El miércoles teníamos la intención de visitar el Monasterio de las Descalzas Reales a primera hora, sobretodo porque ya conocíamos de primera mano cómo volaban las reservas para la visita guiada. Así que desayunamos los churros madrileños con chocolate más temprano que el día anterior y nos presentamos en la puerta media hora antes de la apertura. De camino hacia el Monasterio cruzamos por la Puerta del Sol sorprendidos de lo vacía que estaba, pues además de agosto también era festivo nacional, de manera que tomamos unas cuantas instantáneas del entorno en circunstancias extrañamente inusuales.
Conseguimos entrada para el Monasterio en la primera visita guiada de la mañana. La visita me sorprendió para bien. Puedo afirmar con casi total seguridad que la guía que realizó la visita con nosotros en el Monasterio ha sido la mejor guía de toda mi vida. De manera que si la visita de por sí ya era interesante, con una guía extraordinaria, lo fue mucho más. Es una verdadera suerte para cualquier lugar monumental disfrutar de una guía como la que nosotros gozamos.
Desde el Monasterio nos dirigimos al hotel para realizar el check-out antes de las doce. Dejamos nuestro equipaje en la recepción del hotel y nos encaminamos hacia la Casa Museo de Lope de Vega en la cual también habíamos realizado reserva telefónica para su visita. La casa está totalmente reformada, aunque sigue bastante fielmente su distribución anterior, pues, según parece, Lope dejó bastantes cartas en las que hacía referencia a su vivienda, incluso, según nos comentó la guía, todavía se conservaba el contrato de la compra de la vivienda por parte de Lope. Especialmente destacable es el jardín interior de la casa, que aunque es coqueto, emana una tranquilidad monacal. Un lugar único en el mismo centro de Madrid.
Muy cerca de la calle Cervantes, en pleno barrio de Las Letras donde está ubicado la Casa-Museo de Lope de Vega, está situada la Plaza de Santa Ana y muy cerca de allí, está el bar que se enorgullece en anunciar que es el sitio donde se creó la receta original de las patatas bravas. Tropezamos con él por casualidad y no quisimos pasar la oportunidad de probarlas, así que echamos unas bravas y ya puestos un combinado de tapas especial de la casa, que incluía unas orejas bravas, un par de croquetas y unos pimientos del padrón, de esos que algunos pican y otros no. Para chuparse los dedos.
Una vez que abrimos boca con los aperitivos decidimos ir a visitar la Verbena de la Paloma, pues ya que coincidía con nuestra visita en Madrid queríamos aprovechar la oportunidad. Bajamos por la Calle de la Cava Baja, que estaba muy animada, hasta la misma fachada de la Basílica de San Francisco el Grande. Durante todo el recorrido habían colocados diversos puestos de feria, vendiendo las comidas típicas madrileñas como entresijos, gallinejas, callos o cocido madrileño.
A mi santa le apetecía almorzar comida italiana y de vuelta por la Cava Baja entramos en una pizzería que tenía buena pinta, Emma y Julia, donde cayeron unos spaguetti frutti di mare deliciosos.
Volvimos por la Puerta de Toledo a la Plaza Mayor, que admiramos con ojos de despedida, bajamos a la Calle Mayor, cruzamos la Puerta de Sol, a esa hora bulliciosa, y volvimos al hotel para recoger nuestro equipaje. Bajamos con las maletas toda la Calle Atocha hasta la Fuente de Neptuno y hasta la Estación de Atocha donde cogeríamos el AVE que nos devolvió a Málaga.
Olvidé comentar en la primera entrada de esta escapada a Madrid, que en nuestra ida a Madrid desde Málaga en AVE, el tren de alta velocidad se retrasó cuarenta y ocho minutos y que atendiendo con su compromiso con los pasajeros, AVE nos devolvió íntegro el billete de ida. No recuerdo nunca haber estado tan contento por llegar tarde a ningún sitio.
1 comentario:
Así que por casualidad encontrasteis el sitio de las bravas eh! que suerte! es un sitio al que vamos de vez en cuando nosotros, la verdad es que están de muerte!!!
Veo que habéis aprovechado en tiempo en mi tierra!!! Me alegro!
Un abrazo!
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