Es complicado para mí ir al cine y no es debido a que no tenga oferta cerca de casa. Todo lo contrario. Mi problema es más relativo al tiempo. Es complicado hallar un momento en el fin de semana -entre semana ya ni lo pienso- para dejar a los niños y poder ir junto a Pepi a una sesión. Dificultades hay mil. Entre los partidos de fútbol de Miguelito, los mixing de pádel de Sofía, las actividades varias como son cumpleaños, trabajos en grupo de los niños y el calendario de exámenes, aparte de partidos del Málaga, hacer la compra o adecentar la casa, o, en el mejor de los casos, conciertos varios, lo cierto es que apenas encontramos un hueco para poder disfrutar del séptimo arte.
Pepi y yo éramos de novios de ir al cine una o dos veces a la semana, nos encanta, pero todo se fue complicando y en estos últimos años rara vez podemos escaparnos para ver una película. A veces, y sólo a veces, aprovechamos una oportunidad. En esta ocasión la aproveché yo solo.
Miguelito estaba invitado al cine por un cumpleaños de un amigo, y Sofía estaba loca por ver una película que estaban dando esa semana. No recuerdo el título. Así que miraron los horarios y más o menos cuadraba que todos podrían ir a ver una película. Casi sin esperanza comprobé yo también y oh, sorpresa, Bohemian Rhapsody coincidía que también la proyectaban en el mismo rango horario. No lo dudé. Le tenía ganas.
Me gustó mucho. Es muy light, hay mucha parte de la vida de Freddie Mercury que está difuminada, o embellecida, da igual, en cualquier caso, se me saltaron las lágrimas. Eché de menos muchísimos temas, mucha más carga musical, pero bueno, es un biopic.
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