sábado, 17 de octubre de 2020

Una escapada a Cádiz

Los datos de los contagios estaban bajado relativamente sus números alarmantes, se consiguió doblegar la curva de contagios, con muchísimo esfuerzo y el gobierno decidió flexibilizar el confinamiento. Estaba permitido salir de la provincia y decidimos hacer una escapada de una sola noche a Cádiz. Los niños han estado varias veces en la provincia de Cádiz, pero nunca en la capital.

De manera que despertamos temprano, levantamos ancla y pusimos rumbo a Cádiz. Hacía un día espléndido. El cielo era una sábana celeste y el sol lucía poderoso presidiéndolo todo.  La intención era llegar pronto, aparcar el coche y patearnos la Tacita Plateada de cabo a rabo. Como Pepi y yo ya habíamos estado antes en Cádiz,  decidimos llevar a los niños a visitar la Torre Tavira, que creímos que les iba a gustar, como así fue. Tuvimos que hacer reserva porque en algunos horarios se estaban agotando las plazas, ya que en estos tiempos todos los aforos se han visto reducidos y tuvimos que coger la visita para la tarde.

Antes de dirigirnos hacia la Torre para disfrutar del efecto óptico que encierra teníamos tiempo de realizar algunas visitas. La primera fue el Monumento a la Constitución de 1812, en la Plaza de España de Cádiz. Rodeamos la frondosa plaza y nos hicimos unas cuantas fotos frente al majestuoso monumento que guardaremos como recuerdo de nuestros primeros pasos por Cádiz. Pepi y yo aprovechamos la visita para  tratar de explicarle a los niños un poco de la historia alrededor del acontecimiento que el monumento homenajea.  Esperemos que sirviera de algo. Al terminar cruzamos hacia los jardines de la Alameda, con la idea de dar un pequeño rodeo, para poder ver el máximo de cosas en el camino. Desde la balaustrada que sirve de mirador al Atlántico se veía el Puerto de Santa María y en medio flotaba un gran buque, el cielo y el mar compartían a la altura del horizonte la misma tonalidad de azul y el buque daba la sensación de estar posado en el cielo. El mar estaba completamente en calma. Sólo unas pocas embarcaciones parecían desplazarse lenta y suavemente. Se respiraba una especie de lenta dejadez, parsimoniosa que siempre da la impresión de estar instalada en Cádiz.

El jardín lucía precioso. Los jardineros del Parque Genovés se ganan bien su sueldo y aparte tienen una innegable vocación artística. Al César lo que es del César.  Abandonamos el parque y decidimos cruzar vagabundeando por las callejuelas que van al Mercado de Abastos, que si bien, al ser domingo, sabíamos que iba a estar cerrado, al menos sí íbamos a encontrar abiertos los puestos que venden tapas típicas en la plaza central. A la hora que era y tras la larga caminata ya traíamos apetito. Picamos tortillita de camarones, tarantela de atún, ensaladilla rusa de gambas y unas croquetas de retinto, pero no nos podíamos entretener mucho porque teníamos la visita de la Torre Tavira reservada.

Para todos aquellos que no las hayan visitado la torre y sólo la conozca de oídas o de haber pasado por su puerta, habría que advertirles que la Torre Tavira puede parecer engañosa. No parece tan alta pero lo es, no parece gran cosa, pero lo es. Desde la terraza las vistas son inmejorables y la visita a la cámara oscura es sorprendente a la vez de educativa. A todos los que tengan buenas piernas y ganas de subir escalones es, a mi juicio, una visita obligada en Cádiz, especialmente si es la primera ocasión en la que se visita la capital, porque da una vista muy completa de la ciudad.

Después de la visita paseamos por el centro histórico, la Calle Pelota, la Plaza San Juan de Dios, donde está el Ayuntamiento, y también realizamos la visita del interior de la Catedral. La visita incluye una audioguía que se nos hizo un poco larga. La tarde estaba llegando a su fin. Bajamos al paseo del Vendaval desde donde hay un tramo donde, hacia un lado se disfruta de unas estupendas vistas a la catedral, y hacia el otro lado, según la hora, se puede contemplar cómo el sol se  disuelve en el Atlántico. Hicimos fotos preciosas ahí.

Aletargados por tan conmovedora estampa nos acercamos al barrio del La Viña donde hay innumerables bares donde picar algo para terminar el día. Después de llenar algo el buche regresamos paseando haciendo camino hacia el hotel. Descansamos en el hotel cerrando los ojos asimilando que esa ciudad fue mil veces conquistada y mil veces defendida. Fue bombardeada desde galeones, invadida calle a calle y corrió la sangre y el oro por sus callejuelas. Todo lo ocurrido también ocurrió allí.

A la mañana siguiente, tras desayunar en el hotel, nos dirigimos frente a la fachada neoclásica del Ayuntamiento, donde habíamos sido citados para iniciar un recorrido con guía turístico, que fue muy simpático y chistoso, a la par que nos contó muchas de las historias singulares que envuelven los diferentes edificios, monumentos o calles que visitamos.

El recorrido duró más de tres horas, y hubo mil anécdotas y comentarios que no tienen cabida en esta entrada pero el itinerario a groso modo incluyó  el Callejón del Duende, la Plaza de la Catedral, la calle Compañía, la Plaza de la Candelaria con la triste noticia de que estaba cerrado el Café Royalty, la Calle Sacramento, la Plaza de las Flores, el edificio de Correos, el Mercado de Abastos, el Gran Teatro de Falla donde incluso nos cató una copla, y desde allí hasta la Playa de La Caleta, junto a la Facultad de Cádiz, donde hay un par de ficus centenarios enormes. Allí acabó la entretenida visita.

Decidimos regresar al Barrio de La Viña para reponer fuerzas. Ya estaba acabando nuestra jornada en Cádiz. De camino al hotel procuramos cruzar por la Plaza de San Antonio, contemplar la atractiva fachada de la Casa Palacio de Aramburu, y por la Plaza de Mina para pasar por delante de la Casa Natal de Manuel de Falla.

De vuelta al céntrico hotel Argantonio, recogimos las maletas, las metimos en el maletero del coche, cruzamos lentamente por el impresionante Puente de la Constitución y ya lo único que nos quedaba por delante eran los algo más de 200 kilómetros de asfalto que unen una ciudad con tanta historia con nuestra casa.

sábado, 10 de octubre de 2020

Patria - Fernando Aramburu

Hace años que leí Los peces de la amargura y me encantó. Es un libro crudo donde Fernando Aramburu explica, en forma de relatos, cómo en el País Vasco las voces fueron silenciadas por la vergüenza, el miedo y la sinrazón. Todo aquel doloroso ambiente está acertadamente descrito en sus páginas. Pasó el tiempo y el libro seguía todavía dándome vueltas en la cabeza. Leí otros libros por medio, e incluso otros libros de Aramburu, pero aquel primero es uno de los que más se acercaba a tocar en la puerta de mi memoria. Aquello que fue para mí un libro maravilloso, fue también para Aramburu el germen de otro libro alrededor de la misma idea, pero con más profundidad y probablemente la que es hasta la fecha y a mi juicio su obra maestra: Patria.

Desde antes incluso de que se publicara Patria supe que era un libro que quería leerme. Pepi me lo regaló y lo coloqué en la estantería con la intención de darle algo de tiempo. Lo hago a menudo. Es un tema duro, difícil y tenía que encontrar el ánimo adecuado. Cada libro espera su momento en las estanterías de casa, luego yo los voy viendo, los voy redistribuyendo de un lado a otro, recolocándolos a mi antojo. A veces algunos se mantienen varios años en el mismo lugar, otros en cambio van cambiado de ubicación cada poco tiempo. No hay un orden ni una distribución precisa, ni siquiera una querencia premeditada, cuando termino un libro o incluso antes me doy una vuelta por las estanterías, pasando la mirada por el lomo, esperando un clic que me haga seleccionar la siguiente lectura. En ocasiones elijo varios, los llevo a la mesilla de noche, y los tengo allí varios días, les doy un par de vueltas, disfruto de las portadas, leo las sinopsis y algunos regresan de nuevo a la estantería. Al mismo sito o a otro. Es una selección nada democrática ni consensuada, es simplemente arbitrario, una elección que depende de mí y solamente de mí y ni yo sé bien cuáles son las razones de la decisión.

Aramburu vino a Málaga hace unos tres años a presentar Patria en La noche de los libros. Una entrevista, charla o coloquio alrededor de la novela, presentada por Juan Cruz. También en su momento hablé de ello aquí. Asistí con Pepi, y tras la tertulia ella se sintió más atraída por leerse el libro. Así que se lo leyó y le encantó. Al año siguiente empezó a anunciarse una serie de televisión basada en el libro. Una miniserie que la llaman ahora. Tenía muy buena pinta. Así que una cosa me llevó a la otra y me lo leí: maravilloso. Altamente recomendable, pero no es nada nuevo. Ha obtenido múltiples premios y fue uno de los libros más vendidos del año por algo. Seguidamente vimos la serie en casa. También nos gustó. También la recomiendo.