domingo, 23 de septiembre de 2018

U2 en Madrid - Wizink Center

Al filo de las 12:00 llegamos Francisco y yo a Madrid. Nuestra excusa para escaparnos juntos sin familia siempre es la misma: un concierto. En esta ocasión esa misma noche teníamos una cita en el Wizink Center con U2. Iba a suponer mi cuarta ocasión viendo a la banda de Dublín y un par más de Francisco, que yo recuerde.

Los he visto 2 veces en el estadio Vicente Calderón, una en el Palau Sant Jordi, y ésta última en el Wizink Center. La primera vez fue espectacular y guardo un maravilloso recuerdo. La segunda fue también muy bien, pero del que guardo mejor recuerdo fue del concierto en Barcelona, más que nada porque tuvimos la suerte de colocarnos en las primeras filas del pasillo y pudimos seguir el concierto de una manera inmejorable, aunque la pantalla casi ni la olimos, todo sea dicho.

En el concierto de esta ocasión en el Wizink Center de Madrid, teníamos entrada en grada,  muy centrados y a buena altura. Para ver la pantalla era sin duda una ubicación excepcional. Nuestra primera idea era comprar pista, pero las entradas volaron en pocos minutos, así que bueno, pillamos unas que no estuvieron nada mal.  Del concierto me llevo muchos recuerdos, pero quizás el que más esperaba era la canción Acrobat, que es uno de mis temas favoritos de U2 de siempre. Until the end of the world también la disfruté de lo lindo.

Pero no sólo de conciertos vivi el hombre por lo que siempre que vamos a un concierto intentamos entremeter algunas actividades que complementen la visita. Así que después de dejar nuestras mochilas en el hotel, almorzamos en Steakburguer, tomamos café en la Calle Mayor, paseamos por la Plaza Mayor y fuimos andando, cruzando el Retiro, hasta la horchatería Alboraya -¡qué rica la horchata allí!- y un paseo más y estábamos en el Wizink Center. 

El día siguiente aún tuvimos tiempo de turistear por Madrid. Siempre es un buen día para pasear por Madrid. Primero quisimos visitar el Mercado de San Miguel, que aunque ya lo conocemos bien, me apetecía visitarlo a la hora del desayuno, aunque nosotros ya habíamos desayunado en el hotel.

Desde hacía un tiempo teníamos hecha reserva para asistir a una visita guiada por el Congreso de los Diputados que sólo lo conocía desde el exterior, aunque se cansa uno de verlo en la televisión. Desde allí fuimos directos y sin perder tiempo al Museo Thyssen Bornemisza ya que queríamos visitar la exposición de Monet-Boudin. Como la visita también iba con horario, compramos la entrada conjunta y antes fuimos a pasear por el museo deteniéndonos en unas cuantas obras que nos gustaron más.

Almorzamos en Terramundi, también con reserva, donde almorzamos muy bien,  y ya llegó la hora de regresar en el AVE. Ya ven qué visita relámpago más bien aprovechada. Todo en poco más de 24 horas. Incluso me dio tiempo de traer un regalo sorpresa para cada uno de la casa.

domingo, 16 de septiembre de 2018

Andy Warhol - El Arte Mecánico

El Museo Picasso de Málaga inauguró el 31 de mayo una exposición sobre Andy Warhol. El arte mecánico. Estuve pendiente de encontrar un hueco para poder ir con la familia a visitar la exposición un fin de semana, pero no fue hasta el último día, el 16 de septiembre, cuando finalmente pudimos acercarnos. No soy un devoto de Warhol, pero sí que he de reconocerle su atrevimiento y originalidad.

Warhol siempre ha estado muy unido a la industria de la música: The Velvet Underground, The Rolling Stones, Diana Ross, Aretha Franklin, John Lennon... Ha creado portadas míticas de álbumes de rock, portadas de revistas, posee cuadros de fama mundial, es posible que sus latas de sopa Campbells sean la publicidad más reconocida de la historia del arte. Pero de toda su obra, mi favorita es posiblemente una de sus creaciones más famosas: su retratos, especialmente los Marilyn Monroe. A veces mis gustos  pueden ser muy corrientes. La exposición me pareció muy completa, prácticamente encontré todo lo que esperaba encontrar.

Lo cierto es que el legado de Warhol trasciende a su propia obra. Creó Factory, un espacio pensado para que fuese un centro de creación y con el tiempo resultó ser el ojo del huracán que supuso el Artpop. De ahí salieron muchísimas colaboraciones entre artistas, ya fuesen músicos, escritores, pintores, modelos, escultores o directores de cine. Produjo a The Velvet Underground, apadrinó a Jean-Michel Basquiat, tenía fama de poseer un gran olfato para los negocios. Allí donde algo comenzaba a sonar en el mundo del espectáculo estaba Warhol. Desde luego un hombre inquieto.


jueves, 6 de septiembre de 2018

Un día en Zamora

Nuestra última jornada del viaje decidimos pasarla completamente en Zamora. Durante los días anteriores habíamos planeado unas cuantas visitas por la ciudad e incluso reservamos una excursión guiada a pie por el centro histórico.

La visita comenzaba a primera hora de la mañana en la plaza Viriato, que está justamente a la puerta de nuestro hotel, así que más cómodo era imposible. La visita comenzó como suelen comenzar todas las visitas. La guía nos relató con un breve resumen de los acontecimientos de la ciudad y de sus principales personajes y de los hechos que permanecieron como leyendas en la memoria de la historia, o con suerte, a veces, en papel o en piedra.

Desde la plaza de Viriato nos dirigimos por la Rúa los Francos hasta la fachada principal de la coqueta Iglesia Santa María Magdalena, justo en frente del Convento Clarisas El Tránsito. Giramos a la izquierda en la plaza de San Ildefonso para visitar la Iglesia de San Ildefonso, que me gustó más desde el exterior que desde el interior. Las proporciones adecuadas, la austeridad y simplicidad de los adornos, el color de la piedra, los arcos de medio punto, los detalles de madera en las cubiertas... Lo confieso, soy un enamorado del Románico Zamorano. 

A pocos pasos de allí está el Mirador del Troncoso. Las vistas al Duero desde allí son embriagadoras. En esa dulce mañana las cigüeñas sobrevolaban el cielo, a la izquierda el Puente de Piedra, a la derecha, roto o inacabado, el Puente de los Poetas. El silencio permitía escuchar el discurrir del Duero. Daban ganas de degustar la eternidad allí, pero la visita guiada continuaba, y quedaba mucho por descubrir todavía en una ciudad tan monumental.

La Catedral de Zamora es una de mis catedrales favoritas. Es pequeña para muchos, un poco pastiche para otros, pero para mí es enormemente bella. El cimborrio de influencia bizantina sobre el crucero de la planta de cruz latina es extraordinario. La vista exterior del cimborrio es excelente, pero la cúpula interior no se queda corta y también, a mi juicio, es de obligada visita. Además, a un costado del conjunto catedralicio, sobresale una alta, robusta y orgullosa torre del s. XVIII, cuyo origen fue defensivo, y que en ocasiones también sirvió como cárcel.

No podemos olvidar detenernos a contemplar la Portada del Obispo, la Capilla de San Ildefonso o los retablos, y en especial los tapices flamencos del Museo Catedralicio sobre  la batalla más famosa de la historia de la humanidad, la batalla de Troya. Por si fuese poco, a escasos pasos de la Catedral está el Duero y el castillo, del que quedan restos de su castigada historia. Todo en conjunto es uno de los lugares más encantadores que he visitado.

Nada más salir de la catedral, recuperándote aún del Síndrome de Stendhal, nuestra guía nos comenta justo delante de un portón sobre un arco románico, que esa es la casa de Arias Gonzalo, más conocida como la Casa del Cid. Te tienes que sentar.

Pero, sin embargo, la visita continuaba, visitamos la muralla, recuerden que Zamora es conocida como "Zamora la bien cercada" y se nos contó la historia de la Puerta de Doña Urraca y ahí acabó la visita. La guía se marchó y los turistas nos fuimos esparciendo de acá para allá. Nosotros nos quedamos recorriendo el castillo y los exteriores de la Plaza de la Catedral y nos acercamos a admirar la belleza sencilla y natural de la Iglesia de San Isidoro. Regresamos a la plaza Viriato y comenzamos el recorrido opuesto con el que habíamos comenzado la visita guiada.

La Plaza Mayor de Zamora recoge a los dos Ayuntamientos, el viejo y el actual, y en medio la Iglesia de San Juan, que es también estupenda, en una esquina de la iglesia hay una escultura del Merlú, figura fundamental de la Semana Santa Zamorana. Continuando por la calle San Torcuato alcanzas el Palacio de los Momos, pero ya había llegado la hora de almorzar y desde hacía un par de días le habíamos echado el ojo a un restaurante, Restaurante La Rua, así que no le dimos más vueltas. Pastel de pescado y marisco de entrada, arroz a la Zamorana y de postre Cañas zamoranas. Todo para chuparse los dedos. Después de tan suculenta pitanza, lo recomendado para la ocasión es una cabezadita en Palacio. El resto del día fue como pueden imaginar de un día de descanso en una ciudad soñada. Piscina, café junto a la piscina, un poco de lectura en una hamaca, un batido, ducha en la habitación y paseo nocturno volviendo a visitar todo lo que habíamos visitado durante la mañana pero en esta ocasión con la iluminación nocturna. Una preciosidad. Después de un día tan cargado de encanto tocaba poner fin: picamos algo, después un helado y para acabar dulces sueños.

La jornada siguiente fue la hora de nuestra triste despedida de Zamora. Después del desayuno admiramos el exterior la Iglesia de San Cipriano, disfrutamos de las espléndidas vistas desde el Mirador de San Cipriano, nos acercamos al Palacio del Cordón y desde el parking frente a la Biblioteca pusimos rumbo de vuelta al sur. Por el camino hicimos pocos altos, un par de paradas para tomar un café, estirar las piernas, repostar, desbeber y a almorzar en Sevilla. En siete horas de carretera llegas a casa. Otro viaje al zurrón de la placentera memoria de los recuerdos imborrables. Y que siga así.



miércoles, 5 de septiembre de 2018

Miranda do Douro - Zamora

El día anterior había sido largo y cansado, en esta ocasión planeamos la jornada algo más relajada. Nuestro hotel en Zamora era el Parador, ubicado en un antiguo palacio renacentista del siglo XV. El desayuno se servía en un elegante salón con vistas sensacionales a la piscina y al Duero. Una maravilla. Desde allí partimos en coche a Miranda do Douro, una pequeña población portuguesa fronteriza. Pocas fronteras geográficas hay más eficaces que los ríos. A un lado Portugal, al otro España.

La verdadera razón de visitar Miranda do Douro en realidad era la Estación Biológica Internacional,  que está en la parte portuguesa del río Duero. Para sacar las entradas por Internet teníamos que haberlo hecho con más antelación, pero preguntamos por teléfono y nos dijeron que quedaban bastantes, que si llegábamos con antelación no tendríamos problemas, aunque nos advirtió que no nos durmiésemos. Llegamos a la taquilla para comprar las entradas con tiempo suficiente antes de la hora prevista de la visita y  resultó que compramos las últimas cuatro entradas a la venta para esa mañana. ¡Vaya suerte!

El paseo en crucero panorámico por el Duero es extraordinario. Primero, antes de partir, te explican lo que vamos a intentar ver y te indican dónde poner atención para poder contemplar la fauna y la vegetación propia de la zona: nutrias, águilas, búhos... Lo explican dentro del barco para que una vez que salimos al exterior mantengamos el máximo silencio posible para respetar el entorno. Solamente el paseo entre desfiladeros en aguas del Duero ya merece la pena.

Después del paseo en el amplio crucero panorámico nos llevaron a una piscina adaptada donde se realizaron demostraciones de aves que resultó ser muy interesante. Los niños pudieron participar dando de comer a los patos, o en el caso de Miguel que pudo sostener un ave rapaz, que ahora no recuerdo. A ellos le gustó incluso más que el paseo por el Duero.

No muy lejos de allí está la localidad portuguesa Miranda do Douro, que aunque es un municipio pequeño tiene un buen número de lugares de interés turístico como son la Catedral del s. XVI, o el Castillo del s. VIII. Tantos siglos llevaban allí que podrían esperar a que nosotros repusiéramos energías en un restaurante que nos habían recomendado. El Restaurante O Mirandés. Tuvimos que esperar un rato para obtener mesa pues había cola para almorzar allí. Lo cierto es que la espera mereció la pena.

Del Castillo queda poco más que unas murallas maltratadas por el inevitable paso del tiempo. La hora, el calor y la fecha provocó que no hubiera nadie más por las calles. Sólo estábamos nosotros cuatro, algún despistado y el Lorenzo vigilándonos incansablemente desde un cielo completamente despejado. La Catedral, en algunos sitios denominada como Concatedral de Miranda do Douro estaba cerrada y no pudimos acceder pero la rodeamos y visitamos las ruinas del antiguo Palacio Episcopal, que estaban bastante cuidadas y el entorno es precioso. Bajamos al centro callejeando por calles empedradas  hasta lo que debe ser la plaza principal. Allí estaba el Ayuntamiento y en medio de la plaza peatonal una pareja de esculturas representando las vestimentas típicas regionales. Nuestra visita a Miranda  llegó a su fin y nos montamos en coche en dirección a Zamora.

El parador de Zamora goza de piscina y Pepi y los niños llevaban un tiempo con ganas de tirarse al agua. Bueno, Pepi tenía más ganas de tirarse a la hamaca a leer tomando el sol. Yo, en cambio, me tumbé pero en la habitación con el aire acondicionado puesto a recuperar la siesta que alguno se había echado en el coche en el camino de Mirada do Douro a Zamora. Al final de la tarde también me di un chapuzón.

Ya ven que fue un día más reposado de lo habitual. Nos duchamos y salimos a picar. Primero unos pinchos en El Lobo, y después en El rincón de la Abuela. Los dos estuvieron bien. Un helado en la Heladería La Veneciana, que además se empeñó a invitar Miguel, que había traído una buena parte de sus ahorros y después de dar un paseo para bajar tanto que habíamos comido, fuimos a descansar a los góticos aposentos del Palacio.

martes, 4 de septiembre de 2018

Burgo de Osma - Aranda de Duero - Palencia - Zamora

La día anterior apenas habíamos tenido tiempo de pasear por el Burgo de Osma, de manera que aún nos quedaba bastante por descubrir. Lo primero fue buscar un lugar para desayunar y para ello nos acercamos a la plaza mayor, pero finalmente desayunamos en un bar cerca del edificio de la antigua universidad renacentista del s. XVI, hoy en día un Hotel Termal.

Regresamos a la Plaza Mayor, donde está el Ayuntamiento, que ocupa dos edificios distintos en la misma plaza, uno enfrente del otro. Con la claridad del día todo parece tener una apariencia distinta. La Calle Mayor está repleta de bares, panaderías y comercios que giran alrededor del turismo y el comercio culinario. Al final de la Calle Mayor está la Catedral, que es imponente. Esa misma mañana, desde la estupenda vista desde el balcón de nuestra habitación, mientras el resto de la familia terminaba de arreglarse, estuve contemplando su presencia monumental. Parece mentira que se construyesen edificaciones así ya en el siglo XIII. Visitamos el interior y al abandonar el templo religioso nos acercamos al Puente Viejo para ver una de las vistas imprescindibles del Burgo de Osma: las murallas junto al río Ucero. El paseo que va junto al río desde el Puente Viejo hasta las ruinas del castillo parecía ser estupendo, pero no disponíamos de tanto tiempo esa mañana. Nuestra siguiente parada nos esperaba a una hora en coche.

Aranda de Duero es la capital de la comarca de la Rivera del Duero, y pertenece a la provincia de Burgos. Nada más bajar del coche ya huele a lechazo al horno. Una maravilla. Nuestra primera visita prevista fue la Iglesia Santa María la Real, que desde el exterior tiene presencia de Catedral. La fachada gótica es un verdadero prodigio de imaginación. Mil detalles completan cada una de sus partes. Las jambas están profusamente decoradas. El arco de entrada es apuntado y nada queda al azar. Sobre el arco una representación del calvario, sobre él los escudos, alrededor piedra imitando a la teja, o tal vez a una vegetación simétrica. Las escenas religiosas, los animales fantásticos, las esculturas de los padres de la Iglesia. Todo está ahí. La noche y el día, la fe y la muerte. Hay horas de observación para el que dispone tiempo e interés. Le hice fotografías para después poder observar con detalle, aunque luego siempre faltan las que uno más desea.

Paseamos por el casco antiguo lentamente, disfrutando del estupendo tiempo que el día nos ofrecía. Llegamos a la plaza Mayor, con planta casi triangular y por debajo del Ayuntamiento, por una especie de túnel, nos acercamos a contemplar el río Duero. Había poca gente por las calles y todo parecía estar tranquilo y apacible. Fuimos dejándonos llevar hasta la Plaza de la Constitución, mirando escaparates, fachadas y restaurantes hasta que regresamos para hacer parada gastronómica en la Bodega el Lagar de Isilla.

Todo lo veíamos tenía una pista magnífica. Los pinchos, las tapas, las raciones, los asados. Difícil decisión era elegir qué pedir, pero al final nos decidimos por pedir unas zamburiñas y unas morcillas de Aranda para comenzar y como plato principal el archifamoso lechazo asado. El postre también estaba para chuparse los dedos. Comimos de maravilla. Al terminar la comida bajamos a la cueva del restaurante, que hace las veces de bodega. Bajas unas escaleras cavadas en la piedra y debajo del restaurante hay como un laberinto de galerías donde se conserva el vino. Es muy curioso. A Pepi le daba un poco de claustrofobia, pero estuvimos poco rato. Dimos una vuelta completa y abandonamos el restaurante. De camino al coche pasamos junto a una escultura de Pío Baroja. Me hizo ilusión.

Nuestra siguiente parada era Palencia. Una hora y media en coche aproximadamente nos separaba desde Aranda de Duero. Aparcamos en la Calle Mayor Antigua, y fuimos directos a la Plaza de la Inmaculada, porque queríamos visitar la Catedral de San Antolín, pero antes, una pequeña parada a tomar un café. Palencia parecía estar vacía. En la plaza no había apenas nadie más. Visitamos una Catedral completamente vacía, estábamos nosotros y las audio-guías, con las que fuimos enterándonos un poco mejor de todo. Es una catedral enorme, con un buen número de capillas. La fachada principal y la que da a la plaza de San Antolín me parecieron magníficas. La puerta del Obispo, así como el retablo mayor son majestuosos. La sepultura de la reina Urraca y la Cripta son algo especial de la Catedral. Fuera de la catedral, en frente y al fondo de la plaza, está la escultura al Maestro.

Vista la catedral, decidimos ir paseando, dejándonos llevar, hasta llegar al casco antiguo y la Plaza Mayor. Una vez que visitas lo esencial, o lo que estás pensando visitar, el tiempo posterior es un regalo. La idea era pasear hasta que llegara el momento en el que decidiésemos que era la hora de irnos, aunque esto la mayoría de las ocasiones es que los niños se cansan y quieren sentarse.

Uno de los edificios más bellos de Palencia, a mi juicio, es la Fundación Villandrando, que es hoy en día un centro educativo. Una fachada llamativa por su originalidad. Es un edificio moderno, pero posee elementos góticos, con soportales con capiteles decorados, ventanas venecianas, y en todo la parte alta, un friso cerámico especialmente bello que expone brevemente la historia del edificio.

Palencia posee esa enorme catedral, un centro histórico bello y un edificio modernista realmente atractivo, y posiblemente mil cosas más que no tuvimos tiempo de llegar a descubrir, pero tras girar una esquina tropezamos con la Iglesia de San Francisco, y en ese mismo instante, tanto Pepi como yo coincidimos en que sin saber porqué, a los dos nos pareció haber saltado unos años atrás cuando giramos una esquina y también nos encontramos con una visión similar en el Trastevere de Roma. No sabría decir qué es lo que fue lo que nos trajo ese pensamiento pero a los dos coincidimos en el mismo pensamiento.

Fue avanzando la tarde y yo prefería no llegar de noche a Zamora, así que nos despedimos de Palencia con las ganas de habernos quedando más, pero aún teníamos 150 km por delante. En Zamora tuvimos tiempo a poco. Aparcar, llegar al hotel e ir a picar algo antes de regresar al hotel a descansar, que bien merecíamos. Había sido un día bien largo.

lunes, 3 de septiembre de 2018

Medinaceli - Almazán - Soria - Calatañazor - Burgo de Osma

Llegamos a Medinaceli a media mañana. El día estaba completamente despejado y la temperatura era un regalo. Ya desde antes de llegar a Medinaceli, conforme uno empieza a acercarse por carretera, se puede advertir desde la distancia lo que es la atracción más reconocida de esta coqueta localidad, un arco de triunfo romano. Tan imponente arco fue erigido a finales del siglo I y servía como puerta de acceso a la ciudad, aparte del significado conmemorativo propio de este tipo de construcción. Dos mil años diciendo aquí estoy yo, bajo sus bóvedas cruzaron emperadores, reyes, personajes sobresalientes de la historia así como ejércitos victoriosos y derrotados, pero él sigue allí, como testigo fiel, incluso de ese presente matutino en el que nosotros nos encontrábamos. Vale la pena visitar Medinaceli solamente para verlo.

Pero Medinaceli es más que su arco. Es un pequeño pueblo soriano medieval, bien cuidado y con preciosos rincones. Su localización es determinante. Se encuentra ubicado en lo más alto de una colina y fue frontera estratégica entre moros y cristianos. Cuenta la historia que Almanzor falleció aquí en la retirada de la batalla de Calatañazor, y que también, siglos más tarde, fue protagonista en la resistencia ante las tropas napoleónicas. 

Fuimos adentrándonos en la ciudad por sus estrechas y encantadoras callejuelas hasta detenernos en una pequeña plaza a la entrada de la Iglesia de Santa María. En medio de la plaza un árbol majestuoso embellece el conjunto. A pocos pasos está la plaza mayor de Medinaceli, de planta irregular,  con su Alhóndiga de dos plantas aporticadas. Preciosa. El pueblo se encontraba en fiestas y el ambiente era insólito. Todo estaba decorado como si fuese un mercado medieval. Había una demostración de cetrería a caballo, puestos vendiendo productos artesanales: miel, jabones, quesos, pasteles almendrados o trabajos en mimbre y barro y así un buen número de productos artesanales típicos de la zona. También había músicos tocando una especie de música medieval mientras un grupo de ocas y patos cruzaban con gracia la plaza.

En la misma plaza también está el Palacio Ducal, que se encontraba engalanado para la ocasión y que no pudimos visitar por estar cerrado. Abandonamos Medinaceli en dirección a Almazán, pero antes compramos fruta deshidratada para el camino.

Almazán es una población cuyo mayor atractivo monumental son la Iglesia de San Miguel, el Palacio de los Altamira, ambas en la plaza mayor, y las puertas de entrada.  La Iglesia de San Miguel es a mi parecer especialmente bella. Sus proporciones equilibradas, sobresaliendo un atípico campanario y las acostumbradas características románicas resultan un conjunto hermoso. La plaza también cuenta con la sobriedad del Palacio de los Altamira, que fue residencia puntual de los Reyes Católicos, y junto a la plaza el mirador hacia el río Duero. Accedimos y despedimos Almazán por la Puerta de Herreros, y poco antes de cruzar la torre del reloj conocida como la Puerta de la Villa, que da acceso a la plaza mayor, compramos unas yemas de huevo que estaban riquísimas.

Llegamos a Soria casi a la hora de almorzar. Aparcamos en un parking junto al Paseo el Espolón y fuimos directos al Fogón del Salvador, pues ya apenas teníamos tiempo para visitar nada antes de almorzar. Todo lo que probamos estaba exquisito. Lo recomiendo sin duda y si vuelvo a Soria, es parada segura.

Después de comer fuimos a visitar la Iglesia de Santo Domingo, de estilo románico del siglo XII. Tuvimos suerte porque la encontramos abierta y pudimos acceder a visitarla, pero lo más destacado de la iglesia, a mi juicio, es su portada principal, con una entrada ensalzada con cuatro arquivoltas con relieves alrededor de un pantocrátor en el frontón. En la fachada además sobresale un rosetón central. El conjunto es muy atractivo a la vez que excepcional.

Decidimos regresar al centro dando un pequeño rodeo para poder ver cosas distintas a la vuelta que a la ida. Fuimos a la Plaza Mayor de Soria, donde está el Ayuntamiento y la Fuente de los Leones,  y continuamos hasta el Palacio de los Condes de Gómara, para al final llegar a la Alameda de Cervantes, fue un paseo muy agradable. Holgazaneamos un rato y regresamos al coche, pero antes paramos en Mantequerías York para tomarme un café, que tocaba conducir.

A las afueras de Soria, cruzando el Duero por el Puente de Piedra está el Monasterio de San Juan de Duero, que está entre las Maravillas del Románico Español. Del Monasterio lo que más llama la atención es su claustro del siglo XIII. Un experto en arte románico podría resumir gran parte de la evolución de la arquitectura románica en los arcos del claustro. Están casi todos los elementos arquitectónicos románicos en él. El medio punto, los capiteles con la ornamentación vegetal y animal, los arcos cruzados, los distintos modelos de fustes, algún arco con influencia mudéjar e incluso hay un atrevimiento arquitectónico con la desaparición de la pilastra de apoyo. Una maravilla el conjunto. Pero todo no acaba en el claustro; el interior también es especialmente singular. Dos templetes, uno semiesférico, el otro cónico, cada uno con su altar, y cada uno con sus columnas y sus capiteles historiados. Me fui de allí sabiendo que observé una mínima parte de lo que debería haber admirado, pero el tiempo no es infinito y menos cuando los niños empiezan a impacientarse por irse de lo que ellos ven como un lugar aburrido.

Vimos una pequeña exposición de lo que fue la de defensa numantina y nos dirigimos a Calatañazor. que es una localidad diminuta. Según el censo 56 habitantes en 2016. Pueden hacerse una idea. Pues ahora entiendan que Calatañazor posee un castillo, o lo que queda de él, y este castillo contiene una torre, la Torre del Homenaje, que está restaurada, así como la muralla del siglo XII, pero además posee una Iglesia -que visitamos- y una ermita, la Ermita de la Soledad. Lo mejor de todo son las vistas desde lo alto de la torre del homenaje. Es un pueblo curioso del que me llamó la atención la manera atípica que tienen de ejecutar las chimeneas.

El día estaba llegando a su fin y aún teníamos que llegar a El Burgo de Osma y quedar con nuestro casero, pues en el Burgo de Osma habíamos reservado un apartamento justo en la Plaza de la Catedral y buscar un sitio para cenar. Todo fue rodado e incluso nos dio tiempo a pasear por la Calle Mayor y sentarnos en la Plaza Mayor, y ver cómo Miguelito jugaba al fútbol con unos niños que estaban jugando en la plaza. Cenamos en el Restaurante Capitol, y otra vez más nos fuimos encantados porque todo lo que probamos estaba exquisito. El solomillo de ternera al foie, para chuparse los dedos.

Después de la cena tocaba ir al apartamento, regalarse un buen baño y descansar para encarar el día siguiente que se esperaba intenso también.


domingo, 2 de septiembre de 2018

Un día en Madrid

A pesar de que no era nuestra primera vez en Madrid planteamos la visita como un circuito de descubrimiento de los principales puntos de la capital. Algunos de ellos ya eran conocidos por todos, otros algo menos.

Comenzamos el día algo más tarde de lo que solemos hacerlo en los viajes, pero es que este día lo teníamos marcado en el calendario como un día de paseo y relax. Lo primero fue ir a desayunar en el hotel, pues teníamos el desayuno buffet incluido, y bien bueno que es.

Una vez listos, nos acercamos al centro en metro y comenzamos nuestra visita a Madrid por la Puerta de Alcalá. ¡Qué mejor forma de comenzar una visita a la capital de España que por su puerta principal! Lo cierto es que es el neoclásico brilla en cada una de sus esquinas. Nos acercamos brevemente para asomarnos al parque del Retiro, porque Sofía quería hacerse unas fotos en los jardines que estaban decorados como si fuese el anuncio del jardín del Edén.

Nuestra siguiente parada era la escultura de la Fuente de la Cibeles y el Ayuntamiento. A Miguelito le gustó ver Cibeles de cerca y no hacía más que preguntar cosas sobre las celebraciones de los títulos del Real Madrid. Continuamos hacia la Fuente de Neptuno y desde allí hacia el Museo del Prado.

Antes de comprar las entradas para el Museo de El Prado nos acercamos a la Iglesia de San Jerónimo El Real, conocida popularmente como Los Jerónimos, de un precioso estilo gótico o neogótico -se me escapan a mí las diferencias-, aunque en cualquier caso es preciosa.

Realizamos una visita bastante completa del Museo del Prado aunque no con mucho detenimiento, porque para ello hubiéramos necesitado varios días, pero sí contemplamos los cuadros más relevantes. Carlos I por Tiziano, Felipe IV, Las Meninas  y La rendición de Breda de Velázquez, La condesa de Chinchón por Goya, El jardín de las Delicias de El Bosco, El caballero de la mano en el pecho del Greco, Las tres Gracias de Rubens... y muchos más. Una pena no disponer de suficiente tiempo para ir disfrutando pausadamente de los cuadros uno a uno. De todas maneras a los niños ya empezaron a dolerles los pies y especialmente a agitárseles la tripa, que si bien el desayuno había sido contundente, habíamos echado un buen paseo para bajarlo. Para abandonar el museo recorrimos la Galería central que es a mi juicio una de las más bonitas de todos los museos que he tenido la suerte de visitar.

Con el apetito tirando de todos nos acercamos a un restaurante que Pepi y yo conocíamos de una visita anterior, Las Bravas. Pero antes aún realizamos un alto en el camino en la puerta del Congreso de los Diputados. Las Bravas afirma ser el sitio que creó lo que hoy es un plato típicamente español, Las Patatas Bravas. Y allí picamos unas patatas bravas con calamares y orejas, también con salva brava. A los niños las orejas no les hizo tanta gracia pero las patatas las devoraron.

Justo después de tan picantes alimentos nos acercamos a la Puerta del Sol, siempre abarrotada, nos dirigimos hacia la Calle Alcalá, dejamos a un lado El Oso y el Madroño, giramos hacia el Paseo de Recoletos por Cibeles, y un poco más allá del Gran Café Gijón, en la otra acera, está la Biblioteca Nacional. No pudimos acceder ya porque el horario de visita había llegado a su fin. Una lástima.

Ya que estábamos cerca de la Plaza Colón nos acercamos a enseñársela a los niños, aunque Pepi no recordaba tampoco haber estado. Ya que estábamos en el barrio de Salamanca y que yo había leído que por allí cerca está ubicada una horchatería que tiene fama de ser la que sirve la mejor horchata de Madrid, Horchatería la Alboraya, nos acercamos pues no estaba lejos. Lo cierto es que la horchata estuvo riquísima, y creánme que sé de lo que hablo pues allá donde voy siempre busco los sitios con fama de ser los que sirven las mejores horchatas.

Para ir acabando el día fuimos a pasear al Retiro. El Retiro es ese sitio en el que entran ganas de sentarse en un banco y abrir las páginas de un libro. Siempre pienso que si viviera en Madrid, y tuviera tiempo -he aquí la clave-, iría a leer allí. Además es un lugar precioso: el gran estanque, los monumentos, las esculturas, la vegetación, el Palacio de Cristal, aunque en esta ocasión no llegamos a él. Junto al estanque fuimos dejando languidecer la tarde, y en el lento atardecer se nos fueron diluyendo las energías y más lentos que rápidos fuimos a coger el metro hacia el hotel. Había sido un día largo e intenso.

Al salir por la bocana del metro, comprobamos que la Castellana estaba completamente vacía. Una imagen excepcional. Por lo visto había una manifestación y la habían cortado. Apenas nos entretuvimos y fuimos directos al hotel, porque además el Málaga jugaba y yo quería verlo. Finalmente tuve que verlo en el bar del hotel porque en la habitación no pude. ¡El Málaga ganó! ¡Vaya grito di en la recepción al marcar el gol!

sábado, 1 de septiembre de 2018

Argamasilla de Alba - Campo de Criptana - Madrid

El pasado 23 de agosto bien temprano por la mañana comenzamos nuestro viaje en coche por España. Para dar comienzo el viaje nos esperaba un buen madrugón, para aprovechar el tiempo, y sobretodo, quitarnos kilómetros de costa lo antes posible. A las 9:30 de la mañana estábamos justo pasado Despeñaperros, en la Venta Casa Pepe, un lugar peculiar que los niños no conocían y que nos venía perfecto para realizar el primer alto en el camino.

Nuestro siguiente parada estaba ubicada en Argamasilla de Alba, en la provincia de Ciudad Real, donde se encuentra la Casa de Medrano, punto referente en "La ruta de Don Quijote". La Casa de Medrano es uno de esos sitios en los que la historia de la literatura puso su pincel. En esta casa, hoy en día Centro Cultural, se encuentra la celda donde Miguel de Cervantes Saavedra cumplió encierro, según parece a causa del impago de una deuda. ¿Quién sabe si debido a esa prisión, en esa cueva de cal, se cuajó en la mente del Genio de las Letras el personaje y la más grande aventura jamás escrita? Lo que sí parece seguro es que en este lugar es en el que pensaba Cervantes cuando comenzaba diciendo: En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme...

A cuarenta minutos por carretera de Algamasilla de Alba se encuentra Campo de Criptana, Municipio manchego famoso por sus molinos de viento, aparte de porque es el lugar de nacimiento de Sara Montiel, Sarita.

En total hay diez molinos, algunos del siglo XVI y están bastante agrupados y además muy cerca del pueblo por lo que la estampa del conjunto posee mucho encanto, así que hicimos unas cuantas y continuamos nuestro camino a la Capital.

Llegamos a Madrid, aparcamos, nos instalamos en el hotel y fuimos al centro en metro. Pateamos un buen rato por el centro y almorzamos en Steak Burguer, que a los niños les encantó, a continuación seguimos hacia el Palacio Real, que si bien Pepi y yo ya conocíamos de visitas anteriores, con los niños nunca habíamos ido. Creo que les gustó. Algo más a Sofía que a Miguel. Aunque a Miguel le gustó más la armería.

Al salir visitamos la Catedral de Santa María la Real de la Almudena, pasamos por la puerta de la Ópera, y bajamos por la Calle Mayor visitando la Plaza de la Villa y el Mercado de San Miguel, all llegar a la Plaza Mayor un hombre estaba a punto de comenzar un show, que resultó ser muy divertido y a los niños les encantó. No pararon de reír. El show era muy ocurrente y para colmo sacaron a Sofía y luego a Pepi en la actuación, lo que sirvió para que todos lo pasáramos en grande. ¡Sí que fue divertido! Miguel reía a carcajadas.

En la Plaza Mayor la noche cayó sobre nosotros y como llevábamos despiertos desde bien temprano, empezaron a abrírsenos las bocas. Así que nos acercamos a la Puerta del Sol y cogimos el metro hacia el hotel, que estaba cerca del Bernabéu y después de una ducha, caímos a rendidos a dormir que lo necesitábamos.