebada, lúpulo y levadura. Según leo en la etiqueta "la mica es un mineral característico de la Sierra de Fuentenebro (Burgos) un lugar rico en minerales, donde cultivamos junto al Duero una cebada muy cuidada para elaborar esta cerveza única."

Lo cierto es que su sabor es intenso y la espuma muy tostada, aunque poco duradera. Contiene un 4,9 % de alcohol, que es muy equilibrado para ser tostada,  y no sé si volveré a catar en mi vida, pero me encantaría.

domingo, 25 de octubre de 2015

Vuelta a la normalidad

Poco a poco voy retomando el acomodado ritmo de la normalidad. Los días parecen crecer en la dirección correcta hacia el descanso rutinario. Los fines de semana regresan con parsimonia y desdén, y desde antes de asomar la esquina de sus primeras horas ya está uno imaginando y maquinando en la cabeza todo aquello que pretende llevar acabo en él. Evidentemente cuantos más planes uno desea realizar, más complicada se convierte la tarea, por eso, la mejor forma que conozco para exprimir al máximo cada hora de los días, es dejando en blanco la programación de las tareas.  Nada de planes. El caótico e imprevisto beneficio del azar gobernando el limpio panorama de las horas por llenar.

Una ducha caliente, comprar el pan, el café entre las manos, consultar la prensa, dar un paseo por el rastro, preparar el almuerzo sin las prisas que aprietan los estrictos horarios de los días laborables. La riqueza completa de las horas vacías a nuestros pies. Cada tarea se enriquece sin las prisas, sin el agobio de los rígidos horarios que atan de pies y manos nuestro día a día.

Los fines de semana son como el descanso de regresar a casa tras un largo viaje. Y de entre todos los fines de semana uno que marca una gran diferencia con el resto, es el último de octubre. En él se da por terminado el verano definitivamente. Recién acabó la feria de mi localidad, y ya puedo ponerme a dieta y, como si no fuese suficiente, además, este fin de semana contiene una hora más. Habrá que disfrutarla.


domingo, 18 de octubre de 2015

Irrational Woody

En una semidesértica sala de cine en sesión matinal he visto esta misma mañana la última película del maestro de Brooklyn, Irrational man. Una película firmada por Woody Allen siempre merece una visita en salas.

Irrational man es irónica, perspicaz, en ocasiones sorprendente, bien interpretada, con exteriores hermosos e interiores elegantes (yo me quedé enamorado de un restaurante que sale en la película y ¡qué interiores!). El guión no es excesivamente complejo pero tampoco simplista, sin embargo es tremendamente perversa.

Un profesor de filosofía universitario, (Joaquin Phoenix) algo aficionado al alcohol, que vive desorientado una vida sin sentido, casi tocando fondo, busca un sentido que no sabe encontrar. Alrededor de su vida, una soñadora compañera casada infelizmente (Parker Posey), una joven estudiante enamoradiza (Emma Stone) y un buen número de mentiras y engaños. Piensen lo que quieran que no acertarán.

No sé si esta película pasará a la historia del cine, pero a mí me ha dejado un muy grato recuerdo. Ya estoy deseando que Mr Allen nos ofrezca otra clase, porque una película de Woody Allen es una de esas cosas que me hacen feliz.



sábado, 17 de octubre de 2015

Puro sentimiento

Tras regresar del cultural y veraniego viaje que hice junto a mi familia por las Castillas de España,  menos de dos meses después, el día 10 de octubre, en plenas fiestas de mi localidad, fui con mi cuñado Francisco a Barcelona, concretamente al último de los cuatro conciertos que U2 ofrecía en Barcelona, que fueron también los únicos de España.

Francisco es un gran fan de U2 desde sus imberbes orígenes hasta nuestros días. Es seguidor fiel como pocos. A mí la banda irlandesa también me gustan, y bastante, pero reconozco que no tengo una pasión tan febril como la suya. Escucho sus discos y los disfruto pero no llego a aprenderme todas letras y en ocasiones ni siquiera los títulos. Él, en cambio, compra casi todo lo que U2 publica desde hace décadas. Los sigue y los disfruta siempre que puede. Hace meses me comentó la posibilidad de ir a Barcelona a verlos, en un espacio más reducido como es el Palau San Jordi y no en un estadio de grandes dimensiones como las dos veces en las que yo los había visto anteriormente, en el Vicente Calderón. Él además de en esas dos ocasiones, si no me equivoco, los vio en Sevilla y en el Camp Nou, pero tampoco nunca los vio en un recinto reducido. A los dos nos agradaba la posibilidad.

Finalmente gracias a su implacable empeño y mejor hacer -dinero aparte- conseguimos un par de entradas para la cita. Añadimos un par de billetes de avión, un hostal económico y allí nos presentamos. 

El concierto resultó formidable. No sé si decir que el mejor de los tres que ya he visto, pero sí el que he vivido más intensamente y desde más cerca.

Aterrizamos en Barcelona la misma mañana del concierto, y tras dejar las mochilas en el hostal, y sin prisas pero sin pausa llegamos a los aledaños del Palau. Compramos una camiseta cada uno y nos dispusimos a hacer cola. Casi dos horas después y una vez dentro del Palau San Jordi,  nos situamos muy cerca de la pasarela que une el escenario principal con el escenario secundario y la verdad es que la situación fue un acierto. No pudimos disfrutar como era debido de la pantalla gigante que había sobre la pasarela, pero, en cambio, pudimos gozar de sentirnos en el mismo centro del concierto. Si te gusta la música y muy especialmente la música en directo, ver a una banda de rock desde la primerísima posición es un sentimiento indescriptible. Además de que, por circunstancias que no vienen al caso, gran parte del concierto, o al menos la parte animada del concierto, sucedió frente a nuestras narices.

Una vez finalizado el concierto, mientras bajábamos en nuestra salida del Palau hacia la Plaza de España, con una cerveza en la mano, me sentía contento por lo vivido, exultante por seguir acumulando experiencias, por añadir otra muesca más en el córtex de mi cabeza, reconociendo una vez más algo que ya sabía pero que no viene mal recordar, que no hay mejor forma de invertir el dinero que en sentimientos. Y la música en mi vida es puro sentimiento.

Pd: La foto de The Edge la hizo Francisco.

viernes, 9 de octubre de 2015

Pasos de cebra

Aquí en el sur, o al menos en mi sur, que es el de España y en parte también el de Europa, en Málaga, los últimos días de septiembre y los primeros de octubre atesoran la temperatura más agradable del año. Entre abril y mayo se dan simétricamente las mismas circunstancias. En las primeras horas del día, cuando bajo a paso sosegado hacia el trabajo, todo lo que me rodea parece  estar envuelto en una perfección irreal, nada está envenenado aún, las calles aún permanecen limpias, los pájaros buscan alegremente el sustento de sus crías, los niños van al colegio de la mano de sus madres y hermanos, perfectamente peinados con su raya al lado, oliendo a perfume infantil. Por el camino me cruzo con conocidos con los que saludo los buenos días cordialmente. Se cede el paso con educación vial en los pasos de cebra, el olor a pan recién hecho inunda el aire y delante de las cafeterías el olor es absolutamente cautivador. Todo esto, unido a la música que llevo enchufada a los oídos conjuntan un verdadero placer. Parte de la esencia de la felicidad.

Pero de alguna manera, poco a poco, las horas avanzan tirando de la mañana y las personas van torciendo el gesto, cambiando el humor, y el calor empieza a apretar y la gente va encabronándose de tal manera que cuando regreso a casa ya nadie respeta los pasos de cebra.
 

miércoles, 7 de octubre de 2015

Culpa - Ferdinand von Schirach

Justo antes de ponerme a escribir esta entrada sobre el último libro que he leído, Culpa de Ferdinand von Schirach, consulto qué fue lo que escribí sobre el libro anterior del mismo autor muniqués (más que nada para no repetirme) y tras leer la última frase de aquello que escribí me quedo algo aturdido.

"No tardaré en leer su siguiente libro". Esa fue la última frase escrita por mí tras contarles lo que me pareció el primer libro de Ferdinand von Schirach (Crímenes). Evidentemente, cualquiera que lea aquello y compruebe que dos años y unos días después son para mí "No tardaré en leer su siguiente libro" creerá que después de esa afirmación tan alegre he perdido toda mi credibilidad, que creo que ya la tenía bastante denostada, o bien -en el mejor de los casos- creerá que mi noción del tiempo hay que tomarla bastante a la ligera. 

Estoy seguro que mi intención cuando terminé aquel primer libro de relatos era esa, no tardar en leer su siguiente libro, sin embargo estoy también seguro de que se me fueron cruzando otros libros por en medio, otros quehaceres y obligaciones y el tiempo (siempre tan relativo) se fue estirando como en la espiral de entrada a un agujero negro, y poco a poco, sin darme cuenta, el libro se fue quedando atrás en la fila, o abajo en la torre de libros, según se mire.

La realidad es que ahora me oculto detrás de que más vale tarde que nunca y que ya por fin he terminado de leer la segunda entrega, Culpa. Un libro que es una especie de continuación al anterior. Da igual cual de los dos se lea antes porque no son novelas, sino relatos. Ambos a mi juicio muy buenos.

Personalmente me gustan mucho los relatos de Schirach. Son concisos, con detalles precisos, donde se relatan historias inesperadas a pesar de que son hechos reales y tienen ese brillo que ostentan las páginas limpias y bien trabajadas. Un libro que si tengo una vida medio larga recuperaré algún día, a pesar de que no soy mucho de relecturas. Hay tanto por leer.

Pd: Hoy es el cumple de mi pequeño. Siete años cumple. ¡Cómo pasa el tiempo! Además hoy comienza la feria. Hoy soy todo para él.

lunes, 5 de octubre de 2015

El Parque Warner, el Santiago Bernabéu y Almagro

Para la parte final de nuestro viaje por España dejamos lo que creiamos que era lo que más ilusión le haría a los niños, visitar el Parque Warner Madrid. No nos equivocamos.

No despertamos demasiado temprano ese día pues la noche anterior nos habíamos acostado algo más tarde lo que venía siendo habitual  y como desayunábamos en el mismo hotel, pues no era necesario madrugar tanto. Nos pusimos ropa cómoda y deportiva para la ocasión y nos montamos en el coche en dirección al Parque Warner. Cuando los niños nos preguntaron que hacia dónde nos dirigíamos les contestamos que a un castillo y ellos tan anchos con nuestra respuesta no hicieron ni media pregunta más. Nos estábamos acercando por la carretera y muchos carteles señalaban el camino hacia la Warner, pero ellos no se percataban de nada y hasta que no estábamos en la mismísima puerta de acceso al parque temático no se dieron cuenta. ¡Vaya sorpresa que se llevaron!

Pasamos el día completo en el parque. Desde casi primera hora de la mañana hasta la última hora de la noche, cuando para finalizar lanzaron fuegos artificiales. No paramos nada más que para ver algún espectáculo y para almorzar. Prácticamente pasamos todo el día de un lado del parque para otro, riendo, disfrutando a pesar del calor, que era sofocante, pero como en el parque hay varias atracciones que son de agua, al montarte salías de ellas empapado y así se hizo más llevadero.

Al entrar compramos (aparte de la entrada) unas pulseras que servían de pases para evitar colas, que si bien no te evitaban todas las colas, al menos sí te la acortaban muchísimo. Los niños lo pasaron en grande y los mayores también disfrutamos lo nuestro. El regreso al hotel lo hicimos, como digo, a última hora y los niños cayeron en un sueño profundo desde la primera curva y aún habría que aparcar el coche, ir al hotel y bañarse antes de caer desplomados sobre la cama. La vida del turista, en ocasiones, es una auténtica paliza.

Para nuestro último día del viaje sólo programamos dos paradas. La primera era visitar de nuevo el Bernabéu, pero en esta ocasión visitar el museo y todas aquellas zonas que están habilitadas en el tour: los vestuarios, la sala de prensa, los banquillos, el área mixta, la salida al césped y especialmente las salas de trofeos, que a los niños los dejó boquiabiertos. Les encantó la visita. Para abandonar el Bernabéu es obligatorio pasar por la tienda (no hay atajo que lo evite) donde recogimos unas  fotos que nos habíamos hecho antes con la Décima. Y también compramos un un balón oficial para Miguelito. El Bernabéu es una máquina perfectamente engrasada para sacar dinero.

Después de esta visita tan futbolera comenzaba el trayecto de retorno a casa. Tan sólo habíamos previsto una visita por el camino: Almagro, que está a poco más de dos horas desde Madrid.

Llegamos a Almagro por carreteras desoladas y aparcamos en una de las bocacalles de la Plaza Mayor de Almagro. Parecía una ciudad abandonada, completamente muerta. Lo primero fue contemplar brevemente la plaza mayor, pero inmediatamente después entramos en unos de los bares que en la misma plaza localizan su terraza. Entramos, digo, en el Bar El Gordo. Desde luego el hombre que nos atendió tenía una buena cintura.

Nada más terminar con los postres nos acercamos a visitar el Corral de Comedias, en cuyo precio de entrada se incluía la audioguía. Miguelito no pagó, y por eso tampoco nos facilitaron una audioguía para él, a pesar de que la pedí, para que no se me aburriera. Me dijo que no era posible. Uff pensé, ahora vamos a tener a Miguelito en el Corral de Comedias aburrido. Creo que subió las escaleras al palco como unas diez veces. Escaleras para arriba, escaleras para abajo. Creo que la mujer se arrepintió de no haberle dejado la audioguía. La explicación que se daba en el audio, por cierto, era interesante.

Paseamos por el centro y nos acercamos al Parador de Almagro, antiguo Convento de Santa Catalina. Allí tomamos un café antes de regresar al grisáceo asfalto del camino de vuelta. El viaje se acababa. Pocos kilómetros nos quedaban por descontar. Bueno, no tan pocos, unos cuatrocientos. Estábamos allí, en el parador de Almagro pero nuestras mentes ya bajaban camino de vuelta a casa. En realidad todos estábamos deseando llegar, pero al mismo tiempo nos daba una pena enorme acabar con este viaje. Paramos un par de veces en ventas de carretera, para hacer necesidades y para cenar. La noche nos envolvió en su boca de lobo. El coche no nos había dado ningún problema y todo había salido bien. No olvidamos nada en ningún hotel. Nadie se puso malo. Todo fueron buenas noticias. Un viaje que recordaremos el resto de nuestros días. Especialmente mi santa y yo.