A pesar de que no era nuestra primera vez en Madrid planteamos la visita como un circuito de descubrimiento de los principales puntos de la capital. Algunos de ellos ya eran conocidos por todos, otros algo menos.
Comenzamos el día algo más tarde de lo que solemos hacerlo en los viajes, pero es que este día lo teníamos marcado en el calendario como un día de paseo y relax. Lo primero fue ir a desayunar en el hotel, pues teníamos el desayuno buffet incluido, y bien bueno que es.
Una vez listos, nos acercamos al centro en metro y comenzamos nuestra visita a Madrid por la Puerta de Alcalá. ¡Qué mejor forma de comenzar una visita a la capital de España que por su puerta principal! Lo cierto es que es el neoclásico brilla en cada una de sus esquinas. Nos acercamos brevemente para asomarnos al parque del Retiro, porque Sofía quería hacerse unas fotos en los jardines que estaban decorados como si fuese el anuncio del jardín del Edén.
Nuestra siguiente parada era la escultura de la Fuente de la Cibeles y el Ayuntamiento. A Miguelito le gustó ver Cibeles de cerca y no hacía más que preguntar cosas sobre las celebraciones de los títulos del Real Madrid. Continuamos hacia la Fuente de Neptuno y desde allí hacia el Museo del Prado.
Antes de comprar las entradas para el Museo de El Prado nos acercamos a la Iglesia de San Jerónimo El Real, conocida popularmente como Los Jerónimos, de un precioso estilo gótico o neogótico -se me escapan a mí las diferencias-, aunque en cualquier caso es preciosa.
Antes de comprar las entradas para el Museo de El Prado nos acercamos a la Iglesia de San Jerónimo El Real, conocida popularmente como Los Jerónimos, de un precioso estilo gótico o neogótico -se me escapan a mí las diferencias-, aunque en cualquier caso es preciosa.
Realizamos una visita bastante completa del Museo del Prado aunque no con mucho detenimiento, porque para ello hubiéramos necesitado varios días, pero sí contemplamos los cuadros más relevantes. Carlos I por Tiziano, Felipe IV, Las Meninas y La rendición de Breda de Velázquez, La condesa de Chinchón por Goya, El jardín de las Delicias de El Bosco, El caballero de la mano en el pecho del Greco, Las tres Gracias de Rubens... y muchos más. Una pena no disponer de suficiente tiempo para ir disfrutando pausadamente de los cuadros uno a uno. De todas maneras a los niños ya empezaron a dolerles los pies y especialmente a agitárseles la tripa, que si bien el desayuno había sido contundente, habíamos echado un buen paseo para bajarlo. Para abandonar el museo recorrimos la Galería central que es a mi juicio una de las más bonitas de todos los museos que he tenido la suerte de visitar.
Con el apetito tirando de todos nos acercamos a un restaurante que Pepi y yo conocíamos de una visita anterior, Las Bravas. Pero antes aún realizamos un alto en el camino en la puerta del Congreso de los Diputados. Las Bravas afirma ser el sitio que creó lo que hoy es un plato típicamente español, Las Patatas Bravas. Y allí picamos unas patatas bravas con calamares y orejas, también con salva brava. A los niños las orejas no les hizo tanta gracia pero las patatas las devoraron.
Justo después de tan picantes alimentos nos acercamos a la Puerta del Sol, siempre abarrotada, nos dirigimos hacia la Calle Alcalá, dejamos a un lado El Oso y el Madroño, giramos hacia el Paseo de Recoletos por Cibeles, y un poco más allá del Gran Café Gijón, en la otra acera, está la Biblioteca Nacional. No pudimos acceder ya porque el horario de visita había llegado a su fin. Una lástima.
Ya que estábamos cerca de la Plaza Colón nos acercamos a enseñársela a los niños, aunque Pepi no recordaba tampoco haber estado. Ya que estábamos en el barrio de Salamanca y que yo había leído que por allí cerca está ubicada una horchatería que tiene fama de ser la que sirve la mejor horchata de Madrid, Horchatería la Alboraya, nos acercamos pues no estaba lejos. Lo cierto es que la horchata estuvo riquísima, y creánme que sé de lo que hablo pues allá donde voy siempre busco los sitios con fama de ser los que sirven las mejores horchatas.
Para ir acabando el día fuimos a pasear al Retiro. El Retiro es ese sitio en el que entran ganas de sentarse en un banco y abrir las páginas de un libro. Siempre pienso que si viviera en Madrid, y tuviera tiempo -he aquí la clave-, iría a leer allí. Además es un lugar precioso: el gran estanque, los monumentos, las esculturas, la vegetación, el Palacio de Cristal, aunque en esta ocasión no llegamos a él. Junto al estanque fuimos dejando languidecer la tarde, y en el lento atardecer se nos fueron diluyendo las energías y más lentos que rápidos fuimos a coger el metro hacia el hotel. Había sido un día largo e intenso.
Al salir por la bocana del metro, comprobamos que la Castellana estaba completamente vacía. Una imagen excepcional. Por lo visto había una manifestación y la habían cortado. Apenas nos entretuvimos y fuimos directos al hotel, porque además el Málaga jugaba y yo quería verlo. Finalmente tuve que verlo en el bar del hotel porque en la habitación no pude. ¡El Málaga ganó! ¡Vaya grito di en la recepción al marcar el gol!
Justo después de tan picantes alimentos nos acercamos a la Puerta del Sol, siempre abarrotada, nos dirigimos hacia la Calle Alcalá, dejamos a un lado El Oso y el Madroño, giramos hacia el Paseo de Recoletos por Cibeles, y un poco más allá del Gran Café Gijón, en la otra acera, está la Biblioteca Nacional. No pudimos acceder ya porque el horario de visita había llegado a su fin. Una lástima.
Ya que estábamos cerca de la Plaza Colón nos acercamos a enseñársela a los niños, aunque Pepi no recordaba tampoco haber estado. Ya que estábamos en el barrio de Salamanca y que yo había leído que por allí cerca está ubicada una horchatería que tiene fama de ser la que sirve la mejor horchata de Madrid, Horchatería la Alboraya, nos acercamos pues no estaba lejos. Lo cierto es que la horchata estuvo riquísima, y creánme que sé de lo que hablo pues allá donde voy siempre busco los sitios con fama de ser los que sirven las mejores horchatas.
Para ir acabando el día fuimos a pasear al Retiro. El Retiro es ese sitio en el que entran ganas de sentarse en un banco y abrir las páginas de un libro. Siempre pienso que si viviera en Madrid, y tuviera tiempo -he aquí la clave-, iría a leer allí. Además es un lugar precioso: el gran estanque, los monumentos, las esculturas, la vegetación, el Palacio de Cristal, aunque en esta ocasión no llegamos a él. Junto al estanque fuimos dejando languidecer la tarde, y en el lento atardecer se nos fueron diluyendo las energías y más lentos que rápidos fuimos a coger el metro hacia el hotel. Había sido un día largo e intenso.
Al salir por la bocana del metro, comprobamos que la Castellana estaba completamente vacía. Una imagen excepcional. Por lo visto había una manifestación y la habían cortado. Apenas nos entretuvimos y fuimos directos al hotel, porque además el Málaga jugaba y yo quería verlo. Finalmente tuve que verlo en el bar del hotel porque en la habitación no pude. ¡El Málaga ganó! ¡Vaya grito di en la recepción al marcar el gol!
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