jueves, 31 de octubre de 2019

Cartagena

Van pasando los años y las ciudades se van resistiendo. Varias veces he estado a punto de visitar Cartagena pero la ocasión por una razón u otra no se pudo cristalizar. Esta vez sí que se pudo hacer posible.

Era domingo y nuevamente el día había decidido despertar despejado de nubes. La idea era ir a Cartagena justo después del desayuno para poder disfrutar de las excepcionales vistas de la Bahía de Cartagena desde lo alto del Castillo de la Concepción. Y así lo hicimos. Subimos dando un esforzado paseo y pudimos contemplar con un corto giro de cuello a un lado el Teatro Romano junto a los restos de la Catedral de Santa María la Mayor y al otro el Puerto Deportivo y toda la bahía. El tiempo reposaba como el Mediterráneo reposaba frente a nuestros ojos. Podríamos habernos quedado toda la mañana viendo el perezoso navegar de pequeñas embarcaciones abandonando el puerto quién sabe a qué incierto destino. Mi pensamientos quedaron ensimismados en divagaciones novelescas como cuántas embarcaciones pudieron partir desde aquí y cuántas alcanzaron el puerto como refugio natural o fin de sus días. ¿Cuántas vidas se quebraron partiendo desde aquí?  ¿Cuántas desaparecieron teniendo Cartagena como designio final de sus destinos? 

Bajamos a contemplar el Palacio Consistorial y bajamos junto a la Plaza Héroes de Cavite hasta  el Paseo Alfonso XII, paseamos  hasta la Plaza de la Isla y regresamos esta vez por la otra acera. Se estaba realizando una carrera urbana y el paseo estaba muy animado. Cruzamos delante del Museo Nacional de Arqueología Subacuática, yo hubiera accedido pero ni los niños ni Pepi estaban muy por la labor, en cambio tomamos un refresco sentados a la terraza del Restaurante Mare Nostrum. Desde la terraza se podía ver todo el perfil de la Muralla de Cartagena. Preguntamos dónde podíamos encontrar el famoso submarino de Isaac Peral,  porque yo tenía entendido que estaba en la Plaza del Puerto de Cartagena, pero nos dijeron que eso era antes, desde que hace unos años ya que ahora está en el Museo Naval. Nos acercamos a verlo pero estaba cerrado sin embargo pudimos contemplarlo desde el exterior a través de una amplia cristalera desde donde se puede ver completamente.

Continuamos nuestro descubrimiento de Cartagena subiendo desde la Plaza del Ayuntamiento por toda la Calle Mayor, donde conviven una gran cantidad de edificios modernistas de finales del siglo XIX. La Casa Cervantes el Gran Hotel o el Casino son una bella muestra de ellos. Ya iba siendo hora de dejar atrás la cuidad a la que Cartago dio su nombre. Regresamos al coche e iniciamos nuestro regreso a casa. Había más de cuatro horas de carretera hasta llegar a casa pero antes había que parar a almorzar algo. Paramos en una venta a comer y ya no paramos más hasta llegar a casa.

Ésta fue una escapada imprevista, que no teníamos ni siquiera en mente a realizar en un futuro cercano ni lejano, pero mi pasión por la música de Mark Lanegan -cuyo concierto bien puede entrar entre mi Top 10 de siempre, que se dice pronto- los amigos que tengo por Elche y Murcia y mis ganas por descubrir horizontes se unieron y lo hicieron posible.

miércoles, 30 de octubre de 2019

Murcia

Nuestro hotel en Elche estaba muy céntrico, quizás demasiado, porque Pepi dijo que esa noche se había despertado en varias ocasiones por ruidos desde la calle que la despertaban, que si el chirriar de las ruedas de un coche, gente gritando por las calles, o una moto con un tubo de escape estruendoso. Yo, lo cierto, es que no me enteré de nada. Desde el momento en el que cerré los ojos caí en ese letargo incierto en el que nada recuerdo. Pero la selección del hotel estaba justificada por la cercanía al Gran Teatro de Elche y por el poco tiempo que disponíamos para estar a la hora para el concierto de la noche anterior de Mark Lanegan.

Aún así despertamos relativamente pronto, desayunamos en el hotel, pues teníamos lo teníamos incluido y pusimos rumbo a Murcia. Entre nuestro hotel y el aparcamiento junto al ayuntamiento de Murcia se tarda una hora aproximadamente, tiempo que sirvió a Pepi como prórroga del sueño interrumpido de la noche anterior.  La Casa Consistorial de Murcia es atípica, da la sensación de estar contemplando un edificio del suramericano, un reloj centrado en un amplio frontón sobre estilizadas columnas corintias y el llamativo color asalmonado así como la balaustrada en la cubierta lo sugerían. 

El día era estupendo, la temperatura fantástica y todos estábamos con muchas ganas de pasear por Murcia. Accedimos a la Plaza del Cardenal Belluga por la Calle del Arenal, entre el Palacio Episcopal y el Ayuntamiento. Desde el centro de la plaza, en un lado está la fachada principal de Catedral de Murcia de estilo barroco, en el otro extremo de la plaza el Edificio de Moneo, si se me permite el símil cinematográfico, la Bella y La Bestia de la ciudad.

Accedimos a visitar el interior de la Catedral, alquilamos unas audioguías a la entrada e hicimos el recorrido recomendado. Nos empapamos de su Historia, de sus destacados aspectos arquitectónicos y admiramos sus capillas, el coro y el famoso sepulcro de Alfonso X El Sabio, donde supuestamente se encuentran su corazón y sus entrañas. Al finalizar la visita rodeamos la catedral al completo por el exterior para ver con detalle las distintas puertas barrocas y la torre.

En la parte posterior, junto a la plaza Hernández Amores estaba la confitería Roses donde probamos unos pasteles de carne, que es típico y teníamos ganas de probarlo, y además nos sirvió como tentempié de camino a visitar el Real Casino, que aunque es un edificio de ámbito privado mantiene un régimen de visitas turísticas. Es un edificio muy singular por mantener una arquitectura muy heterogénea. La fachada es modernista, el patio es árabe, el vestíbulo barroco e incluso incluye una biblioteca de madera, o un patio pompeyano de estilo neoclásico. Es en realidad un batiburrillo de estilos aparentemente sin ton ni son pero que ciertamente, en conjunto, a mi parecer, es elegante. A Sofía le encantó visitar un salón de baile.

Salimos del Casino y fuimos a pasear. Era sábado la calle Trapería estaba abarrotada. Llegamos a la Plaza Santo Domingo, cruzamos por el arco hasta llegar al Teatro de Romea. Seguimos callejeando hasta llegar en la Plaza Santa Catalina y la Plaza Flores. Todo Murcia parecía estar allí. Encontramos una mesa libre en una terraza y me tomé una cerveza fría con una tapa de ensaladilla rusa, que la sirven sobre un rosco de piquito de pan. Pasamos un buen rato allí descansando. Bajamos en dirección del Mercado de Abastos pero como ya era tarde no entramos.  Nos acercamos a contemplar el río Segura por el Puente de los Peligros.

Había llegado el momento de ir a almorzar a un buen sitio y como un amigo me había recomendado ir a La Pequeña Taberna, pues no me compliqué más. Allí nos plantamos. Lo cierto es que comimos de maravilla. Probamos sus famosas alcachofas de la abuela, unos caballitos de langostinos, los huevos revueltos de Miguel, una buena carne a compartir  y de postre los famosos paparajotes murcianos. Todo delicioso. Si vuelvo a Murcia no voy a tener que complicarme. Pedí un café y la cuenta. Nos despedimos dando un pequeño recorrido por el centro de Murcia de vuelta y pusimos rumbo de vuelta a Elche.

En Elche se celebraba una especie de mercado medieval y no cabía ni un alfiler. Era una curiosa mezcla de mercado tradicional y feria. Habíamos quedado con unos amigos que se acercaron a Murcia y conocimos a su pequeño, que estaba para comérselo. Tomamos unas cervezas y charlamos un buen rato, pero se tuvieron que ir pronto porque bueno, los niños pequeños son así, tienen sus rutinas y es mejor no ir cambiándolas.

Nosotros aún continuamos un rato por el centro, rodeamos la Basílica de Santa María y la Torre de la Calahorra, cerca del Museo Arqueológico frente al palmeral. Incluso nos tomamos un gofre como cena. Ya el largo día comenzaba a pesar y decidimos que iba siendo hora de recogernos, así que dando un pequeño e intencionado rodeo llegamos al hotel para descansar.

martes, 29 de octubre de 2019

Mark Lanegan en el Gran Teatro de Elche

Desde hace años que tenía como espinita no ver a Mark Lanegan en directo, aunque esto no es del todo cierto, porque hace unos años lo vi como telonero de los Guns N' Roses, en el Vicente Calderón de Madrid, pero el sonido no fue nada bueno y desde entonces guardo un incómodo recuerdo del concierto de Lanegan.

Cuando Mark Lanegan presentó su gira española, el concierto que mejor me venía era el de Elche, especialmente porque era un viernes. Lo hubiera preferido un sábado, para no tener que ir tan ajustado, pero era casi la única posibilidad real de ir a verlo. Además también tenía pendiente varias ciudades de los alrededores por visitar. Para más inri tengo varios amigos que se animaban a ir a al concierto de Elche, y decidí que era una oportunidad de matar unos cuantos pajarracos de un solo tiro. El mismo día que se pusieron a la venta las entradas, mis amigos se encargaron.

El día antes había estado en el concierto de Supersuckers y Airbourne. La vida se presenta así, a veces pasan semanas sin actividades y de repente te coloca dos de las más atractivas una seguida de la otra. La idea era salir de trabajar el viernes, ir a casa, meter las maletas en el coche, recoger a los niños y a Pepi lo más rápidamente posible y sin perder un minuto tirar para Elche. Paramos en la venta Talillas a la hora del almuerzo para comer un suculento arroz caldoso y seguimos sin demora. El trayecto desde Fuengirola hasta nuestro hotel en Elche eran unas cuatro horas y media, si no había ningún contratiempo. Apenas tuvimos tráfico, tan sólo una vez en los accesos a la ciudad. Finalmente llegamos al hotel, soltamos las maletas, aparcamos el coche, y a pocos pasos del hotel estaba el Teatro. Aún nos dio tiempo de presentarles a mi mujer y niños y tomar unas cervezas con los amigos antes del concierto. El telonero era Simon Bonney y no me lo quería perder. Mi mujer y los niños se quedaron por el centro y yo encaminé mis pasos al concierto.

El Gran Teatro de Elche es coqueto y hermoso. Mi asiento era en una butaca en platea con magnífica ubicación, probablemente la mejor posible: fila 1, butaca 1. Parecía que Mark Lanegan estaba tocando sólo para mí. El concierto fue maravilloso. Me lo voy a llevar pegado a la memoria por siempre. Hay un momento preciso que recuerdo perfectamente. Cuando tocó Bleeding Muddy Water el Teatro flotaba, el tiempo avanzaba, porque la canción arrastraba sus notas, pero mi vida se había detenido. Desde el mismo instante en que acabó un profundo aliento me regresó a la vida, había estado inmerso en un limbo de intensidad musical, flotando en una especie de lugar sagrado, casi místico, donde la música inunda tu ser y te atrapa completamente. Te hace suyo. En cuanto el envolvente ritmo de la canción cesó se introdujo en el fichero de mi memoria donde pone momentos estelares de mi vida. Brutal.

Al acabar el concierto pude saludar a Mark Lanegan y darle las gracias, y pedirle que me firmara el setlist. Me dijo que me llevaba sus secretos. Después junto con mis amigos pudimos tomarnos aún algunas cervezas que hicieran más llevadera la vuelta a la vida terrenal.

lunes, 28 de octubre de 2019

Supersuckers y Airbourne en París 15

Ver a Supersuckers y a Airbourne en directo en la misma noche, fue una verdadera sorpresa. Dos bandas completamente distintas en muchos conceptos tocando juntas compartiendo escenario. Bueno, unos antes y otros después. Supersuckers se presentaron con ganas de liarla en formato trío, Eddie Espaguetti con su icónico bajo y su inconfundible voz rasgada, Metal Marty a los mandos de su sucia guitarra  y a las baquetas Chango con su enorme y achivada perilla. 

La banda de Tucson ostentan ese rock sucio, muy garage, a veces punk, que en contadas ocasiones también suenan country y que mezclado todo junto les confiere un sello sumamente distintivo. Se presentaron con muchas ganas y buen humor. Francisco y yo habíamos conseguido una buena situación cerca del escenario. Tocaron muchos de sus temas ya clásicos y también algunos de los temas de su último disco. El sonido fue bueno, aunque a mi juicio les faltaba algo de volumen. 

Seguidamente tocaron Airbourne, que tienen un show muy dinámico e hilado. Para nada aburrido. Uno se pregunta cómo puede Joel O'Keeffe gritar de esa manera, noche tras noche, sin que se le resienta la garganta, porque vaya manera de forzar la voz a la hora de cantar. Comenzaron como intro con el tema de Terminator 2. Con la famosa melodía pisaron el escenario, agarraron las guitarras, melenas al viento y a rockear con Raise the Flag, que como comienzo es una bomba. Luego vinieron Too Much, Too Young, Too Fast, Girls in Black -que es unas de mis favoritas- y prácticamente todos sus temas más conocidos.

El show tiene un momento en el que Joel, que está descamisado todo el concierto. se sube a hombros de uno de su personal de escenario y se da un paseo sentado sobre sus hombros tocando la guitarra entre el público. Otro momento relevante es en el que reparte cervezas lanzándolas en vasos de plástico desde el escenario, y otro en el que también brinda por... bueno, creo que es mejor que vayan a un concierto de Airbourne y lo disfruten. ¡Francisco y yo lo hicimos!

El sonido fue estupendo y la verdad es que nos fuimos con una amplia sonrisa en la cara. La satisfacción de haber disfrutado de dos buenos conciertos. ¡Hasta la próxima!

viernes, 11 de octubre de 2019

Iván Ferreiro en el Palacio de la Paz

Una de mis bandas nacionales favoritas de siempre han sido Los Piratas, por eso he ido siguiendo atentamente a los hermanos Ferreiro desde su separación. Cuando supe que Iván Ferreiro tocaba en Fuengirola, no tuve duda que tendría que estar allí.

El concierto estaba enmarcado como evento reseñable dentro de la feria de Fuengirola. Lo programaron como actuación en el Palacio de la Paz para un día entre semana, pero en horario aceptable. Allí nos presentamos puntuales mi cuñado Francisco y yo. Pudimos hacernos un hueco en la zona delantera al escenario bastante bien centrados. A los dos nos encantó el concierto. El sonido fue maravilloso, las puesta en escena fue fantástica y lo cierto es que lo mires por donde lo mires fue un conciertazo. La voz Iván Ferreiro a mí personalmente me encanta, le mete una tensión a la voz que hace que suenen con una intensidad que cuaja perfectamente con mi forma de sentir la música.

Además tuve la suerte de que la selección de canciones fue muy de mi gusto, y no es fácil, porque suelen variar mucho la elección de las canciones. Para comenzar el concierto, una vez que se apagaron las luces, empezó a sonar el tema principal de la serie The Leftovers, compuesto por Max Richter. Serie y canción que dejan poso. Entre los que acompañaron a Iván Ferreiro, aparte de su hermano Amaro, era Ricky Falkner, cantante de Egon Soda.

Tocaron muchas de mis canciones favoritas de Los Piratas como Fecha Caducada, El equilibrio es imposible, M, o Años 80. Pero también temas enormes de su carrera en solitario como son El pensamiento circular, Turnedo o La Otra Mitad. Ojalá no tarde tanto en volver a ver un concierto de ellos.