Van pasando lo días y con la misma precisión de todos los años se alcanza el final del ciclo, que es tanto una nueva bienvenida del porvenir del año entrante como la despedida de un año acabado. Los días avanzan inexorablemente por la línea del tiempo. Constantes e invariables. Pocas cosas hay más fiables. Nuevos propósitos, deseos de futuro, alguna que otra intención de mejora. Todos los años igual.
Para celebrar el cambio de año nos fuimos hasta Zahara de la Sierra, en pleno centro del Parque Natural de la Sierra de Grazalema, población incluida en la ruta de los pueblos blancos. Es pequeña, muy acogedora y de fabulosas vistas panorámicas sobre el embalse. Nos hospedamos en el Hotel Arco de la Villa, situado en lo más alto de Zahara de la Sierra. El tiempo nos acompañó e incluso a nuestra llegada pudimos sentarnos en una terraza a almorzar. ¡Qué bien se come en los pueblos!
Fuimos con nuestros amigos Sagrario Miguel y sus hijos Daniel, Jaime y Gabriel, que cada día está más grande y con Juani y Nicolás. Dimos paseos, disfrutamos de charlas con café y con cervezas. Comimos magníficamente en todos los sitios. Recuerdo especialmente un almuerzo en el bar Josefi, para chuparse los dedos. La cena de fin de año la tomamos en el mismo hotel. Todo fue estupendo.
Casi de sorpresa me encontré con mi hermana, con Paco y con mi ahijada Natalia. ¡Qué pequeño es el mundo! Ellos también habían ido hasta allí a pasar el fin de año. Pudimos tomarnos una cerveza charlando con ellos. La vida no acaba nunca de sorprenderme.
A la vuelta paramos en Carratraca, y allí almorzamos y paseamos, y nos acercamos al estupendo mirador que hay justo frente a la casa de Trinidad Grund. ¡Qué vistas! Piensas: la felicidad es esto. Disfrutar del tiempo con personas que quieres, charlando, comiendo, paseando, en definitiva, realizando actividades a gusto. No es necesario mucho más.
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