Siempre que tenemos ocasión a Pepi y a mí nos gusta hacer una pequeña escapada juntos e ir a disfrutar de una obra de teatro, por eso estamos siempre atentos a las temporadas de los teatros cercanos, especialmente las del Teatro Cervantes, que es probablemente el teatro con más solera de la provincia de Málaga.
Esta temporada la obra que se ajustaba mejor a nuestro gusto y al calendario era una adaptación de la obra de Charlotte Brönte, Jane Eyre. Hacía tiempo que Pepi tenía ganas de ir a ver una obra clásica y a mí siempre me han atraído los clásicos, por eso en mi visita a la capital el septiembre pasado, me acerqué por la librería Méndez en plena Calle Mayor y allí me compré la edición de bolsillo en la editorial Peguin de Jane Eyre. Mi intención era leerme la novela antes de ir al teatro.
Comencé a leer la novela, pero mi propósito de acabarla antes de la fecha de la obra de teatro fue cambiando. Decidí que lo mejor era no terminarla, que era probar una nueva forma para mí de acudir a una representación teatral. Comencé a leerla, sí, avancé por sus capítulos pero dejé de leer justo antes del final, quedando solamente un par de capítulos. El objeto era poder mantener la sorpresa del final pero al mismo tiempo poder seguir la representación con el conocimiento de haber leído la novela, o casi.Y lo cierto es que me agradó el resultado. Fui comprobando los enormes saltos de capítulos que se daban en la obra. ¡Qué complicado debe ser cortar o eliminar capítulos y mantener lo esencial del núcleo! ¡Ir limpiado y desnudando un texto de lo superfluo e innecesario! Evidentemente en los días siguientes de la representación acabé de leer la novela.
Un libro, salvo raras excepciones, siempre alcanza algo más allá de lo que lo hace una adaptación a teatro, por razones obvias. A una novela, y más a una extensa, lo normal es dedicarle más horas que a una obra de teatro. El autor nos ha tenido a su disposición más horas, y ha podido mostrarnos más matices, descripciones e incluso ha podido ir y venir, pasear, dar un rodeo o situarse de espaldas a lo que pretenda mostrar. Puede jugar con el lector, llevarle de la mano, incluso mecerlo. Es otro concepto.
La obra teatral me gustó mucho. Dos horas sin intermedio. Ariadna Gil se encargó del complicado papel de Jane Eyre, y bueno, no era lo que me esperaba. En cambio me encantó el papel de Abel Folk. La música fue interpretada en directo por un piano y un violonchelo. ¡Qué fuerza tiene la música en directo! Al finalizar estuve un buen rato aplaudiendo en pie desde mi butaca.
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