viernes, 2 de mayo de 2014

Mi día más miserable

Un buen amigo, en la sobremesa de una comida tan pesada como sabrosa, me comentó que se había vuelto a comprar un tocadiscos. Hacía bastante tiempo que tenía ganas de desempolvar los viejos vinilos que tenía abandonados por las esquinas de su casa y de una vez por todas se había decidido a comprar uno de estos equipos modernos que venden ahora que te permiten volver a colocar las nostálgicas agujas entre los surcos del disco. En seguida sentí como un latigazo que me recorrió todo el espinazo. De repente regresó a mi memoria aquel día en el que traicioné a mis viejos vinilos y los vendí. Otro latigazo. Slash. Recordé aquel sentimiento de amigo desleal que traiciona de la manera más cruel a aquello que tanto había amado. No recuerdo haberme sentido más miserable en mi vida. Aquellos discos que tanto me acompañaron en mis momentos de soledad, con los que tanto disfruté, los vendí, y lo hice por una cantidad que ahora ni recuerdo. Jodido Judas. Sentí como si hubiese vendido mi alma.  Entre aquellos vinilos vendí parte de mi pasado, de mi juventud y de mis recuerdos. A ellos le debo parte de lo que hoy soy, que no es mucho, pero soy yo. Another whipping.

Al menos -me digo- aún mantengo algunos de ellos, pocos e insuficientes, pero me sirven como cordón umbilical con aquella época. ¿Por cuál esquina andarán?


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