lunes, 10 de diciembre de 2018

Dublín. Día 3

Nuestro tercer y último día en Dublín también comenzó temprano, aunque no tanto como lo hicimos el día anterior. El cielo estaba completamente despejado y había una temperatura estupenda para descubrir la ciudad. Antes repetimos el desayuno irlandés contundente y seguidamente nos acercarnos al centro en autobús, pero en esta ocasión bajamos en una parada en O'Connor, cerca de The Spire. La idea era visitar St Mary's Pro Cathedral y justo después The Clock Tower.

Primero visitamos la procatedral que en varios sitios que había consultado por Internet recomendaban su visita y la verdad es que fue un acierto. Es un templo que está inspirado en la arquitectura griega a la par de la romana, y mantiene perfectamente incorporados ambos estilos. Me agradó la visita y a los niños les gustó verla desde el interior. No parecía tan grandiosa desde fuera, decían. Todo muy armonioso y equilibrado. Sencillamente bella.

Justo en frente de la fachada principal de St Mary's, cruzando una calle, está La Torre del Reloj, pero a medio camino, en una amplia zona ajardinada, hay una escultura de una mano enorme, titulada The Wishing Hand. A los niños les gustó mucho la escultura y quisieron posar para unas fotos, a mí, en cambio, me atraía más la que hay de James Joyce justo girando dos calles más allá, en una perpendicular a O'Connell. ¡Algún día tendré que leer Ulises!

Continuamos nuestro paseo de descubrimiento por Henry St, donde había una especie de mercadillo navideño. Es una calle muy comercial y nos encontramos con muchas zapaterías. Continuamos hasta The Church Café, que es una iglesia que hoy día es un café-bar. Esta zona estaba llena de comercios de todo tipo, no sólo dedicados al turismo. Precisamente allí, en una especie de franquicia de artículos de regalos, Carrolls Irish Gifts, compramos unos cuantos recuerdos para llevar a casa. Finalmente cruzamos el río Liffey por Millennium Bridge pues la idea era acercarnos a The Temple Bar y tomar algo, para poder visitarlo por el interior. Yo me tomé un pequeño whiskey de malta de 12 años elaborado por ellos, solo, sin hielo. Muy dulzón.

El local es más espacioso de lo que parece desde el exterior, e incluso tiene un patio interior calefactado donde se puede fumar sin salir del local. Supongo que será algo muy socorrido para los fumadores en días de lluvia o mucho frío, es decir, casi siempre menos en verano. En cada mesa había una caja de cerillas y de música de fondo estaba sonando Van Morrison. Como era diciembre el local estaba decorado con adornos navideños y esto le proporcionaba al conjunto un ambiente más acogedor si cabe. Miguelito se fue muy contento porque precisamente allí, en Temple Bar aprendió a encender cerillas por primera vez en su vida en el rato que estuvimos allí.

Todo el barrio está decorado con muy buen gusto. Las calles adoquinadas, los interiores forrados de madera, los barriles, la decoración navideña, todo ayuda a producir  un clima acogedor y hogareño. Dan ganas de sentarse en una de sus mesas, pedir una pinta de Guinness y dejar pasar el día mientras se charla con música de fondo.

Recorrimos todo el barrio, con tranquilidad, disfrutando del paseo hasta llegar a Merrion Square y acercarnos a la vivienda en la que vivió muchos años Oscar Wilde, y también a la famosa escultura con la figura del escritor que hay ubicada en la esquina a la entrada del parque. 

Desde el parque de Merrion Square fuimos paseando hacia St. Stephen's Green. Accedimos a la altura del prestigioso hotel The Shelbourne. Habíamos postergado nuestra visita a St Stephen's Green tras consultar las predicciones meteorológicas e hicimos bien, porque esa mañana era una delicia pasear por el parque. Hay un gran lago, con su puente de piedra, patos y aves acuáticas y sobre todo grandes árboles. Me encantaría tener conocimientos en botánica y saber reconocer los distintos árboles, sus hojas, sus orígenes y características principales.

No muy lejos de allí estaba la casa, hoy residencia privada, donde vivió Bram Stoker, uno de los más afamados escritores del mundo, autor de Drácula, además de amigo personal de Oscar Wilde. Nos acercamos a verla y contemplamos que sólo quedaba una gastada placa que señalaba el lugar.

Teníamos reservada una visita guiada en Kilmainhan Gaol, que es una cárcel situada al oeste de Dublín, famosa por haber jugado un importante papel en la historia de Irlanda. Como íbamos justos de tiempo nos acercamos en taxi. La visita fue en inglés (o debería decir irlandés), y para los niños fue algo complicado porque no entendían las explicaciones pero como el lugar era un tanto peculiar, lo sobrellevaron bastante bien.

Preguntamos al guía por un sitio cercano donde almorzar comida local de buena calidad y de buen precio y nos recomendó uno que estaba allí cerca, el Patriot's Inn, donde tomé un fish & chips estupendo. Aquí cayó la última pinta de cerveza del viaje. El viaje llegaba a su irremediable final. Transporte público hasta el hotel, recogida de equipaje, y en taxi al aeropuerto. Un viaje inolvidable por los cuatro.

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