Llega mayo y el buen tiempo se instala definitivamente en el calendario. Las camisas de mangas cortas y los polos dominan plenamente el vestuario. Además, mayo es un mes en el que el burbujeante frescor de las cervezas parece estar llamándote, como un pequeño diablo sentado sobre mi hombro, a todas horas del día. Pero uno está concienciado, y se propone, para disminuir el vértigo matutino de la báscula, limitar las cervezas sólo al fin de semana, lo que no siempre consigo.
Podría decir que mayo aumenta la sonrisa de abril y que todos los encantos del mes crecen bajo su cielo, que no hay mes en el que los jardines muestren mejor su esplendor y que la belleza es más manifiesta tras su luz.
Lo cierto es que durante las templadas noches de mayo pocas cosas me apetecen más que una pieza de fruta fresca, y que una vez sentado en el sofá, mirando la tele distraídamente, mientras le doy el primer bocado a una manzana, me acuerdo del Génesis y de que Adán y Eva pecaron en El jardín del Edén, y que con sus actos nos hicieron pecadores, y que, bueno, en realidad, no está tan mal pecar por el bocado de una manzana y estoy seguro de que si, con un increíble impulso imaginativo, Marilyn Monroe hubiese sido mi Eva y yo su Adán, ahora mismo estaríamos todos muy pero que muy castigados.
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