No soy el típico lector que se lee lo primero que le echan a los ojos, quiero decir que no me suelo lanzar sobre un libro por el simple hecho de ser una novedad, o por poseer una bonita portada o por su sugerente sinopsis, aunque evidentemente todo cuenta. Suelo guiarme más por recomendaciones y opiniones de personas que yo considere fiables. Teniendo en cuenta que cada persona es un mundo casi en cualquier cuestión, pero sobretodo cuando hablamos de gustos literarios. De manera que suelo dedicar un buen rato para seleccionar lo que más adelante pretendo leer. Cuando voy terminando un libro ya voy barajando en la mente cuál será el siguiente libro que voy a leer y ese tiempo dedicado a la elección es en sí un placer, uno de tantos que rodean la lectura de un libro. Otra cosa distinta y casi inevitable para mí es que luego las elecciones se tuercen y uno termina leyendo lo imprevisto...
Acababa de leerme La oscuridad exterior y tenía en mente leer un libro de cuentos, por lo que tenía pensado leer otro libro de cuentos de Raymond Carver, ya que el primero que leí, Principiantes, me encantó. Me hice con uno hace unos meses y lo tenía apartado, bien visible en la estantería. Ya lo había decidido. Iba a ser el próximo.

Desde las primeras páginas quedé atrapado. Una historia tremenda y conmovedora, incluso cruel, que cuenta una historia brutal. Una novela que presenta a sus personajes desnudos y desgarrados y que narra la sucia y arenosa huida de un niño, la huida de un doloroso e inquietante pasado. Una novela escrita con pausa y nervio, donde no sobra ni media palabra. Un libro de esos que seguro pasará a visitar mi escuálida memoria de vez en cuando. O quizás más que de vez en cuando.
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