Para nuestro segundo día en la ciudad de Cádiz, teníamos pensado realizar alguna que otra visita cultural. Visitando algunos interiores, pues el primer día pateamos gran parte de la ciudad, visitando principalmente los exteriores, pero antes de volver a tomar el autobús repusimos energía en el desayuno y en mi caso además recargué más de la cuenta. Es lo que tienen los desayuno bufé.
De manera que atravesamos La puerta de Tierra, y rememoramos y pusimos un poco en orden parte de la larga historia de la ciudad. Seguidamente subimos por la Calle San Juan de Dios, cruzándonos con el Arco de los Blanco, hasta la plaza del Ayuntamiento, y cruzamos por la calle Pelota hasta la Catedral.
Entramos en la Catedral a pesar de que se estaba celebrando una misa, lo que incrementó el espíritu de culto del templo. No pudimos hacer una visita completa por estar realizándose la misa y nos quedamos con un poco de ganas de completarla con más detenimiento, y quizás esa sea la primera excusa para una nueva visita a Cádiz. Al salir de la Catedral nos dirigimos hacia la Plaza Topete, o Plaza de las Flores, hasta la Calle Sacramento donde está ubicada la Torre Tavira, nuestra siguiente parada.
La Torre Tavira es una de las 129 torres miradores del casco antiguo de Cádiz, de hecho, la más alta. Justo bajo la terraza han habilitado una cámara oscura desde donde una guía te ilustra sobre los distintos edificios y su historia. Es una visita muy recomendable y además desde la terraza de la torre las vistas son inigualables. Un excelente lugar para disfrutar de la ciudad.
Desde la Calle Sacramento, una de las más largas de la ciudad, entramos en la Calle San José, que nos llevó directos a la Plaza de Mina, donde está el Museo de Cádiz. Yo tenía especial interés en ver los sarcófagos fenicios de Cádiz, así como algunas estatuas de bronce fenicias. Además había estupendas obras de Zurbarán, Murillo o de Rubens, y por supuesto un gran número de obras de autores que yo desconocía y que me endulzaron la visita. La entrada era gratuita y descorazonadamente no había apenas nadie más que nosotros en el museo, aparte de los escasos y distraídos celadores.
Tras la visita del museo habría que retomar energías porque contemplar tanta maravilla siempre abre el apetito, de manera que volvimos a la Plaza de las Flores donde el día antes vimos una freiduría con buena pinta, pero al llegar nos encontramos con que no éramos los únicos que habían tenido la misma idea, porque había que apuntarse en cola para coger mesa, y bueno, tampoco nos sobraba el tiempo, por lo que decidimos buscar un lugar alternativo y así ya teníamos otra razón para volver en otra ocasión a Cádiz. Finalmente nos sentamos en una terraza a los laterales del mercado de abastos y allí rellenamos el buche adecuadamente, aunque el café y el postre lo tomamos en una pastelería que da a la Plaza de las Flores, donde encontramos un amplio surtido de pasteles típicos.
Desde aquí fuimos perezosamente hacia la plaza del ayuntamiento, sin dejar de contemplar de nuevo la Catedral, como un último intento para retener en nuestra memoria los recuerdos imborrables que en Cádiz hemos acumulado. Cogimos un taxi que nos llevó al hotel, recogimos nuestro equipaje, lo metimos en el maletero del coche y nos pusimos en marcha de vuelta a casa, mientras en el camino ya estábamos organizando cuál será nuestra próxima escapada, con o sin niños.

Desde aquí fuimos perezosamente hacia la plaza del ayuntamiento, sin dejar de contemplar de nuevo la Catedral, como un último intento para retener en nuestra memoria los recuerdos imborrables que en Cádiz hemos acumulado. Cogimos un taxi que nos llevó al hotel, recogimos nuestro equipaje, lo metimos en el maletero del coche y nos pusimos en marcha de vuelta a casa, mientras en el camino ya estábamos organizando cuál será nuestra próxima escapada, con o sin niños.
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