Desde los primeros días de mayo las horas de luz solar van estirándose hasta desplegar una reconfortante sensación de aprovechamiento diario. Los días, con su amplio horario de claridad, parecen ofrecernos una holgada disponibilidad para realizar las tareas, y aunque sepamos que ésta es en realidad engañosa, lo cierto es que nuestra predisposición a la hora de llevar a cabo las tareas parece distinta.
Es posible que en esta zona, en el sur de España, sea mayo el mes que posee el clima
más benigno del año. Es prácticamente una anticipación suave del verano. El sol ha prolongado su visita diaria pero aún no se nos viene encima con su
bochornosa compañía. Las flores colorean la ciudad con su arcoiris y las sonrisas en las caras anticipan el estado de ánimo. Todo parece estar envuelto en un aire esplendoroso y afortunado.
Algunos días, al terminar el trabajo, de camino a casa, todavía no ha comenzado a atardecer y tengo la sensación de que puedo sacar partido a ese regalo extra, porque no hay ningún regalo más valioso que el tiempo, aunque solamente se nos presente en el ahora.
Intento aprovecharlo de distintas maneras, obligándome a cambiar, para saborear el presente de formas variadas. A veces simplemente me tumbo a leer, otras abro una cerveza helada y contemplo plácidamente cómo las burbujas van despegándose del cristal para ascender hasta la multitudinaria manifestación de burbujas que se está congregando en la superficie. Escuchar música es una opción de la que me sirvo mucho y bien, ya que la puedo combinar casi con cualquier otra actividad. Ver la tele es otra opción, aunque suelo dejarla para el final del día, cuando el cansancio ya está haciendo mella en mí y me permite poco más que mantener los párpados abiertos y dejarme llevar. Sin embargo, la mejor manera que se me ocurre hoy para aprovechar el presente es hablarles de ella.
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