Siempre que tengo ocasión llevo a los niños a la biblioteca, como un intento no muy disimulado de inculcarles algo de gusto por la lectura. No sé si surgirá efecto a largo o a corto plazo, o si nunca lo lograré, pero al menos me quedará el consuelo de pensar que hice lo posible para que fueran amantes de la lectura.
Después de muchas idas y venidas, creo que llevarlos justo después de sus clases de deporte es la mejor opción. Al menos es el mejor momento. Están tan cansados que sienten placer por sentarse a descansar, y asocian lectura con descanso, y al ponerles un buen montón de libros por delante sin otra cosa que los distraiga, siempre encontramos algún libro que les llame la atención. Luego son ellos mismos los que quieren llevárselos a casa. Otra cosa distinta es conseguir que una vez en casa, con tantas distracciones alrededor, saquen su momento de lectura.
El caso es que entre idas y venidas yo también pico algo. Suelo empezar por la estantería de poesía, pero como ahora tengo un libro de poemas en la mesa de noche, busqué entre las novelas hasta que di con esta novela de Jean-Marie Gustave Le Clezio, del que hasta ahora no había leído nada salvo grandes críticas. Confieso que era un autor que desconocía hasta que ganó el premio Nobel en 2008.
El africano es una novela autobiográfica en la que el autor francés nos habla del recuerdo de su padre y al mismo tiempo de su propia infancia. Aunque en realidad es un libro sobre un viaje a África, un viaje de por vida, donde se narra sobre la amistad y la soledad, la juventud perdida y la aprovechada, sobre el amor, el cariño, el odio y el desprecio, la envidia y la pasión, pero sobre todo sobre la plenitud de la felicidad.
Siempre me han interesado los libros sobre viajes. Éste me ha encantado. Es casi como un cuento, casi como una pequeña reflexión sobre la África colonial y la vida en la naturaleza, y creo que además una acertada manera de comenzar a leer a Le Clezio.
"Los africanos tienen la costumbre de decir que los humanos no nacen el día que salen del vientre de la madre, sino en el lugar y el instante en que son concebidos. Pero si entro en mí mismo, si miro hacia el interior, percibo esa fuerza, ese hormiguear de energía, la sopa de moléculas listas para ensamblarse y formar un cuerpo. Y antes del instante de la concepción, todo lo que lo precedió, que está en la memoria de África."
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