domingo, 22 de octubre de 2017

Let's play two!

El martes 10 de octubre se estrenó en España y en media Europa la película Let's play two, de Pearl Jam y yo no podía faltar a la cita. Mi cuñado Francisco, que también es fiel aficionado a la música rock,  me acompañó a la presentación en la única sala de la provincia en la que la proyectaban. Tuvimos que ir hasta Marbella, al Centro Comercial de La Cañada, para encontrar una sala de Cinesa, que era la distribuidora en España. Allí quedamos con un par de amigos.

Realmente no es una película, es más bien un documental que trata sobre la relación de Eddie Vedder, cantante de la banda de Seattle, y el equipo de béisbol de sus amores, los Chicago Cubs. Y sobre los dos conciertos que la banda de Seatle ofreció en Wrigley Field, el estadio de los Chicago Cubs, tras su triunfo al alzarse con las series mundiales, algo que no ocurría desde primeros del siglo pasado. Ha llovido.

Ver un documental musical de tu banda de rock favorita en una sala de cine es una experiencia que la recomiendo siempre. A veces tienes la impresión de estar en la grada disfrutando del concierto y si además, como ocurrió en nuestro caso, el sonido es magnifico, entonces, mejor que mejor. Lo disfruté enormemente. Una lástima que no estrenen más documentales musicales cerca de casa.


domingo, 15 de octubre de 2017

Rosalía Y Raül Refree en Córdoba

Llegamos a Córdoba con el cielo completamente despejado. Esa noche teníamos concierto de Rosalía & Raül Refree en el patio de las columnas del Palacio de Viana. ¡Casi ná! Flamenco hecho desde las raíces: una guitarra y una voz. No hace falta más. Partiendo desde ahí puedes llegar donde quieras.

Salimos pronto del hotel directos al centro de Córdoba, para ir con tiempo más que suficiente. No me gusta andar con prisas. Pasamos por la misma puerta del Palacio donde rezaba un letrero indicando que las entradas estaban agotadas. Desde el otro lado del muro que separa el patio de la calle pudimos escuchar la prueba de sonido. Cada pocos minutos comprobaba que en mi bolsillo, cual tesoro, seguían las entradas.

Faltaba mucho para el concierto. Decidimos ir a picar algo antes del concierto. Se nos ocurrió ir a Bodegas Campos. Un restaurante con tablao flamenco nos pareció apropiado. Un par de cervezas y regresamos cruzando por la Plaza del Potro hacia el Palacio de Viana. Cuando llegamos ya había bastante gente. Cogimos una buena butaca en el centro del patio, ideal para atrapar la acústica. Era un concierto que llevaba tiempo esperando.

Comenzó. Rosalía vestía de rojo y Raül de negro. Dos sillas y dos micrófonos. Comenzó a sonar una grabación, una niña, la misma que comienza el disco en Si tú supieras compañero. En la segunda canción que interpretaron ya me acuchillaron de muerte. Aunque es de noche no está en el disco, pero es uno de los temas que más tocan en directo, un regalo que nos dejó en forma de poema San Juan de la Cruz y que Morante puso música. Rosalía la interpreta mejor que nadie. Ahí se me escapó la primera lagrimilla. Luego vinieron el resto del disco, La hija de Juan Simón y Por castigarme tan fuerte derrumban a cualquiera que tenga corazón. Disfruté enormemente del concierto aunque eché en falta dolorosamente algún tema. Me hubiera encantado escuchar I see a darkness, pero no pudo ser.

Al finalizar el concierto tuve la suerte de poder saludar a Raül y a Rosalía, y cruzar algunas palabras con ambos. Además, Rosalía, muy agradable me firmó el setlist y el cd. Desde ese día miro por si vienen a tocar cerca de Málaga, porque allí estaré.


domingo, 8 de octubre de 2017

El regalo tardío

Abro el buzón con desgana esperando encontrar los cansinos recibos de bancos o los inútiles folletos de publicidad  de siempre y de repente lo que encuentro es un paquete envuelto artesanalmente. Llevo tiempo esperándolo, pero aún así es una agradable sorpresa.

No lo abro, espero a llegar a casa. Tengo una especie de ritual para abrir paquetes. No me gusta la curiosidad voraz de los que necesitan abrirlos en el mismo ascensor. No, me encanta recibir paquetería. No hay que precipitarse, abrirlos es un momento de disfrute, y cuanta más historia venga con él, mejor. Éste paquete tiene un buen recorrido. Me explico:

Un buen día Mark Lanegan, exlíder de Screaming Trees da un concierto en Colonia, el mismo día de mi cumpleaños, pero me será imposible ir, sin embargo, un amigo al que todavía no he conocido personalmente, pero con el que coincido en un grupo de música en whatsapp, va a asistir al concierto. Se ofrece a comprarnos algo del merchandising si así lo deseamos y resulta que Lanegan vende en cd sus conciertos. Él mismo graba, publica y vende una selección de sus conciertos en sus propios conciertos. Ya tengo uno, y firmado además, y es maravilloso. Es un caramelo demasiado dulce para desaprovechar.
Le digo que si no es mucho problema a mí me interesarían un par de ellos. Autoregalo de cumpleaños. Sin problema, me dice. Al final no fuimos pocos los que le encargamos bastantes cds y algunos vinilos. Un atraco al merchandising del concierto. Compró sin fallo todo lo que le dijimos y nosotros le pagamos via transferencia bancaria. Un lujo.

Nos comentó que como el final del verano iba a venir a España, y que allí iba a coincidir con algunos de nosotros, que mejor lo entregaba desde allí y así ahorrábamos en envíos. Gran idea. Pasaron unos meses y finalmente fue a San Sebastian, y coincidió con unos amigos comunes que viven allí. Desde allí, con mucho cariño y buena letra me enviaron mi paquete con un caramelo de té y otro de café incluidos.

Las luces están apagadas mientras escribo este texto, tengo los auriculares puestos y a Lanegan sonando a buen volumen ahora mismo. Los cds son dos conciertos: uno en Glasgow 2016 y otro en Madrid 2012. La vida está preñada de casualidades maravillosas, no hace falta que lo recuerde.


viernes, 6 de octubre de 2017

Día 9. Cervatos - Frómista - Villalcázar de Sirga - Madrid

Para este día nuestra primera visita programada era ir a un bosque de secuoyas cerca de Cabezón de la Sal y seguidamente visitar uno de esos pueblos cántabros con encanto, Bárcena Mayor, y después parar en Poblado Cervatos, pero el tiempo daba lluvias, y no nos parecía una buena idea meternos en carretera de montaña cuando las predicciones meteorológicas daban agua, además eran visitas de exteriores y no creímos que fuera lo idóneo, de manera que cambiamos de ruta y nos dirigimos directamente hacia Poblado Cervatos donde se encuentra la Colegiata de San Pedro. De esa manera recortábamos una hora de carretera y dejábamos de lado un buen puñado de curvas.

Aparcamos en la misma puerta de la Colegiata, en una pequeña explanada de empedrado. No había nadie aparte de nosotros en los alrededores, ni que anduviera por allí, pero una mujer muy amable guardaba pacientemente la puerta de la Colegiata. Lo primero que llama la atención es lo accesible que está. No hay que desviarse casi de la autovía en cinco minutos te plantas allí.

La Colegiata de San Pedro es pequeña, muy pequeña, pero tiene un encanto especial. Ofreció sus primeros pasos como monasterio s.XII y después se convirtió en Colegiata. Respira románico por los cuatro costados. No tiene mucho de nada, pero tiene de todo: pequeñas y estrechas ventanas románicas de arco, una torre de planta cuadrada con su campanario, un ábside semicircular lateral, la cubierta a dos aguas, una portada con arcos concéntricos, un reducido coro, frisos de motivos vegetales, esculturas e incluso tumbas bajo las losas de piedra del piso han sido encontradas recientemente, porque por tener -según parece- también tenía un pozo. Pero de todo, por lo que es más conocida, es por sus canecillos de temática erótica. Hay muchos y en muy buen estado. La visita fue corta, pero interesante. Al salir nos cayeron unas gotas.

La siguiente parada estaba a apenas una hora en carretera, ya en Palencia, dejando Cantabria y entrando en Castilla y León, y no era nuestra primera visita a San Martín de Frómista, pero la vez anterior no pudimos visitar su interior porque no nos cuadró el horario. Nuestra intención en este segundo intento era conseguirlo, y lo hicimos. De San Martín de Frómista no voy a hablar mucho, pues ya lo hice en la visita anterior, pero solamente quisiera comentar que su interior no desmerece de ninguna manera su extraordinaria presencia exterior. Una visita muy recomendada.

Ahora llovía más y como era pronto aún para almorzar entramos en la Venta Boffard, a la que ya le habíamos echado el ojo la vez anterior y picamos un poco de queso con unos refrescos. ¡Nos encanta el queso! Fue un agradable descanso.

La siguiente parada estaba un poco hacia atrás, no mucho, pero era necesario, porque todos estábamos locos por volver al Mesón los Templarios en Villalcázar de Sirga. Por eso hicimos reserva de mesa un par de meses antes y si todo iba bien ese día tomaríamos lechazo al horno y morcilla palentina. Y así hicimos. Una buena pitanza nos regalamos. Es siempre un placer comer lechazo, y si lo haces en un sitio donde conocen todos los secretos de cocinarlo, no hay más que hablar. No habíamos salido del restaurante y ya estaba uno deseando volver.

Ya se acabaron las visitas. Por delante tres horas de carretera hasta Madrid. Aparcar el coche en el parking del hotel, y descansar, pero dio la casualidad que esa misma noche el Real Madrid jugaba en casa contra el Valencia, en el Bernabéu. Nuestro hotel estaba a pocos pasos del Bernabéu. Era partido grande y Miguelito estaba como loco por ver el partido.

Habíamos sufrido muchas caravanas de acceso a Madrid, el tráfico era exagerado y nos retrasó, pero llegamos a tiempo de soltar las maletas en la habitación y Miguelito y yo nos acercamos al estadio a ver si teníamos suerte y podíamos encontrar entradas. Encontramos un par de entradas de las buenas, un buen dinero nos costaron, aunque eso sí, estábamos bien cerca del césped. Más tarde nos dijo nuestro primo Dani y tito Chiqui que nos habían visto en la tele. Miguel tenía la cara iluminada, estaba emocionado. Casi no se lo creía. Fue un partido estupendo, con goles, ocasiones, buen juego y mejor ambiente (2-2).

Regresamos paseando al hotel. ¡Qué contento iba! Pepi y Sofía habían salido a comer por los alrededores del hotel, pero cuando regresamos a la habitación estaban esperándonos. Miguelito se durmió casi en un suspiro. Bueno, en realidad todos lo hicimos, estábamos exhaustos. Vaya día más intenso para todos.

El viaje acabó el día siguiente. La mañana despertó con lluvia abundante, daban tormenta en Madrid y un temporal se acercaba a Andalucía. Dudamos incluso aplazar nuestro regreso, pero al día siguiente el tiempo no mejoraba. Así que después de desayunar nos metimos en el coche y nos tragamos unos cientos de kilómetros lloviendo hasta regresar a casa. Paramos lo justo para almorzar, tomar un café y aliviar las vejigas. Se hizo larga la vuelta, la verdad, el cansancio se va a cumulando, pero lo cierto es que todos estábamos deseando llegar a casa. Afortunadamente todo fue bien y esa noche descansamos en casa, con un montón de vivencias que serán en el futuro recuerdos de nuestras vidas.





domingo, 1 de octubre de 2017

Día 8. Santander - Santillana del Mar

Para este día habíamos previsto visitar Santander. La idea era irnos pronto del hotel para aprovechar el día en Santander. Así que nos fuimos de Santillana del Mar sin desayunar, directos a la capital de Cantabria. La idea era realizar la media hora en coche que separa Santillana del Mar de Santander y desayunar ya en la ciudad.  Encontramos aparcamiento en el paseo de Pereda, a la altura de la Plaza Pombo y en un cafetería croisantería que hacía esquina desayunamos estupendamente.

El primer propósito era acercarnos a la península de la Magdalena y visitar el Palacio de la Magdalena, hoy día sede de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Tuvimos suerte y aparcamos en la zona de parking que hay frente a la Playa del Camello. No había mucha gente aún en la playa porque era temprano, pero sí había mucha gente jugando a las paletas. A los niños les sorprendió mucho ver a tanta gente jugando a las paletas a la vez.

Hicimos unos pocos minutos de colas para acceder a la visita guiada al Palacio de la Magdalena. La visita fue interesante y bastante completa, pero yo me quedo con las fachadas y el exterior del palacio, bueno, y con el vestíbulo principal y su gran escalera. La fachada del edificio es una heterogénea mezcla de estilo inglés y estilo francés. El conjunto me resultó muy llamativo y atractivo. La ubicación y lo perfectamente cuidado que está todo el entorno hacen que sea una visita muy agradable.

Rodeamos la península al completo dando un paseo agradable, y después de la visita incluso paramos en una amplia zona de parque de juegos donde los niños se lo pasaron en grande. Mientras nosotros tomamos un café en la terraza de un bar que hay en el mismo parque. Regresamos al coche y recorrimos todo el paseo de la playa del Sardinero e incluso aparcamos de nuevo para poder acercarnos a la playa. La playa del Sardinero tiene fama en el mundo entero.

Fuimos al centro de nuevo en coche y aparcamos en el parking de la Plaza Pombo de nuevo. La idea ahora era patear la ciudad, y eso hicimos. Miguel se ve que no entendió bien el mensaje y en una de sus célebres tonterías, al salar para tocar la rama de un árbol cayó de cabeza a un jardín a una altura de más de un metro. No lo vio y al intentar hacer pie se encontró el vacío. Vaya susto nos llevamos todos. Él se levantó de un salto diciendo que no le había pasado nada, pero tuvimos que echarle un vistazo por todos lados. Menos mal que cayó sobre zona ajardinada y el césped amortigüó la caída. Además se dio en la cabeza. Un susto y un golpe de suerte en un mismo salto. Aún así buscamos una farmacia cercana para echarle una crema en los rasguños que se hizo. Afortunadamente todo quedó en un susto.

Llegamos hasta la elegante Plaza Porticada y continuamos hasta la plaza del Ayuntamiento. Ya era la hora de almorzar, y nos habían recomendado un sitio para  picar. Buscamos por el google maps y en un paseo de 15 minutos nos plantamos allí. Otra cosa no, pero restaurantes en el centro de Santander hay a patadas. Todo lo que comimos estuvo estupendo, pero quisimos picar un poco e ir a otro sitio, para cambiar, y continuar picando. Yo tenía ganas de probar unas peregrinas en un local que había visto antes. Allí nos plantamos. Todo estupendo, y las peregrinas estupendas.

Después de almorzar, lo apropiado es tomar un postre y estando en agosto, nada como un helado. Buscamos por recomendación una heladería Regma, encontramos una que hay en el mismo Paseo de Pereda, muy cerca de la sede central del Banco Santander, que es un edificio extraordinario. Las vistas fabulosas.

Nos sentamos en un banco a disfrutar de los helados y empezaron a caer unas gotas de lluvia. Paradojas del norte. Poca cosa, pero decidimos encaminarnos hacia el coche y abandonar Santander y regresar a Santillana del Mar, pues aún teníamos alguna visita que hacer en la localidad que ni es Santa ni es llana ni tiene mar, como su ilustre nombre engaña.

Una vez de vuelta en Santillana del Mar la idea era realizar la visita de la Colegiata de Santa Juliana. Y eso hicimos. La visita era con audioguía, y lo cierto es que estaba muy bien explicada y de manera muy amena. La colegiata es tan bella en el exterior como en el interior. El claustro y sus capiteles son maravillosos, pero es el conjunto lo que enamora, los distintos elementos arquitectónicos que integra la hacen especialmente bella. Las ábsides semicirculares, la torre cilíndrica, el frontón triangular sobre la portada, el color de la piedra, todo de una belleza majestuosa y humilde, casi pobre. Una de las edificaciones románicas más bellas que he visitado. Una visita recomendadísima.

Nada más salir paramos a tomamos un vaso de leche fresca con unos sobaos pasiegos en la Casa de los Quevedo y Cossío, donde está el Obrador Casa Quevedo. Para chuparse los dedos. Paseamos toda la localidad de arriba a abajo y de cabo a rabo. La torre de Don Borja, la Plaza Mayor, el Ayuntamiento, la Torre de los Velarde, las distintas posadas, hospedajes y el parador, las sidrería, los artesanos y los restaurantes, todo, absolutamente todo, muy bien cuidado y decorado.

Aún no había comenzado a caer la noche, y aunque no teníamos mucho apetito decidimos picar poca cosa antes de regresar a la habitación del hotel para descansar el estupendo día que habíamos vivido. En el patio interior de la sidrería Casa Miguel, bajo un frondoso árbol nos sentamos a una mesa, y cuando ya terminábamos de cenar comenzaron a caer otras gotas sueltas. Parece que el tiempo nos metía prisa para irnos de los sitios. Y eso hicimos. Nos vendría bien descansar.