Hace tiempo leí una cita de los Diarios de Witold Gombrowicz que decía algo así como: “Yo no era nada y por lo tanto podía permitírmelo todo”. Y eso es exactamente lo que me ocurre en este blog, solo que en presente. No soy nada y por lo tanto puedo permitírmelo todo. No tengo ninguna ambición, ni persigo ninguna meta con este blog más que la de entretener, y la mayoría de las veces creo que al único que pretendo entretener es a mí mismo, pero con eso me basta y me sobra. También, si soy sincero, he de decir que con este blog aprendo; con eso de que es público y que otros lo pueden leer, procuro no repetirme y también cuido algo más aquello que escribo. Digamos que pongo más interés en que el resultado sea, al menos, digno.
No tengo ninguna fecha límite en las entradas, ni horario, ni tema preestablecido. Las escribo como y cuando me apetece. Cualquier cosa que se me ocurra, vale. Los límites que existen son los que yo mismo me impongo -no me gusta meterme en política-. Y prefiero las entradas divertidas que las tristes (para tristeza ya se ocupa la realidad). Un chiste ingenioso siempre es bienvenido, una ocurrencia original y perspicaz tiene las puertas abiertas de par en par. Me gusta compartir los libros que leo, algunas películas que me enamoraron o las canciones que llenan mis oídos, algunos cuadros que me cautivaron, cervezas que he probado y en general cosas que hacen que la vida valga más la pena. Mis válvulas de escape.
Ya ven que no es nada ambicioso ni pretencioso, tan sólo, si acaso, una pizca desordenado.
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