viernes, 21 de febrero de 2014

El francotirador paciente - Arturo Pérez-Reverte

Existe una gran diferencia entre el Arturo Pérez-Reverte articulista y entre el Arturo Pérez-Reverte novelista, y si nos ponemos quisquillosos se podrían encontrar también diferencias considerables incluso con el autor de Las aventuras del Capitán Alatriste. Lo cual, en mi opinión, es una de las cualidades más valiosas para un escritor (creo que fue Borges el que dijo que Shakespeare fue lo que fue porque no era nadie y que por eso se pudo permitir ser todos, que viene a ser algo así como que Shakespeare dejó de ser para volcar algo de él en cada uno de sus personajes).

La última novela de Arturo Pérez-Reverte, El francotirador paciente, es un thriller algo light, en el que el autor se mancha las manos de spray en el marginal mundo de los grafiteros. La protagonista es una mujer, Lex, especialista en arte urbano y su objetivo es convencer a un grafitero llamado Sniper (francotirador en cristiano) para que le permita publicar sus pintadas en una editorial. Para dar con el escurridizo escritor ilegal de paredes, Lex sigue el rastro de Sniper en las bombardeadas paredes de distintas ciudades europeas: Madrid, Lisboa, Verona, Nápoles... como si de un mapa se tratase.

Durante la búsqueda Pérez-Reverte desarrolla una trama lineal pero ágil, y consigue una de las artes más complicadas y, a la vez, importantes en una novela, acabarla bien. Y Arturo (oh maestro) la acaba bien. También he de decir (siempre en mi opinión) que le ha salido una novela antisistema, algo románticamente rebelde y bastante actual, que va creciendo como obra conforme se avanza en la lectura hasta llegar al final.

Así que, si lo desean, les aconsejo ponerse ropa deportiva, un calzado apropiado y echarse una mochila a la espalda repleta de sprays para acompañar durante unas trescientas páginas a nuestra transgresora protagonista en una de sus noches oscuras de intemperie, para ocultarse en un túnel ferroviario, mientras espera el momento idóneo para saltar una valla con el fin de volcar su rabia sobre níveos muros virginales. 

Por favor, no olviden echar en sus mochilas algo que decir.

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