Desperezarse pausadamente un domingo por la mañana, tras el acogedor descanso, abastece nuestros días de buen humor. Estirarse con intensidad realza el descanso y estira la plenitud del reposo. Ir gradualmente introduciéndose en la jornada de un domingo plano y libre es uno de los placeres más gratuitos que existen. Percibir como nuestros músculos van paulatinamente desprendiéndose de su perezoso asueto es un consuelo considerable. Tomar el café asomado a la ventana, respirando el aire limpio, apreciando el olor matutino de las flores desplegando su esencia es un prodigio natural de sentimientos casi inigualable.

Mi mejor manera de devolverle a la vida su ofrenda es dedicarle mi tiempo a mi familia: mi mujer y mis niños. No conozco mejor destino final para un domingo tan deseado.
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