jueves, 31 de octubre de 2013

Una buena inversión

Recuerdo haber leído alguna vez algo así como que:

 La vida es un viaje al fin de nuestros días, y viajar es vivir la vida día a día.

Y bien pensado, la cita tiene más sustancia de lo que parece, porque en los días de viaje, la vida, ciertamente, parece gozar de una intensidad mayor, más cristalina y evidente. Realzada. Es como si la realidad de los días  se desvistiese de cotidianidad y se nos presentara desnuda y natural. Los días de viaje -los deseados- son como regalos escogidos de días que perdurarán más en nuestra memoria, por la novedad, por nuestra atención, por lo que sea, pero esos días de viaje  mantienen en el presente un eco grave y continuado de días bien aprovechados. Por eso soy de la opinión de que viajar es una buena inversión, en el sentido de que uno siente que vive la vida de una manera más intensa cuando viaja. Algo así como aprovechar los días de la vida más profundamente. No sé si me explico.



Lou Reed

Recibí un whatsapp de mi hermano para informarme de que Lou Reed había fallecido. Me quedé helado. No tenía ni idea de que sufriera una enfermedad -ni falta que me hacía- y por ello la noticia me pilló desprevenido. Desde ese mismo momento comencé a rememorar los grandes momentos que yo había disfrutado gracias al bueno de Lou Reed.  Como en el momento en el que recibí el whatsapp andaba fuera de casa, busqué por si almacenaba en el iphone alguna canción suya en él y encontré tres: Perfect day, Venus in furs y Femme Fatale. ¡Qué grandes temas! -pensé-.

Como a casi todo el mundo lo primero que escuché de Lou Reed  supongo que sería el celebérrimo Walk on the wild side o quizás Perfect day. Después, imagino, descubriría los discos de la Velvet Underground y entonces ya estaría completamente entregado a su música. Seguidamente irían llegando sus discos en solitario: Transformer, Berlin, Sally can't dance, Rock n' Roll Animal o Coney Island Baby y después me desconecté un poco de su música hasta Songs for Drella y poco después me reenganché definitivamente con Magic and Loss, pasando por el Ecstasy, y The Raven hasta el último de todos, el quizás algo irregular, Lulu.

Pero Lou Reed, señalado por la industria musical como el creador del sonido independiente, se acercó en el año 2000 con su Ecstasy Tour  hasta mi ciudad, Málaga. Y allí estuve yo. No me lo podía perder. Así que aproveché la oportunidad y tuve la fortuna de verle en directo y aún puedo revivir la emoción que sentí cuando escuché los primero acordes de la introducción de Sweet Jane. Un ritmo intenso y machacón. Aquello fue azuquita para mis oídos.

De aquel concierto mantengo aún el ticket de la entrada, que debe de estar perdida entre las páginas de alguno de los libros que tengo desperdigados por casa, como suelo hacer con todas las entradas, pero también una camiseta del concierto y por supuesto un grandísimo recuerdo. Recuerdo también que en aquel concierto Lou Reed se negó a interpretar Walk on the wild side, incluso después de un buen rato en el que el público pidió la canción cansinamente.  Mi mujer que me acompañó a aquel concierto junto con mi cuñado Francisco, abandonó el concierto algo disgustada porque Lou Reed no quiso interpretar la que le gustaba más.

De entre las canciones que Lou Reed ha dejado para la posteridad siempre sentiré especial cariño por Sweet Jane, que tanto disfruté en directo, pero también por Waiting for the man, Satellite of love, Sunday morning, All tomorrow's parties, Femme fatale y especialmente Venus in furs, que es -al menos hoy- la canción que más me apetece escuchar. Si no la han escuchado aún les diré que la versión de Venus in furs incluida en el disco doble en directo Animal Serenade de 2004 es una obra maestra. Una canción sangrantemente rabiosa, aunque no para todos los públicos.



domingo, 27 de octubre de 2013

Carmina o revienta

Recientemente vi la película Carmina o revienta, dirigida por Paco León, y lo cierto es que la película me dejó los pulmones intoxicados de humo, la boca sucia y amarga y el ánimo arrastrado, pero en mi memoria quedará una frase que dice el marido de Carmina: 
La vida es tan bonita que a veces parece de verdad.


viernes, 25 de octubre de 2013

Mi vida emigrante

Emigrar en su primera acepción según la RAE es "dejar o abandonar su propio país con ánimo de establecerse en otro extranjero". En España la emigración a lo largo de la historia ha sido generalmente forzada, bien por salvar el pellejo de una muerte segura huyendo de un gobierno tirano, o bien para tratar de buscarse el pan.

Yo, visto de una manera algo simplona, también emigré de mi país para establecerme en el extranjero. Teniendo en cuenta que cuando emigré podría decir que mi país era aquel cuarto de adolescente donde yo me sentía absolutamente dueño y señor. Aquel cubículo de líneas regulares abarcaba todo lo que yo más preciaba: mis libros, mis cómics, mis cd's, aquella camiseta exageradamente ancha de color verde manzana, aquellos vaqueros gastados, mi soledad y mi tiempo libre. Todo lo que me rodeaba en aquel cuarto era mi reino, mi país. Y un buen día por voluntad propia emigré. Y no emigré ni de manera forzada ni para ganarme el sustento, sino que emigré por una mujer, por mi santa, que aunque no ha conseguido -ni creo que nunca lo consiga- hacerme olvidar aquella preciada soledad que abandoné y que tanto echo de menos, al menos, a cambio, la troqué por esta grata compañía que tanto bien me hace, y que yo en aquel entonces tanto añoraba.


miércoles, 23 de octubre de 2013

Los irresponsables

Que alguien me explique: ¿qué fue primero, el árbol o la escalera? ¿a quién se le ocurre plantar un árbol delante de una escalera? O quizás incluso peor, ¿construir una escalera delante de un árbol?  Lo peor de todo es que todos sabemos en realidad lo que ha ocurrido: un incompetente que ostenta una responsabilidad que le queda grande y que prefiere tirar hacia delante sin visitar el lugar donde se va a realizar el trabajo, alguien que prefiere equivocarse antes de cerciorarse, alguien que trabaja sobre plano y no visita la ejecución, ni pregunta, una de esas muchas personas anónimas que hacen lo mínimo porque nadie les exige más, que no echan mucha cuenta al resultado, hagan lo que hagan, porque seguirán ahí, recibiendo puntualmente su salario. Personas que sólo pretenden llevar su trabajo a cabo, sea como sea, porque lo importante es acabarlo, no acabarlo bien. Un trabajo más, o un trabajo menos, según como se mire. Tirar hacia delante, seguir, trincar, pasar al siguiente día sin complicaciones, escurriendo el bulto, esperando que los problemas se solucionen solos, o que lo haga alguien, porque ellos no, ellos lo echan hacia un lado, lo apartan porque les requiere esfuerzo, o dedicación, o simplemente tiempo, pero aprendieron a no estar allí, a esquivar los compromisos, apartándose, a dejar que otros hagan, que otros se repartan la faena.

Porque son profesionales del lavado de manos. Van al tajo pero procurando no tomar ninguna responsabilidad, nada va con ellos, no intervienen. No exigen para que no se les exija. Pasan desapercibidos y sin embargo están allí, están presentes pero ausentes, culpan al sistema y se mantienen al margen. Todas sus respuestas son vagas e imprecisas, siempre delegan en alguien pero no sabrían decirte en quien, todo debería estar hecho pero no lo está, aunque no es su parcela y no les pertenece, no les compete. No llaman la atención. Insinúan, sugieren, dudan, parecen sentirse perplejos de cómo alguien deja el trabajo sin hacer, sin rematar, de que alguien actúe exactamente igual que ellos. Pero nada importa, no pasa nada, nadie solicita responsables. Cultivan el arte de mediar si pillarse los dedos, asesoran sin dar opinión, puede que incluso tengan sus ideas pero no las exponen, no las muestran, no enseñan sus cartas, no, vaya que se las sepan leer. Aprendieron que lo mejor es no opinar. No mojarse. El sistema -dicen- no depende de ellos y no pueden hacer nada. Les gustaría -aseguran- pero tienen las manos atadas.

Maldita manada de irresponsables.

lunes, 21 de octubre de 2013

Una Nastro Azzurro

El próximo miércoles (en un par de días) el Real Madrid juega contra la Juventus de Turín en el Santiago Bernabéu el tercer partido de la liguilla de la Champions League, y cada vez que se enfrentan estos equipos me viene al recuerdo aquella ya lejana Séptima Copa de Europa que ahora debe estar adornando las vitrinas del museo del Real Madrid. Aquel día fue el inicio de los grandes éxitos futbolísticos vividos por mí. Después de aquel día vinieron otras dos copas de Europa más, e Intercontinentales, y campeonatos de Europa de la Selección Nacional, y el Mundial, ¡Dios, tenemos un Mundial! ¿Quién me lo iba a decir a mí? Vinieron muchas copas después, pero aquella fue la primera, y la primera vez es la primera vez, y solamente por eso el recuerdo parece más dulce.

Aquella final marcó el punto de inflexión en el inicio de mis grandes celebraciones. Champán preparado en el frigorífico, un buen whisky de Malta, un buen par de puros listos para la celebración y cruzar los dedos para que todo fuera sobre ruedas. Aún mantengo en el recuerdo a mi amigo Lolo y a mí, apoyado el uno sobre el otro, hombro con hombro, con un puro en la otra mano, caminando hacia la fuente donde se bailó la fiesta hasta bien entrada la noche. Aquel día se hicieron realidad muchos de nuestros sueños. Todavía después de aquella final cumplimos juntos algunos sueños más, pero pocos, la vida se encargó de taparle a él los ojos, y desde entonces cada victoria trae consigo un sabor agridulce. Un momento de alegría y una pena agarrada a la garganta. Ya se sabe que la vida te da y te quita a su antojo. Recientemente también se ha ido mi madre. En su casa, que también era mi casa en aquellos días, vimos aquel partido, y también años más tarde la final del mundial, aunque yo ya no vivía allí.. Aún recuerdo su reticencia a que guardara el champán en el frigorífico. Vaya a traer mala suerte -me decía-. Anda, anda, ¿qué tendrá que ver lo que yo meta en el frigorífico con lo que ocurra en el estadio, dime? -le contestaba yo, siempre tan pragmático-.

Aquello sucedió en mayo del 98 y casi diez años después, en febrero del 2008 viajé con mi señora, que estaba embarazada de Miguel, a Roma. Mi primera vez en Italia. Recuerdo que parlando de fútbol con un italiano me dijo que se alegró mucho de que el Real Madrid ganara aquella final a la Juventus, porque él era del Milán -o eso creo- y odiaba a la Juventus. Más tarde, en la cena, le contaba a mi señora mi conversación con el milanista, y con una cerveza Nastro Azzurro brindé por la memoria de mi amigo Lolo. Poco podíamos imaginar aquel italiano tan jovial y yo que España pocos meses después eliminaría a Italia en varias ocasiones para encadenar un par de Eurocopas y hasta un mundial.

Como comprenderán aquella cerveza tiene un lugar muy especial entre los recuerdos que mantengo de aquel maravilloso viaje. Por eso hoy, a dos días de un Real Madrid - Juventus, comprobando como la prensa deportiva levanta expectativas antes del partido, me acuerdo de todo.

domingo, 20 de octubre de 2013

The Full Monty

El jueves pasado, como práctica de las clases de inglés, los grupos de cuarto nivel estábamos citados para ir al teatro. En total estábamos citados más de sesenta estudiantes, pero no fuimos ni una tercera parte de los convocados, y es que el precio de la entrada no era una ganga. Dieciséis euracos del ala por cabeza echaban para atrás. La obra era una adaptación de la película The Full Monty, que resultó ser muy divertida. Ni que decir que la obra era en inglés.

Durante la representación entendí más de lo que esperaba, aunque en más de una ocasión -y de dos- comprobé como el público en general soltaba una sonora carcajada mientras los estudiantes, que estábamos todos agrupados en la parte alta del teatro, nos mirábamos incómodos los unos a los otros en un embarazoso silencio.

La obra se representó en el Teatro Varietés, un clásico dentro de los clásicos olvidados de las salas de Fuengirola. Estaba prácticamente lleno y me alegró más por sorpresa inesperada que por otra cosa. Hacía muchísimos años que no entraba a ese teatro y en cierta manera me agradó volver después de tanto tiempo. Ya la última vez que estuve en él lo noté muy descuidado, casi abandonado, pero a base de enfocarse a un público netamente anglosajón ha ido sobreviviendo. Enhorabuena a quien corresponda.

El ambiente -pueden imaginar- era completamente british. Sobre las mesas fish & chips y pintas de cerveza. La vendedora de tickets no hablaba español, el acomodador pelirrojo pecoso, las camareras tenían todas pinta de Margaret o de Mary. Todo tenía un peculiar aire británico.

La obra duró casi tres horas con un descanso incluido de unos veinte minutos, durante el cual prácticamente todos los espectadores aprovechamos para levantamos de nuestras butacas y salir al bar (pub) situado en la planta de abajo, para intentar estirar las piernas y aliviar las gargantas, porque durante la primera parte de la representación el aire acondicionado brilló por su ineficacia.

Me acerqué a la barra y pedí una cerveza para mí y un botellín de agua para una compañera. Todo en inglés, claro. Volví con las bebidas hacia el grupo de compañeros que estaban reunidos en una esquina en silencio y mirando hacia los lados, observando los carteles de anteriores representaciones que adornaban las paredes. Por primera vez -pensé- un grupo de españoles en silencio en un pub. Parecía que estábamos en otro país, fuera de lugar, intimidados por el giro radical de las circunstancias. Estábamos en casa, pero nos sentíamos fuera de ella, éramos intrusos en nuestro propio territorio. El timbre que avisaba el fin del descanso sonó como un alivio.

jueves, 17 de octubre de 2013

La volubilidad de mis días

La foto del cielo de la entrada de ayer la hice el día anterior, pero no la escribí hasta ayer. Algo parecido me pasó con la entrada del libro de Muñoz Molina, Todo lo que era sólido, lo había terminado de leer algún que otro día antes, pero no me paré a escribir la entrada hasta un par de días después. Suelo hacerlo así, es como si inconscientemente les diera un tiempo a las entradas antes de escribirlas, pero en realidad surgen como surgen y así se plasman en las entradas. No tengo un método, o mi método podría decirse que es no mantener ningún sistema reglado. Si acaso se puede entender como método, diré que lo que hago es sentarme cuando una idea imprecisa acude a mí y decido escribir sobre ella. Luego se me van ocurriendo cosas, y la intención inicial se va desbaratando hasta concluir en otra completamente distinta de la original, pero también ocurre a veces que  mi determinación por escribir sobre algo aparta cualquier pensamiento que se me cruce por los dedos, pero son la minoría de las veces. Por eso puedo afirmar que este blog como norma general está escrito a golpe de espontaneidad.

De hecho, volviendo otra vez atrás a mis dos últimas entradas, releyéndolas, me doy cuenta que he alternado de la oscura crisis del libro de Muñoz Molina a los tenues y escurridizos cielos de la entrada de ayer. Lo sólido frente a lo voluble, lo pesado ante lo liviano. Y no estaba previsto. En realidad no me he dado cuenta hasta volver hoy al blog.

Al final va a ser cierto que este blog va a reflejar fielmente lo voluble que soy.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Despedidas únicas

Hay quien cuando camina por la calle se detiene a mirar los escaparates, o se para a escribir en el Whatsapp, o a hablar por teléfono, pero cuando yo paseo por la calle suelo estar en las nubes, y lo escribo literalmente, porque es así, tal cual, tengo tendencia a quedarme embobado mirando al cielo. No lo puedo resistir, lo hago inconscientemente, aunque tampoco es que lo pretenda evitar, al contrario, es algo de lo que estoy satisfecho, porque la contemplación de los cielos me ha proporcionado en multitud de ocasiones un placer inmenso.

Disfrutar de un cielo en calma, con unas esponjosas y voluminosas nubes, que poseen aspecto de inmensos castillos ligeros, volubles y constantes al mismo tiempo, irrepetibles con exactitud, es algo así como disfrutar de la posibilidad de contemplar un lienzo diario que abarque una paleta infinita de colores, y que si no estás atento es posible que fácilmente desperdicies un momento único.

Camine hacia donde yo camine, mi mirada se va distrayendo en contemplar los cielos, y cuando el cielo parece detenerse en ese instante mínimo en el que da la sensación de que las nubes se están gustando así mismas y que se desperezan al final de una jornada de trabajo y pronto van a ocultarse en la ciega rotundidad de la noche, en el oscuro final del día. En ese justo instante detengo mi paso e intento atrapar la mejor oferta diaria de trozo de cielo que los bloques de edificios, que estáticamente me rodean, me permiten captar. Saco mi iphone del bolsillo y hago una foto como ésta y compruebo como muchos conductores desde sus coches asoman la cabeza por la ventanilla intentando ver qué es lo que el tío ese de la acera está fotografiando. Y rápidamente vuelven sus cabezas hacia mí, con gesto interrogativo, como pidiendo explicaciones, sin comprender lo que está pasando, confundidos por su ignorancia o indisposición. Una lástima que no se enteren de que el cielo hoy les está diciendo adiós con un saludo ligero, inclinado y perezoso. 

domingo, 13 de octubre de 2013

Todo lo que era sólido - Antonio Muñoz Molina

Si a Muñoz Molina le da por escribir en una servilleta arrugada la lista de la compra, a mí me gustaría leerla.  Y es que hay quien escribe con lápiz y quien escribe con pluma, y Antonio Muñoz Molina escribe como le da la gana. Tiene esa escritura tan natural y tan llana que en ocasiones uno parece estar leyendo una historia contada por un amigo, sin embargo, al mismo tiempo, como soldada a esa naturalidad se puede advertir que la persona que lo ha escrito ha razonado esmeradamente, ha medido cada palabra, cada punto y cada coma, y que lo hace cargado de razón incluso cuando duda, pues sus dudas son más que razonables, porque algo cierto que queda tras la escritura de Muñoz Molina es que en realidad todos somos distintos pero a la vez todos somos iguales, todos ambicionamos los mismos fines, sólo que cada cual elige un camino diferente para alcanzarlo.

En este último libro, Todo lo que era sólido, el autor jienense pretende buscar causas y orígenes, gérmenes y semillas de esta crisis asfixiante que estamos viviendo. Busca el comienzo entre un amplio ramillete de experiencias propias y ajenas. Va desgranando los antecedentes, mostrándonos que todos y cada uno de nosotros lo tuvimos delante de nuestros ojos, pero casi todos, por la causa que fuese, mirábamos hacia otro lado, desentendiéndonos de lo que veíamos.

Muñoz Molina también señala a los responsables, con caras conocidas o no, indica la parte de responsabilidad que todos y cada uno de nosotros tenemos en nuestros actos, y lo más complicado en mi juicio, el autor sugiere la manera correcta de actuar. Muñoz Molina, con su mirada crítica, solicita una sociedad con unas actitudes más comprometidas y cívicas,  en la que habrá que actuar con presteza y vergüenza, mostrando respeto y responsabilidad en los actos, ser tolerantes y competentes e intentar día tras día continuar haciendo lo que sabemos que hacemos bien y rectificar todo aquello que sabemos que hacemos mal. Muñoz Molina pide un esfuerzo individual por un bien colectivo, en el que -no lo olvidemos- nosotros estamos incluidos. Tomo nota.

Decía el escritor italiano Primo Levi, superviviente judío del holocausto:
"Que algo inaudito haya sucedido, es en sí mismo la prueba de que puede volver a suceder."
Pd: Este libro de ensayo debería ser obligatorio en las facultades de ciencias políticas, y no estaría mal que se enseñara en materias como Educación para la ciudadanía.

sábado, 12 de octubre de 2013

Rodeado

No sé si lo he escrito en este blog antes, pero he vuelto a retomar mis clases de inglés. Me he apuntado a clases y vuelvo a recibir cuatro horas y media de inglés a la semana. Lo cierto es que hasta ahora las clases me están resultando bastante entretenidas. Nuestra profesora, Ángela, siguiendo el libro, propone un tema sobre el que los alumnos debemos conversar y contar nuestro punto de vista.

En una de nuestras últimas clases surgió el tema de los fenómenos paranormales, los médiums, o los videntes. A la pregunta de cuál era para nosotros la diferencia entre un vidente y un médium, yo comenté desde mi ignorancia que suponía que un vidente era alguien que pretendía ver el futuro, o lo que le iba a suceder a otras personas, mientras que un médium lo que hacía era, supuestamente, poner en contacto a personas fallecidas o espíritus que están en otro mundo con personas de éste. Seguidamente la profesora me preguntó si yo creía en este tipo de fenómenos. Nooo, contesté con una sonora rotundidad.

Seguidamente los compañeros comenzaron a contar sus experiencias. Varios creían en los poderes paranormales, decían que hay personas que tienen ese don, otros creían que hay personas que tienen la facultad de ver el futuro en las palmas de las manos, o incluso afirmaban tener sueños premonitorios, o experiencias inexplicables que estaban seguros que querían decir algo, pero lo que ocurría era que ellos no sabían relacionarlas. Otros muchos afirmaron que sí creían, incluso hubo quien afirmó que creía que el futuro ya estaba escrito, y que todos cumplíamos un guión preestablecido. Les aseguro que durante un momento dudé si yo estaba en una clase de inglés o una sesión de terapia sobre la inestabilidad psíquica. Estuve a un tris de levantarme y largarme.

Mi compañera de la butaca de la derecha que todavía no había dicho nada que no fuera cuerdo, me miraba con el semblante estupefacto, con la mirada helada e incrédula. No podía ser real todo lo que se estaba diciendo. Estuve a punto de decir si también pensaban que todo el calor que estábamos pasando en el interior del aula, porque el aire acondicionado estaba estropeado, era un designio divino o un castigo de algún espíritu hacia alguien de la clase, pero me callé porque comencé a sospechar que quizá ellos pensaban que ese alguien era yo.


viernes, 11 de octubre de 2013

Dos pájaros de un tiro

Alguien me dijo hace tiempo que seguía de vez en cuando mi blog, que cuando se acordaba le hacía una visita y echaba un vistazo a las entradas. Luego añadió que el blog estaba bien pero que  le faltaba carne. Mi primera reacción fue de incomprensión, no entendía qué quería decir con carne -¿quizás sustancia?-, pero cuando seguidamente añadió que un blog sin hembras -pronúnciese jembras- despampanantes  no es un blog como Dios manda, se me escapó una sonora carcajada.

Por eso hoy desde este blog voy a complacer completa y literalmente todos sus deseos, y como precisamente hoy es el cumpleaños de mi hermano José Miguel, pues también se la dedico, pues seguramente tampoco le hará ascos a la fotografía.


miércoles, 9 de octubre de 2013

La mirada Picasso

Salí de la exposición Pablo Picasso. Álbum de Familia y tenía la cabeza hecha un lío con los distintos estilos de Picasso que había contemplado dentro de la exposición. Conocía más o menos el orden cronológico de sus distintas tendencias como pintor, pero mantenía algunas dudas que la exposición no aclaraba, o bien yo no entendí. Así que en cuanto llegué a casa aclaré mis dudas en Internet. Entonces fue cuando me acordé de una pequeña biografía sobre Picasso que había leído hacía ya bastantes años. En realidad es tan escueta que cuesta llamarla biografía, especialmente si hablamos de un artista tan longevo como Picasso.

El asunto es que la encontré y la releí, y como tenía la exposición tan presente, tan cercana en mis recuerdos, casi pude encontrar una lógica dirección en la secuenciación de las distintas etapas de Picasso, de los distintos Picassos que hay encerrados dentro de un solo Picasso. Porque afirmar que Picasso era un pintor es mentir. Y mentir de lleno.

El que conoce la obra de Picasso, aunque sólo lo haga por encima, comprenderá de sobra que no existe un solo Picasso. Existen muchos Picassos distintos en su obra. Y no me refiero al Picasso escultor, o al Picasso pintor, ni siquiera al de su etapa gris o azul, sino al Picasso que se asoma en unas obras y se oculta en otras, el Picasso que se derrama por un lienzo y sobrevuela otro, o el que solamente da pinceladas largas y firmes o por contra enreda y recorta al mismo tiempo. Picasso es a la vez repetitivo y persistente y ligero y sutil.

El genio malagueño podía pintar con colores muy vivos o utilizar la más triste escala de grises, podía pintar en una servilleta, en una caja de cerillas o sobre un lienzo de varios metros de altura. Podía dar cuatro pinceladas y acabar la obra sin que se resintiese, o recargar una obra hasta la desesperación. Pero de todas sus características más personales, en mi opinión, lo más relevante de Picasso, lo que más sobresale de su pintura, aun sin darnos cuenta, es que a pesar de que existe una completísima variedad dentro de su obra, al mismo tiempo, todas, incluso siendo tan distintas, respiran el mismo aire. Viven bajo la misma mirada. La mirada de la invención. La mirada del arte. La mirada Picasso.

lunes, 7 de octubre de 2013

Arte callejero 19

Embellecer la vida, lograr que tu alrededor mejore, que tu producción beneficie el entorno en el que los niños disfrutan jugando, debe ser un orgullo tremendo. Este parque de Budapest no sería lo mismo sin esta pintada.

¿Cuántas paredes blancas existen que son lienzos esperando para mejorar el entorno?



domingo, 6 de octubre de 2013

Rodríguez - Sugar Man

En los comienzos de la década de los setenta Sixto Rodríguez era uno esos muchos ciudadanos anónimos que vivían en los precarios suburbios de Detroit y que gastaban sus días trabajado en algunas de la fábricas de la industria del motor que hay en la ciudad. Había que ganarse el jornal. 

Por las noches Rodríguez, después de la jornada de trabajo, salía cansinamente de su apartamento, con una guitarra echada a la espalda, soportando el frío de la calle calarle los huesos y se dirigía en transporte público hacia un local donde de vez en cuando le pagaban una miseria y un par de cervezas por tocar sus propios temas.

Un buen día un par de productores, que habían escuchado hablar de un hombre que tocaba sentado de espaldas al escenario en un tugurio de las afueras de Detroit, fueron a verlo. Comprobaron que escribía una letras increíblemente buenas. Rodríguez pensaba que sentado de espaldas los asistentes se concentrarían en escuchar las letras y la música con mayor detenimiento. Y así fue. Grabó un par de discos que no tuvieron éxito. Si no vendes, fracasas. Y sus noches de bolos en tugurios de mala muerte acabaron, como se apaga un cigarrillo abandonado en un cenicero. Una rotunda decepción.

Pero ocurrió lo que pocas veces ocurre, alguien con buen gusto musical compró el disco y voló a Sudáfrica con él en el equipaje, y aquel disco comenzó a copiarse y a extenderse como se extienden las plagas, y la repercusión fue tal que el gobierno Sudafricano decidió prohibirlo porque tocaba temas reivindicativos. La prohibición, como suele ocurrir la mayoría de las ocasiones, multiplicó las ventas. Un disco prohibido, ventas seguras. Vendió miles de discos, decenas de miles de discos, centenas de miles de discos. Un millón de discos. Las cadenas públicas tenía prohibido pincharlas pero sin embargo todo el mundo las cantaba.

Las letras de las canciones, lo explícito de sus ideas, todo encajó perfectamente en el momento que estaba viviendo Sudáfrica durante el apartheid. Por alguna razón que se desconoce, corrió el rumor de que aquel cantante se había suicidado en el escenario. Algunos sostenían que se había pegado un tiro durante un concierto, otros que se inmoló a lo bonzo, rumores de boca en boca que rápidamente se convierten en mitos.

Mientras, Rodríguez continuaba malviviendo en el mismo apartamento de suburbio de las afueras de la ciudad del motor, ajeno a su éxito en Sudáfrica. Nadie lo buscó, nadie pensó en entrevistarlo, ni en ofrecerle un concierto. ¿Quién iba a buscar a un muerto? El mito del genio atormentado e incomprendido con infeliz final que tantas veces había funcionado en la historia de la música. Se vendían discos como rosquillas en la Sudáfrica del apartheid, pero a Rodríguez no le llegó ni un céntimo, y lo más importante, no tenía ni idea de lo que estaba ocurriendo con sus discos al otro lado del mundo. El dinero de las ganancias de sus discos se disolvía en los despachos de la Motown, pero Rodríguez no tenía ni idea.

Un buen día un periodista decidió escribir un artículo sobre él, y comenzó a indagar, a investigar, a tirar de teléfonos, hasta que alguien le dijo que no había muerto. Alguien que dijo que había sido una pena que aquellos disco no vendieran, porque eran realmente buenos. ¿Que no vendieran? ¡Pero si es uno de los disco de mayor éxito de la historia de la música en Sudáfrica!

El periodista lo localizó y Rodríguez se enteró por teléfono. Pensó que era broma. No podía creerlo. Habían pasado más de veinte años desde que grabó aquellos discos hasta el momento en el que recibió aquella llamada.

Sixto, que lo llamaron así porque era el sexto hijo, voló a Sudáfrica y comprendió la dimensión de su éxito cuando firmó seis conciertos multitudinarios. El publicó asistió a los conciertos como si asistiese a una reencarnación. No podía creerlo. Estadios llenos, publicidad por las calles, alfombras rojas, hoteles de cinco estrellas, entrevistas en la radio, portadas de prensa. Un sueño hecho realidad de un día para otro.

En su primera noche de concierto sudafricano, con las luces apagadas, con la guitarra colgada al hombro, ante más de veinte mil personas, aquel hombre solitario que había quemado sus noches en tugurios asfixiados de humo de tabaco, que se había roto la espalda en oscuras fábricas de la periferia, estaba ahora de pie, frente a un público extasiado, incrédulo,  Rodríguez embargado por la emoción, en esta ocasión decidió tocar de cara al público y disfrutar de su momento, y comprobó que todo el mundo cantaba las letras de sus canciones. No me digan que no debió ser emocionante.

De todo esto me enteré ayer en el documental Searching for Sugarman. Altamente recomendable.


Sugar Man - Rodríguez

I Wonder - Rodríguez


Trailer Searching for Sugar Man

sábado, 5 de octubre de 2013

Marilyn Monroe 10

Este blog necesita ahora mismo algo de belleza, y nadie como Marilyn para darle remedio a tan precisa necesidad.


viernes, 4 de octubre de 2013

Sex and drugs and Rock n' Roll

El mundo está cambiando. Los ideales son otros, las prioridades se tuercen, los principios quedaron antiguos y obsoletos y lo único que parece que importa es el hoy, el presente. Sin vuelta atrás. Hoy, sin embargo, cualquier niñato agarra un spray y escribe en la pared  lo que le da la gana, sin pensarlo. Pero hay cosas que en mi interior nunca cambiarán. Podrán cambiar las reglas, los ritmos, los valores, pero para mí aquella frase que me encontré en la pared que decía Sex n' drugs n' hip hop es un insulto. Un insulto a la historia de la música. Un insulto a mis raíces y a mis recuerdos. Que quede claro.

Aquí un ejemplo. Led Zeppelin - Kashmir

jueves, 3 de octubre de 2013

Islas a la deriva - Ernest Hemingway

Cuando alguien decide realizar un viaje, lo usual es elegir y preparar un itinerario previamente, con un comienzo y un final. Cuando yo decidí introducirme en el viaje de leer a Ernest Hemingway decidí comenzar el trayecto por carreteras secundarias para continuar más adelante por las famosas y aclamadas autopistas de su literatura.

Inicié el viaje el verano pasado leyendo sus relatos, con sus bosques frondosos y sus apacibles atardeceres de cielos anaranjados. Este verano continué el trayecto por una de sus novelas menos transitada, Islas a la deriva. La comencé en El Bosque, en plena Sierra de Grazalema, junto a la piscina del hotel, y desde entonces la he ido desgastando con el salitre de mis manos, pues esta novela la he leído con la brisa acariciando mi rostro junto a la orilla del Mediterráneo. Me pareció que para una novela tan abundantemente poblada de paisajes paradisíacos se adecuaba  leerla oyendo de fondo el cálido susurro de las olas del mar.

Islas a la deriva se publicó nueve años después de la muerte de Hemingway y cuenta la intensa historia de una aventurero pintor, Thomas Hudson. Está dividida en tres partes:  Bimini, Cuba, y En la mar. Y en  cada uno de los tres capítulos se cuenta una importante etapa en la vida del artista.

Islas a la deriva es un libro de madurez, donde Hemingway nos muestra los grandes temas de su literatura: la dificultad de la relaciones humanas, la violenta pérdida de los seres queridos, la lucha de un hombre por mantenerse íntegro, por ser fiel a sí mismo hasta las últimas consecuencias. La superación infructuosa a través del alcohol, la muerte cercana, la vida vivida intensamente, todo bien mezclado y agitado bajo la pluma de un hombre que gustaba de mirar fijamente a los ojos de la vida.

Mi segunda parada en el itinerario ha sido un libro cien por cien Hemingway.