lunes, 24 de febrero de 2014

Una Murphy's Irish Red

Eran las navidades de 2011 y acabábamos de llegar a Madrid. Bajamos del AVE en Atocha y cogimos un taxi hasta el hotel. Íbamos los cuatro, es decir, mi Pepi, Sofía, Miguel y yo, y allí en Madrid en nuestro mismo hotel estarían esperándonos Francisco y María José, que habían tenido la posibilidad de escaparse esa misma mañana a primera hora. Nosotros tuvimos que esperar por razones laborales hasta después del almuerzo. Madrid nos esperaba como la estampa perfecta de una inmensa postal navideña.

Las predicciones meteorológicas habían sido estupendas: ni una minúscula nube ensuciaría aquel limpio y cristalino cielo que Diego Velázquez tan bien supo plasmar. Llegamos a la capital cargados de bártulos, equipados como si hubiésemos llegado al mismísimo corazón de Siberia: maletas aparte, un carrito de niño, ositos para dormir, chupetes, gasas, pañales, biberones, gorros, bufandas, guantes, y abrigos de  varios colores... ya se imaginan. Pero el verdadero motivo de aquel viaje estaba bien guardado en mi cartera: las entradas del concierto que los Red Hot Chili Peppers darían en la noche siguiente en el Palacio de los Deportes de la capital española.

Así que una vez medio ordenados los bártulos en la habitación del hotel y abrigados adecuadamente para soportar la rigurosa intemperie madrileña de diciembre, bajamos a paso lento hacia la Plaza de Santa Ana, donde en una de sus cervecerías encontramos cobijo. La primera cerveza de aquel fin de semana inolvidable fue una Murphy's Irish Red, que en esta foto quedó retratada.

La cerveza Murphy's Irish Red que recientemente he vuelto a degustar, pues mi santa que me tiene muy en cuenta cuando hace la compra me trajo un par de ellas, es una cerveza con un 5% de alcohol, lo que no es ni mucho ni poco. Es también una cerveza muy fresca, a pesar de que por su color pueda dar la sensación de ser una cerveza más cargada. El color cobrizo brillante de la cerveza que tanto me recuerda a los típicos irlandeses de pecas y melena peliroja, es quizás el mejor estandarte de esta cerveza, que además tiene una espuma abundante, gruesa y con un nítido color hueso. El sabor me pareció dulzón y contundente y es una de esas cervezas -no me pregunten por qué- que son perfectas como complemento a un buen queso curado.

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