viernes, 25 de octubre de 2013

Mi vida emigrante

Emigrar en su primera acepción según la RAE es "dejar o abandonar su propio país con ánimo de establecerse en otro extranjero". En España la emigración a lo largo de la historia ha sido generalmente forzada, bien por salvar el pellejo de una muerte segura huyendo de un gobierno tirano, o bien para tratar de buscarse el pan.

Yo, visto de una manera algo simplona, también emigré de mi país para establecerme en el extranjero. Teniendo en cuenta que cuando emigré podría decir que mi país era aquel cuarto de adolescente donde yo me sentía absolutamente dueño y señor. Aquel cubículo de líneas regulares abarcaba todo lo que yo más preciaba: mis libros, mis cómics, mis cd's, aquella camiseta exageradamente ancha de color verde manzana, aquellos vaqueros gastados, mi soledad y mi tiempo libre. Todo lo que me rodeaba en aquel cuarto era mi reino, mi país. Y un buen día por voluntad propia emigré. Y no emigré ni de manera forzada ni para ganarme el sustento, sino que emigré por una mujer, por mi santa, que aunque no ha conseguido -ni creo que nunca lo consiga- hacerme olvidar aquella preciada soledad que abandoné y que tanto echo de menos, al menos, a cambio, la troqué por esta grata compañía que tanto bien me hace, y que yo en aquel entonces tanto añoraba.


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