miércoles, 23 de octubre de 2013

Los irresponsables

Que alguien me explique: ¿qué fue primero, el árbol o la escalera? ¿a quién se le ocurre plantar un árbol delante de una escalera? O quizás incluso peor, ¿construir una escalera delante de un árbol?  Lo peor de todo es que todos sabemos en realidad lo que ha ocurrido: un incompetente que ostenta una responsabilidad que le queda grande y que prefiere tirar hacia delante sin visitar el lugar donde se va a realizar el trabajo, alguien que prefiere equivocarse antes de cerciorarse, alguien que trabaja sobre plano y no visita la ejecución, ni pregunta, una de esas muchas personas anónimas que hacen lo mínimo porque nadie les exige más, que no echan mucha cuenta al resultado, hagan lo que hagan, porque seguirán ahí, recibiendo puntualmente su salario. Personas que sólo pretenden llevar su trabajo a cabo, sea como sea, porque lo importante es acabarlo, no acabarlo bien. Un trabajo más, o un trabajo menos, según como se mire. Tirar hacia delante, seguir, trincar, pasar al siguiente día sin complicaciones, escurriendo el bulto, esperando que los problemas se solucionen solos, o que lo haga alguien, porque ellos no, ellos lo echan hacia un lado, lo apartan porque les requiere esfuerzo, o dedicación, o simplemente tiempo, pero aprendieron a no estar allí, a esquivar los compromisos, apartándose, a dejar que otros hagan, que otros se repartan la faena.

Porque son profesionales del lavado de manos. Van al tajo pero procurando no tomar ninguna responsabilidad, nada va con ellos, no intervienen. No exigen para que no se les exija. Pasan desapercibidos y sin embargo están allí, están presentes pero ausentes, culpan al sistema y se mantienen al margen. Todas sus respuestas son vagas e imprecisas, siempre delegan en alguien pero no sabrían decirte en quien, todo debería estar hecho pero no lo está, aunque no es su parcela y no les pertenece, no les compete. No llaman la atención. Insinúan, sugieren, dudan, parecen sentirse perplejos de cómo alguien deja el trabajo sin hacer, sin rematar, de que alguien actúe exactamente igual que ellos. Pero nada importa, no pasa nada, nadie solicita responsables. Cultivan el arte de mediar si pillarse los dedos, asesoran sin dar opinión, puede que incluso tengan sus ideas pero no las exponen, no las muestran, no enseñan sus cartas, no, vaya que se las sepan leer. Aprendieron que lo mejor es no opinar. No mojarse. El sistema -dicen- no depende de ellos y no pueden hacer nada. Les gustaría -aseguran- pero tienen las manos atadas.

Maldita manada de irresponsables.

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