lunes, 27 de marzo de 2017

Glen Hansard en Granada

Un buen día, uno de esos días insulsos, monótonos y sin sustancia, de esos que pasan sin pena ni gloria en el calendario, de repente, sin venir a cuento, puede transformase en un santiamén en un día especial. Sólo hace falta un sonido, un ding en el móvil. Y así, exactamente así, fue como ocurrió.

Recibí un WhatsApp de un amigo -¡gracias Iñaki!- con un aviso: Glen Hansard venía de gira a España y se acercaba a Granada. ¡Bang! Y encima sería un sábado. ¡Bang! ¡Bang! En solitario, en concierto propio y en una sala. ¡Bang, Bang BANG! Había que andarse listo así que lo primero era rápidamente escoger un hotel por Internet, alguien que nos hiciera de canguro (los abuelos) y a comprar las entradas. Unos pocos pasos bien medidos y todo caería por su propio peso.

Varias semanas más tarde allí estábamos, en Granada de nuevo, en esta ocasión sin los niños y con un amigo que a última hora pudo unirse a nosotros para disfrutar del concierto. Además nuestro amigo, Iker,  como es asiduo de Granada nos sirvió de Cicerone por tan bella ciudad.

Imaginen el plan. Pasear, tomar cervezas, comer bien, charlar, un buen concierto y Granada de fondo de escenario. En la ida desde Málaga a Granada incluso paramos en Fuentevaqueros para visitar la casa natal de Federico García Lorca.

El concierto estuvo genial. Fue la primera vez que veía a Glen Hansard en directo, y aunque creo que hubiera preferido verlo acompañado de banda, la verdad es que el concierto estuvo muy, muy bien. De teloneros estuvieron tocando un dúo llamados Escuchando Elefantes, que más tarde se unieron a Glen Hansard en algún tema. No tocó todas las que yo deseaba, pero casi. Come back soon Glen.


El setlist del concierto lo puse aquí: Setlist concierto de Glen Hansard en Granada.
 

lunes, 20 de marzo de 2017

En el Pompidou de Málaga

Visité el Museo Pompidou, o el Centre Pompidou de Málaga con un poco de desconfianza. No soy enemigo del arte moderno, ni mucho menos, pero las peores obras que he visto las he visto en estos museos, aunque también he disfrutado de grandes obras maestras. Pero lo poco que había escuchado no era muy alentador.

La entrada fue gratuita, y es que los domingos por la tarde la entrada es libre, y como fuimos a esa hora no tuvimos que pagar.

El edificio me pareció más amplio de lo que esperaba, y estaba pensado para que la luz natural inclinase sus sombras sobre el suelo de las salas, sin perjudicar sus delicados óleos. Bien pensado todo. Bien repartidos los espacios y aprovechados al mismo tiempo. Un placer vagar por las salas.

Siempre he creído que hay obras que necesitan su tiempo, que hay que ofrecerles un espacio, una distancia, y hay que ir entendiéndolas, dejarlas que se expliquen. Ir y volver a ellas. Otorgándoles sus descansos para al regresar dejar que te hablen más en su idioma que en el tuyo. Crear una conversación intermedia entre la obra y el observador. Hay muchos factores que intervienen en este proceso. Evidentemente es un camino muy personal. Hay quien se acerca a una obra habiendo asumido mucha información que le ayude a comprender, y también los hay que se emocionan desde el primer contacto sin ningún tipo de preámbulo.

Nada es mejor que nada. Todo es válido. La idea es abandonar una obra sintiendo algo, lo que sea que la obra desprenda.

Puedo decir que abandoné el Centro Pompidou de Málaga sintiendo muchísimas cosas. Y aunque es cierto que a algunas obras les hubiera prendido fuego allí mismo, muchas otras me las hubiera llevado a casa. Algo que hoy día es posible con las fotografías. 

La Gigue irlandaise (1961) - Jean Dubuffet

sábado, 4 de marzo de 2017

En Córdoba

Volver a Córdoba siempre es un placer. Hacía bastante tiempo que teníamos ganas de enseñarles a los niños Córdoba y su Mezquita y de pasear con ellos por las principales plazas, contarles brevemente algo de la historia que ha caminado entre sus murallas. Explicarles que en el siglo X Córdoba fue, junto con Constantinopla, una de las ciudades más importantes del mundo y que fue durante siglos un ejemplo de modernidad y de concordia entre tres religiones mayoritarias distintas. Todo aquello se fue al carajo en pocos años con los Reyes Católicos y sus cruzadas. Aquellos Reyes intransigentes que expulsaron al moro de España, o lo que entonces ni siquiera era aún España, pero eso son otros pequeños detalles de la historia. Para bien o para mal.

El día amaneció nublado pero la temperatura era agradable. Los niños y mi santa estaban de vacaciones de Semana Blanca, y yo no trabajaba porque era fiesta, el día de Andalucía. Sin madrugar pero sin pensarlo dos veces pusimos camino a Córdoba. Paramos por el camino para desayunar y antes de las 12:00 estábamos en Córdoba.

Aparcamos el coche al otro lado del río, por detrás de la Torre de la Calahorra, donde todavía a esa hora en un día de fiesta era medianamente posible aparcar. Cruzamos el Guadalquivir a pie por el puente romano hacia la Puerta del Puente. ¡Qué sensación es cruzar este río por un puente romano! Lo primero era lo primero, así que sin perder el tiempo nos encaminamos directos hacia el Patio de los Naranjos donde sacamos los tickets para entrar a la Mezquita-Catedral. Poco puedo yo añadir aquí sobre este fabuloso templo que no esté escrito por plumas ilustres. Documentación hay infinita. Historias, cuentos y fábulas que encierran estas murallas las hay a miles, pero nada podrá sustituir la sensación de verlo in situ. Así que si no han tenido la suerte de visitarla, y pueden, no esperen más.

Terminamos la visita algo sedientos y para seguir con las costumbres de visitas anteriores, paramos a tomar un tentempié en el Bar-Taberna Santos: refrescos y un par de pinchos de la enorme tortilla de patatas que allí cocinan y un cuenco de salmorejo para compartir entre los cuatro.

Callejeamos dejándonos llevar por el devenir de nuestro pasear entre las estrechas calles del centro. Contemplamos los patios encalados, adornados de cuidadas macetas que nos sorprendieron muy floreadas para estar a finales de febrero. Tomamos asiento para almorzar en la plaza de Jerónimo Páez. Pedimos otro salmorejo, pinchos morunos y un típico flamenquín cordobés y algunas cosas más que los niños eligieron.

Continuamos nuestra visita para bajar el almuerzo camino de la Plaza del Potro, allí les explicamos a los niños que allí estuvo alojado el escritor Miguel de Cervantes, que es quien da nombre a su colegio, y que esa plaza aparece en El Quijote. Desde allí volvimos a la Mezquita para rodearla hasta la entrada del Alcázar de los Reyes Cristianos, pero no entramos, preferimos dejarlo para otra ocasión y así seguir caminando y poder mostrarles una visión más general.  Desde el monumento a Averroes seguimos por la sombra de la muralla hasta la Puerta de Almodóvar, donde está la estatua a Séneca.

Nos sumergimos de nuevo al callejeo de esquinas inesperadas, plazas escondidas y balcones floridos de macetas de colores. Teterías, pastelerías, terrazas estrechas en la tarde tranquila de un día festivo. Llegamos casi sin querer a la Plaza de las Tendillas y desde allí a la Plaza de Capuchinos, y su Cristo de los Faroles.

Los niños comenzaban a sentirse cansados y el atardecer anaranjaba la tejas de barro sobre las casas. Era hora de regresa, de manera que deshicimos nuestros pasos hasta el coche, no sin antes detenernos en el puente, y echar una vista atrás, al día vivido, al regalo que los días esconden en nuestras vidas.