Cuando le insinúo a mi mujer comprar alguna que otra balda donde poder colocar unos libros por aquí o por allá de la casa, me dice que tengo demasiados libros. Yo le insisto que los libros son muy decorativos, y que además dan un empaque de calidez hogareña a cualquier piso, y que como la mayor de las veces me los compro de segunda mano me salen muy económicos. Además -le explico- al colocarlos unos al lado del otro, con sus variados tamaños y colores, en conjunto ofrecen una alegre variedad desordenada pero aplicada. Cualidad que es al mismo tiempo contradictoria y cierta. Ella tuerce el gesto y dice que ya está bien como está.
Es normal que tengamos diferencias de opiniones -me digo- ella lee a Isabel Allende y yo a Benedetti, a ella le entusiasma Julia Navarro y a mí Muñoz Molina, ella se inclina por Åsa Larsson y yo por Stefan Zweig. Donde ella ve exceso y desorden yo veo organización y equilibrio, donde ella ve sobreabundancia yo veo desolados abandonos, donde ella ve una pared limpia yo veo un hueco desaprovechado. Somos distintos, sí, cuestión de matices, de gustos y de perspectivas de razonamiento, pero lo más relevante, lo que nos une, es que a los dos nos gusta, por encima de las diferencias... leer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario