domingo, 12 de agosto de 2012

Canturreando

Ayer pasé prácticamente todo el día en la playa, junto a unos amigos, tirado sobre una silla en primera línea de orilla, con vistas hacia un mar plácido, limpio y cristalino. Vistas ocasionalmente interrumpidas por paseos de cuerpos artificialmente siliconados y con constantes baños de refresco y sus consecuentes captura de medusas. A la hora del almuerzo me refugié del sol en el chiringuito, donde tomé sardinas en espeto, gambas al pilpil, fritura malagueña, ensalada de pimientos, tres tubos de cervezas y de despedida dos gin-colas.

Al final de la tarde volvimos a casa con algo de prisa, porque por la noche estábamos invitados a una barbacoa, en esta ocasión con vistas nocturnas al Castillo de Fuengirola, donde "sólo" me tomé una pinta y un variado de carne a la barbacoa, con los pies sobre el césped, bajo un cielo estrellado, disfrutando de una suave y fresca brisa que parecía excitar a las estrellas fugaces en un día de Perseidas.

En ese preciso momento, al final de la cena, canturreando mientras admiraba el cielo, esperando ver más estrellas fugaces, caí en la cuenta de que estaba echando de menos una de las cosas que, para bien o para mal, más me gustan en la vida: escuchar música. Entre tanto ajetreo, tanto sin-descanso, mi mente aliviaba canturreando aquello que tanto echaba en falta.

La canción que canturreaba era ésta que recientemente me descubrieron. Una canción de Paul McCartney, con Eric Clapton a la guitarra. El vídeo es tiernamente bello. Espero que les guste.



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