El próximo miércoles (en un par de días) el Real Madrid juega contra la Juventus de Turín en el Santiago Bernabéu el tercer partido de la liguilla de la Champions League, y cada vez que se enfrentan estos equipos me viene al recuerdo aquella ya lejana Séptima Copa de Europa que ahora debe estar adornando las vitrinas del museo del Real Madrid. Aquel día fue el inicio de los grandes éxitos futbolísticos vividos por mí. Después de aquel día vinieron otras dos copas de Europa más, e Intercontinentales, y campeonatos de Europa de la Selección Nacional, y el Mundial, ¡Dios, tenemos un Mundial! ¿Quién me lo iba a decir a mí? Vinieron muchas copas después, pero aquella fue la primera, y la primera vez es la primera vez, y solamente por eso el recuerdo parece más dulce.
Aquella final marcó el punto de inflexión en el inicio de mis grandes celebraciones. Champán preparado en el frigorífico, un buen whisky de Malta, un buen par de puros listos para la celebración y cruzar los dedos para que todo fuera sobre ruedas. Aún mantengo en el recuerdo a mi amigo Lolo y a mí, apoyado el uno sobre el otro, hombro con hombro, con un puro en la otra mano, caminando hacia la fuente donde se bailó la fiesta hasta bien entrada la noche. Aquel día se hicieron realidad muchos de nuestros sueños. Todavía después de aquella final cumplimos juntos algunos sueños más, pero pocos, la vida se encargó de taparle a él los ojos, y desde entonces cada victoria trae consigo un sabor agridulce. Un momento de alegría y una pena agarrada a la garganta. Ya se sabe que la vida te da y te quita a su antojo. Recientemente también se ha ido mi madre. En su casa, que también era mi casa en aquellos días, vimos aquel partido, y también años más tarde la final del mundial, aunque yo ya no vivía allí.. Aún recuerdo su reticencia a que guardara el champán en el frigorífico. Vaya a traer mala suerte -me decía-. Anda, anda, ¿qué tendrá que ver lo que yo meta en el frigorífico con lo que ocurra en el estadio, dime? -le contestaba yo, siempre tan pragmático-.
Aquello sucedió en mayo del 98 y casi diez años después, en febrero del 2008 viajé con mi señora, que estaba embarazada de Miguel, a Roma. Mi primera vez en Italia. Recuerdo que parlando de fútbol con un italiano me dijo que se alegró mucho de que el Real Madrid ganara aquella final a la Juventus, porque él era del Milán -o eso creo- y odiaba a la Juventus. Más tarde, en la cena, le contaba a mi señora mi conversación con el milanista, y con una cerveza Nastro Azzurro brindé por la memoria de mi amigo Lolo. Poco podíamos imaginar aquel italiano tan jovial y yo que España pocos meses después eliminaría a Italia en varias ocasiones para encadenar un par de Eurocopas y hasta un mundial.
Como comprenderán aquella cerveza tiene un lugar muy especial entre los recuerdos que mantengo de aquel maravilloso viaje. Por eso hoy, a dos días de un Real Madrid - Juventus, comprobando como la prensa deportiva levanta expectativas antes del partido, me acuerdo de todo.
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