sábado, 31 de mayo de 2014

Praying for time - George Michael

Cuando George Michael publicó su disco en solitario Listen without prejudice quedé prendado por la canción Praying for time, y en realidad por el álbum entero. La crítica, las ventas, o lo que quiera que fuese, no hicieron justicia al disco y no tuvo el éxito comercial que se esperaba. George Michael publicó el álbum que nadie esperaba, un disco íntimo y muy personal, que a mí, al contrario que al resto, me encantó.

Fueron pasando los años y fui escuchando muchísima música, cada vez más variada y diversa, pero el disco seguía acompañándome, y la canción seguía cerca de mis oídos año tras año. Recientemente, cuando supe que George Michael publicaba el disco Symphonica, y que incluiría algunas de sus antiguas canciones interpretadas en directo con una orquesta sinfónica, casi que recé para que Praying for time estuviese incluida en él. Me llevé una gran alegría cuando se hizo realidad.

Llegó el día en el que por fin pude escuchar la versión, y ciertamente me desilusionó, porque yo esperaba una versión más fiel a la original, y, en cambio, en la nueva versión en directo, aunque no se distancia mucho, cambia el tono en algunas estrofas, y no lo esperaba. Conforme la canción avanza, George va alienando la canción, la va adaptando a un tono distinto, como más lánguido, casi como un quejido que da la sensación de dejadez. ¡No podía creerlo! ¡Me la ha cambiado!

Pero con el paso del tiempo he de reconocer que los nuevos cambios se han introducido en mi cabeza hasta el extremo de que cuando la canto, me adapto a la versión reciente, como contagiado por esa manera de cantar y confieso que ahora prefiero esta última interpretación de la canción. Creo que es más natural y que le añade un sentimiento más nostálgico y tal vez triste. 

A mí me encanta. ¡Qué me hubiese gustado estar en ese concierto!



miércoles, 28 de mayo de 2014

Una Er boquerón

Habíamos organizado un almuerzo en casa con unos amigos y me tocó a mí encargarme de la compra, algo que verdaderamente me gusta, entre otras cosas porque siempre tengo algo más de libertad presupuestaria y aprovecho para darle algún que otro capricho al paladar. Uno de los antojos que suelen repetirse más en mis compras son -como alguno imaginará- las cervezas.

Como recientemente el Real Madrid había eliminado en semifinales de Champions al Bayern de Munich alemán y nuestros invitados eran madridistas decidí que era un buen momento para tomar una cerveza muniquesa (una Paulaner). Metí cuatro cervezas de medio litro en el carro y me disponía a huir de la zona de las cervezas porque sabía que allí iba a encontrar muchas tentaciones, demasiadas, a pesar de que me encontraba fuerte y tenaz en la idea de resistir, pero sin querer tropecé con una cerveza que superó mi escudo de voluntad e irremediablemente caí en sus redes. La cerveza en cuestión era la cerveza Er boquerón. Escrito así. Atractiva como pocas. Los colores de mi Málaga, y encima, por si no fuese ya suficiente tentación, en la botella podía leerse "cerveza elaborada con agua de mar". Agua, malta de cebada, lúpulo, levadura y agua de mar. Un 4'8% de alcohol y un sabor algo salado, como era de imaginar. Es una cerveza extraña y distinta, cuanto menos curiosa y creo que bien merece ser la cerveza medio centenar que comparto con ustedes.

La foto -aparte de por mi careto- no es de muy buena calidad, pero es que me la hizo mi mujer -que no tiene parkinson aunque le tiemble el pulso- con la cámara del móvil (porque soy un flojo, lo reconozco, y no tenía ganas de levantarme a buscar la cámara de fotos) y claro, la cámara del móvil no da la talla. Ésta es la mejor foto que he podido elegir entre cinco, pero bueno... les pongo una foto que encontré por la red para saciar su curiosidad y para que se les haga la boca agua.

Ya de camino utilizo esta entrada para brindar por el Málaga CF, el equipo boquerón, porque esta temporada, otra más, ha conseguido el objetivo de mantenerse un año más en primera división.

martes, 27 de mayo de 2014

Mad Men. Temporada 2

Por las noches, después de acostar a los niños, cuando la casa parece un desordenado remanso de paz, si nos da tiempo solemos ver una película, pero si no disponemos de suficiente tiempo para ver un largometraje, porque se nos haría demasiado tarde y al día siguiente siempre nos espera una fatigosa jornada, entonces, en esos casos, vemos una serie. Últimamente -como ya he contado por aquí- estamos enganchados a Mad Men. El jueves pasado terminamos de ver la segunda temporada, emitida en el verano de 2008. Trece capítulos por temporada y cada capítulo una duración aproximada de 45 minutos que se hacen cortos. Muy cortos.

Don Draper es el protagonista principal de la serie. El típico hombre hecho a sí mismo, triunfador, elegante, atractivo, con una bella esposa, una pareja de niños maravillosos, una hermosa casa con jardín y un flamante coche nuevo. El sueño americano. Sin embargo, Don oculta un pasado turbio, que todos -incluida su mujer- desconocen. Un pasado que le mortifica y que nubla su éxito personal. Un hombre que cree en pocas cosas salvo en sí mismo, pero que poco a poco, según avanza la serie, irá sorprendiéndonos.

Don Draper: Un caballero no hace lo que quiere ni lo que siente, hace lo que debe.

Ya anda lista la tercera temporada por el salón de casa.


lunes, 26 de mayo de 2014

Arte callejero 26

Estamos de lleno en el tiempo primaveral, el verano está a la vuelta de la esquina y una cerveza casi helada sólo puede ser igualada en deseo por un buen chapuzón. Este grafitti representa bien claro el inigualable momento en el que uno se zambulle en el agua y se despega del calor.


domingo, 25 de mayo de 2014

Con la décima en el bolsillo

Corría el minuto ochenta y algo cuando vi la luz. Entonces dije en voz alta: el Madrid gana seguro. Hasta entonces no me estaba gustando el partido, el Atlético había llevado la final a su terreno. Un  juego lento, en ocasiones brusco, muy trabado, muy del estilo atlético, pero el Real Madríd a base de arreones y tirones desde ese minuto estaba consiguiendo elevar el ritmo a un nivel superior. Durante muchos minutos lo vi negro -he de reconocerlo- pero cuando en los últimos instantes del partido el Real Madrid , a base de casta y pundonor, aceleró y repitió ocasiones volví a creer. La vamos a ganar -me repetía cansinamente- y todos los que estábamos allí sufriendo con el resultado me miraban con la misma cara con la que se mira a un loco alucinado. Ellos también querían creer pero no lo conseguían. Yo, en cambio, lo sentía como algo seguro, lo creía. Sonreía por lo que estaba a punto de ocurrir. No sabía cómo pero estaba seguro de que el Real Madrid empataría y conseguiría, al menos, llegar a la prórroga, y una vez en la prórroga, con el signo del partido igualado, se lo llevaría.

Sabía que ocurriría pero sin embargo el gol se resistía, no llegaba, el tiempo se acercaba a su fin y las oportunidades se disolvían una tras otra en ilusiones vanas, pero yo seguía creyendo. Entonces llegó el descuento (cinco minutos) y el Real Madrid andaba volcado anhelando empatar, los atléticos sufriendo, las piernas no le respondían, la tensión les apresaba la intención, el Madrid galopaba ilusionado. El Atlético se resistía como gato panza arriba, pero el fútbol es trágico, justo mil veces y mil veces injusto, entonces llegó el gol de Ramos, el gol que millones de personas esperaban y que millones de personas temían. Un testarazo increíble en el descuento que dramatizaba el final. Unos sonreían soñadores y otros se derrumbaban incrédulos. El resto, es historia.

Después bajamos a la fuente a celebrarlo con los niños, para crearles esa fiebre futbolística, incitándoles a ser felices de esa forma tan natural como es saltar, vibrar y cantar. Sintiendo que la victoria, ganar, el éxito, es algo que se puede alcanzar de muchas maneras en la vida. Una de ellas -ya lo saben- es hacerlo con las victorias de un equipo de fútbol. ¡Hala Madrid!


sábado, 24 de mayo de 2014

Antología - Miguel Hernández

Devolví en la biblioteca cerca de casa el libro de Eliseo Diego y me traje uno de Miguel Hernández, de la misma colección de El País, la cual, poco a poco, me la voy leyendo entera. Me pareció una continuación adecuada, casi cuesta abajo. Cambiar el aire impreciso y nostálgico de los poemas de Eliseo por la  luminosidad apreciada y la libertad soñada de los versos de Hernández eran casi una oportunidad irrechazable.

De Miguel Hernández el que más o el que menos ha escuchado algunos poemas. Digo escuchado porque muchos de los poemas del autor alicantino son letras de canciones que hemos cantado. Joan Manuel Serrat  cantó un buen puñado de sus poemas. Además el cantautor catalán es el prologuista del libro.

He elegido un poema que ya conocía pero que hacía mucho que no leía. Es precioso.

Una querencia
 
Una querencia tengo por tu acento,
una apetencia por tu compañía
y una dolencia de melancolía
por la ausencia del aire de tu viento.
 
Paciencia necesita mi tormento,
urgencia de tu garza galanía,
tu clemencia solar mi helado día,
tu asistencia la herida en que lo cuento.
 
¡Ay querencia, dolencia y apetencia!:
tus sustanciales besos, mi sustento,
me faltan y me muero sobre mayo.
 
Quiero que vengas, flor desde tu ausencia,
a serenar la sien del pensamiento
que desahoga en mí su eterno rayo.
 
     Miguel Hernández

viernes, 23 de mayo de 2014

Maldita jacaranda

Bajaba a buen paso por la ancha acera que lleva desde casa hasta el centro, con los auriculares al oído disfrutando del último disco de The Black Keys. La temperatura a primera hora de la mañana era perfecta para el paseo. Fresca pero sin humedad, cálida pero sin abuso. Se podía mantener perfectamente una buena caminata sin romper a sudar. La claridad del cielo era plena aunque el sol no lucía aún en su máximo esplendor, por lo que  la visión era más nítida y despejada de lo que sería en apenas una hora.

Caminaba de manera distraída, disfrutando de la música, sin prisas, y de repente... ¡zas! resbalé en lo más plano y batacazo al suelo. Por suerte pude poner las manos a tiempo en el piso y caí de rodillas. Pudo ser peor -pensé-. El joven que me seguía quiso ayudarme a levantar, una señora que venía de frente me preguntó si estaba bien. El reloj se abrió del golpe y quedó atravesado entre la mitad de la palma y la muñeca, lo que me provocó un buen pellizco en la muñeca. Las rodillas, ambas, rozadas y con la piel casi en carne viva. Las rodilleras del pantalón sucias pero no rotas. Un buen susto pero nada más.

Cuando uno cae procura levantarse lo más rápido que puede, como intentando evitar que nadie lo vea, que nadie se percate del lance, como avergonzado. Algo absurdo. Uno mira el suelo como pidiendo explicaciones. Un charco de grasa en el suelo fue el culpable. Comprendí que alguien había aparcado en la acera una moto que perdía aceite y dejó el charco allí para cualquier incauto que tuviera ganas de aquaplaning. Yo, sin pretenderlo, fui el elegido.

Seguí caminando, intentando desprenderme del susto, magullado pero feliz porque podría haber sido peor. Entonces me miré las manos. Tenía las manos pegajosas y de color lila. ¿Qué era aquello? En seguida caí en la cuenta: la jacaranda. Ese árbol elegante y ligero, que apenas adorna con su sombra y que desprende una especie de rocío pegajoso y desagradable. Un árbol con flores de color muy exótico pero que impregna la acera cada día con su adherente cualidad. ¡Maldita jacaranda! -pensé-.

Tuve que lavarme las manos tres veces para deshacerme de semejante pringosidad. ¿Quién será el iluminado que decidió plantar jacaranda a todo lo largo de la avenida? ¿Quién el responsable? ... ¡me cago en su mala sombra!


jueves, 22 de mayo de 2014

Mi primer...

El domingo pasado se publicó con el diario El País el cuento infantil El pequeño Hoplita de Arturo Pérez-Reverte. Un libro para los peques de la casa, en una edición prácticamente idéntica a la que lanzó Alfaguara Infantil y Juvenil hace unos años en la colección Mi primer... sólo que ahora a mitad de precio (6.95 €). En su momento tuve intención de comprármelo pero debido a la estrecheces económicas que vengo sufriendo lo fui postergando y hasta ahora.

La colección incluye cuentos inéditos de ocho escritores de renombre. Yo ya me he hecho con el primero y probablemente me compre el resto. Lo escribo aquí por si no se han enterado y les apetece como a mí pasar ocho semanas de cuento. Para los que tenemos pequeñajos en casa es una buena oportunidad. Ustedes deciden.



miércoles, 21 de mayo de 2014

El hielo, el reproche y el arrepentimiento

Llegó a la casa de la colina y bajó de la moto, se sacó el casco del codo y lo colocó en el manillar. Desde el porche de entrada escuchaba las voces que le solicitaban presteza. De la cartuchera sacó la bolsa con hielo y la levantó como quien saluda con un puño en alto, y un vocerío alegre y jovial le abrazó como una bienvenida.

De entre los perfiles recortados por la luz que brillaba en el porche la vio acercarse. Una camiseta desgastada blanca de aros y unos vaqueros celestes recortados, cortos, muy cortos, como a él le gustaban, con un cinturón ancho y con unas sandalias que le trepaban por las piernas. Entre las manos sostenía un paquete de tabaco y en sus ojos mostraba a una mujer herida. Se retocó hacia atrás delicadamente el largo cabello y colocó sensualmente el cigarrillo entre los labios de rojo intenso y le pidió fuego. Él se secó las manos húmedas en los muslos de los vaqueros, sacó un zippo del bolsillo trasero y le quitó cuidadosamente el cigarrillo de entre los labios y se lo colocó en los suyos. Lo encendió y dio una profunda calada. Ella aguardaba torciendo los labios y levantando la ceja. A él le encantaba ese gesto. Expulsó el humo con calma por la nariz y se inclinó para besarla pero ello giró la cara intencionadamente. Él chasqueó los labios. Ella le quitó el cigarrillo con malos modos y se giró para volver a la terraza, pero él la agarró del brazo impidiéndole volverse. ¿A qué viene eso ahora? -le preguntó él-, pero ya sabía la respuesta, la conocía suficientemente bien como para saber por qué estaba molesta. Se había entretenido con unos amigos después del trabajo echando unas cervezas, y no había ido a recogerla para subir a la colina. He tenido que llamar a mis compañeras a última hora para que vinieran a recogerme- le contestó mostrando enfado- y las he pillado por poco, estaban a punto de salir. Podrías haberme avisado -añadió con reproche-. Venga, no te enfades, no me di cuenta, ya sabes, me entretuve y el tiempo se me fue de la cabeza. Ella aceleró el paso y se adentró en la casa abandonada, subiendo los escalones de la entrada como un cervatillo ligero y delicado.

Él echó la cabeza hacia atrás resoplando y contempló aquella luna completa reinando en la noche estrellada, mientras se lamentaba por su vaga dejadez y por aquella extraña apatía que le hacía estropear las cosas. Cogío la bolsa de hielo y fue hacia el interior de la casa en busca de aquel cervatillo refunfuñón, con la lentitud del arrepentimiento pesándole sobre la espalda, intentando encontrar las palabras que le devolviesen aquel beso difuminado bajo el brillo de una noche estrellada.

viernes, 16 de mayo de 2014

Por estar ahí

Hoy era el cumpleaños de mi madre. Éste es el segundo cumpleaños suyo en el que no puedo felicitarla, en el que no está, y no puedo evitar entristecerme al pensar en ella. Pero la vida sigue y así debe ser. Mi hijo pequeño de cinco años que estaba loquito con su abuela apenas se acuerda de ella, mi hija que sí se acuerda me dice que ya no recuerda su voz y supongo que poco a poco irá olvidándola también, aunque hoy, gracias a la tecnología, siempre les quedarán los vídeos y la fotografías para recordarla.

Pero la vida sigue, y pasarán los años y los niños crecerán y se acordarán cada vez menos de su abuela y llegará el día en el que me pregunten por ella con más curiosidad que con pena. Y eso en realidad será bueno. ¿Para qué necesitan pasarlo mal? Sin embargo yo no la olvido, ni lo pretendo, al contrario, quiero recordarla. Para mí es muy sencillo. Cada vez que miro a mi niño veo en su rasgos a mi madre, en mi hija está su forma de hablar, incluso su dulzura y su curiosidad. Gran parte de lo soy, de mi comportamiento, de mi forma de ser, se lo debo a ella y otra parte de lo que mi madre era está en mis hijos, por eso puedo sentir vivamente que ella está aún presente con nosotros y espero que siga toda mi vida. Gracias de nuevo por estar ahí, mamá.

jueves, 15 de mayo de 2014

No soy nada

Hace tiempo leí una cita de los Diarios de Witold Gombrowicz que decía algo así como: “Yo no era nada y por lo tanto podía permitírmelo todo”. Y eso es exactamente lo que me ocurre en este blog, solo que en presente. No soy nada y por lo tanto puedo permitírmelo todo. No tengo ninguna ambición, ni persigo ninguna meta con este blog más que la de entretener, y la mayoría de las veces creo que al único que pretendo entretener es a mí mismo, pero con eso me basta y me sobra. También, si soy sincero, he de decir que con este blog aprendo; con eso de que es público y que otros lo pueden leer, procuro no repetirme y también cuido algo más aquello que escribo. Digamos que pongo más interés en que el resultado sea, al menos, digno.

No tengo ninguna fecha límite en las entradas, ni horario, ni tema preestablecido. Las escribo como y cuando me apetece. Cualquier cosa que se me ocurra, vale. Los límites que existen son los que yo mismo me impongo -no me gusta meterme en política-. Y prefiero las entradas divertidas que las tristes (para tristeza ya se ocupa la realidad). Un chiste ingenioso siempre es bienvenido, una ocurrencia original y perspicaz tiene las puertas abiertas de par en par. Me gusta compartir los libros que leo, algunas películas que me enamoraron o las canciones que llenan mis oídos, algunos cuadros que me cautivaron, cervezas que he probado y en general cosas que hacen que la vida valga más la pena. Mis válvulas de escape.

Ya ven que no es nada ambicioso ni pretencioso, tan sólo, si acaso, una pizca desordenado.

miércoles, 14 de mayo de 2014

El enigma de la luz - Cees Nooteboom

Fue en el blog de Antonio Muñoz Molina, que yo recuerde, donde leí por primera vez el nombre de Cees Nooteboom. Se habló tan bien y me agradó tanto todo lo que leí sobre él en el blog que me apunté su nombre tan rítmicamente rimbombante. 

Mi curiosidad me llevó a buscar por Internet información sobre sus libros y su vida. En el océano de Internet casi sin querer encuentras de todo. Leí un par de entrevistas y sin saber por qué lo etiqueté en mi cabeza como el Erasmo de Rotterdam actual. Ambos eran holandeses, uno de Rotterdam y el otro de La Haya, ambos también grandes viajeros; a los dos le interesaba ardientemente el arte y también los dos dominaban varios idiomas. Simplemente los relacioné. Supongo que mi viaje hace unos años a los Países Bajos ayudó a asemejarlos. En aquel viaje perseguí inesperadamente los pasos de Erasmo y el tren que me llevó de Amsterdam a Rotterdam paró en La Haya, pero no tenía tiempo para visitar aquella ciudad, en aquel itinerario no estaba prevista aquella parada, y desde aquel mismo momento lo lamenté. Desgraciadamente tienes que elegir, ya que todo no se puede visitar al mismo tiempo. Me alejé en aquel tren en dirección a Rotterdam distinguiendo en la lejanía la silueta de aquella gran ciudad. ¿quién sabe? Quizás alguna vez vuelva para conocerla.

Un par de meses después de encontrarme con su nombre, en casa de un amigo, me crucé con algunos de sus libros. Me mostró los tres o cuatro que atesoraba en su biblioteca y me decanté por éste, El enigma de la luz. En aquel momento me apetecía leer sobre arte, aunque en realidad, una vez leído, el libro ha resultado ser tanto un libro de arte como un libro de viaje, o incluso un ensayo personal sobre la visión y las especulaciones propias de alguien que siente una tremenda curiosidad cuando se coloca delante de un cuadro. Nooteboom nos cuenta casi a vuela pluma sus sentimientos personales, su visión particular, sobre unas cuantas obras elegidas por él.

El libro avanza manteniendo la máxima de que observar, escuchar y leer siempre funcionan, y así es. Cada libro leído añade un eslabón más en mi creencia de que leer nos enriquece, de que escuchar nos ennoblece y de que observar embellece al hombre.

Para seguir el libro me ha resultado de gran utilidad los buscadores de Internet. Cada vez que Nooteboom se situaba delante de un cuadro en un museo, yo paralelamente me situaba delante del cuadro en el ordenador. No es lo mismo, lo sé, pero para entender con más conocimiento de lo que este hombre hablaba me ha sido más que suficiente.

Si amáis visitar un museo y esperar a que el cuadro os haga preguntas, éste es un buen libro.

domingo, 11 de mayo de 2014

Devolviéndole a la vida

Desperezarse pausadamente un domingo por la mañana, tras el acogedor descanso, abastece nuestros días de buen humor. Estirarse con intensidad realza el descanso y estira la plenitud del reposo. Ir gradualmente introduciéndose en la jornada de un domingo plano y libre es uno de los placeres más gratuitos que existen. Percibir como nuestros músculos van paulatinamente desprendiéndose de su perezoso asueto es un consuelo considerable. Tomar el café asomado a la ventana, respirando el aire limpio, apreciando el olor matutino de las flores desplegando su esencia es un prodigio natural de sentimientos casi inigualable.

Pero no siempre sabemos agradecer la dicha que los domingos nos ofrecen, no siempre estamos tan predispuestos. La oportunidad que nos brinda un día despejado de obligaciones es como un nuevo principio, como una aventura que sabes que tendrá su fin, pero que de ti depende disfrutarla.

Mi mejor manera de devolverle a la vida su ofrenda es dedicarle mi tiempo a mi familia: mi mujer y mis niños. No conozco mejor destino final para un domingo tan deseado.

sábado, 10 de mayo de 2014

Juego de azar - Sławomir Mrożek

En unos de mis matutinos paseos por el rastro en busca de libros de saldo, me encontré con uno de Sławomir Mrożek, Juego de azar, una colección de 34 historias cortas. Había curioseado por varios libros suyos en la web de El Acantilado, y todo lo que había leído sobre el autor y su obra me había agradado. Pregunté por el precio y me contestaron que costaba 50 céntimos, pero el vendedor, muy honrado él, me indicó que contenía una página pintada con rotulador, en cambio -observó- salvo por ese detalle el libro está en perfecto estado. Y era cierto. Entregué con gusto la escueta cantidad y me llevé satisfecho el libro.

Esa misma tarde, en la sobremesa, medio atolondrado por el homenaje culinario que me había manducado, comencé a leerme los primeros relatos. Sin darme cuenta me planté en la mitad del libro, que tampoco es que sea mucho porque el libro tiene 110 páginas. El caso es que el libro es muy entretenido. Las historias son en ocasiones muy críticas y ácidas, pero en casi todas, como denominador común, está presente el humor. Me ha parecido un libro inteligente y agudo, con una escritura muy fluida y un buen comienzo para quien -como me ocurría a mí- no había leído nada de este autor polaco.


viernes, 9 de mayo de 2014

Freír relativamente un huevo

Los que conocieron a Albert Einstein cuentan que era un hombre afable, gran conversador aunque no muy amigo de las entrevistas y los clamores multitudinarios. Estoy seguro de que Einstein era un físico magnífico y revolucionario, pero a mí lo que no deja de sorprenderme son las reflexiones que ha dejado para la posteridad. Una de ellas la puse en este blog hace unos años, y hoy quiero poner una de sus míticas respuestas en una de sus ponencias.

Durante una rueda de prensa un periodista preguntó a Einstein: ¿Me puede usted explicar la relatividad? A lo que Einstein contestó:  ¿Me puede usted explicar cómo se fríe un huevo? El periodista extrañado por la respuesta recibida dijo: Pues sí, sí que puedo. Entonces Einstein le replicó: Bueno, pues hágalo, pero imaginando que yo no sé lo que es un huevo, ni una sartén, ni el aceite ni el fuego.
Yo no sé ustedes, pero me parto con la ironía de este genio.


miércoles, 7 de mayo de 2014

Waltz for a night - Julie Delpy

Como comenté hace un par de semanas acababa de ver la película de Richard Linklater, Before midnight, y les conté que me dejó tan buen sabor de boca como las dos anteriores. Entonces, como no recordaba algunos de los detalles del guión de las anteriores, busqué por este inmenso universo que es Internet para refrescarme la memoria, sin embargo, como suele ocurrirme, me fui por las ramas, por los árboles e incluso por los bosques y encontré una canción interpretada por Julie Delpy que aparecía en la segunda entrega, Antes del atardecer, y que había olvidado completamente. Aquella canción que en su momento me encantó pero que por lo que quiera que fuese no me fue posible conseguir, y consecuentemente machacar en mi oídos, poco a poco se fue disolviendo en el olvido. Ahora me ha sido mucho más fácil conseguirla, y la canción Waltz for a night, tiene el lugar que ya hace casi diez años mereció, pero que ha tenido que esperar hasta ahora para conseguirlo.

La canción es dulce y romántica, y encandila con ese timbre de voz tan peculiar que tiene Julie Delpy, que aunque es actriz se defiende más que bien con una canción entre sus manos. A mí me gusta y no tengo ni idea si a ustedes le ocurrirá lo mismo, pero por si acaso, se la coloco por si quieren juzgarla por ustedes mismos.

Espero les agrade. 

Pd: Por cierto, el personaje interpretado por Ethan Hawke se llamaba Jessie. Les puede ayudar para completar el sentido de la canción.



martes, 6 de mayo de 2014

Marilyn Monroe 17

A primeros de mes me gusta decorar este blog con la rubia sonrisa de Marilyn Monroe. La sonrisa de Marilyn posee una cualidad especial, y es que Marilyn siempre parecía tener una sonrisa sincera. Es difícil encontrar alguna foto suya en la cual su sonrisa no parezca espontánea y veraz, y eso que estoy completamente seguro de que Marilyn ha tenido que fingir durante su vida muchísimas sonrisas, probablemente muchísimo más que cualquier hijo de vecino, por eso aún tiene más mérito esa sonrisa tan natural que solía lucir. No hay ni rastro de falsedad ni fingimiento en su sonrisa. Siempre abierta y franca. En esta foto -por ejemplo- parece estar sonriendo a lo que aquí escribo, y eso que no tiene gracia.


viernes, 2 de mayo de 2014

Mi día más miserable

Un buen amigo, en la sobremesa de una comida tan pesada como sabrosa, me comentó que se había vuelto a comprar un tocadiscos. Hacía bastante tiempo que tenía ganas de desempolvar los viejos vinilos que tenía abandonados por las esquinas de su casa y de una vez por todas se había decidido a comprar uno de estos equipos modernos que venden ahora que te permiten volver a colocar las nostálgicas agujas entre los surcos del disco. En seguida sentí como un latigazo que me recorrió todo el espinazo. De repente regresó a mi memoria aquel día en el que traicioné a mis viejos vinilos y los vendí. Otro latigazo. Slash. Recordé aquel sentimiento de amigo desleal que traiciona de la manera más cruel a aquello que tanto había amado. No recuerdo haberme sentido más miserable en mi vida. Aquellos discos que tanto me acompañaron en mis momentos de soledad, con los que tanto disfruté, los vendí, y lo hice por una cantidad que ahora ni recuerdo. Jodido Judas. Sentí como si hubiese vendido mi alma.  Entre aquellos vinilos vendí parte de mi pasado, de mi juventud y de mis recuerdos. A ellos le debo parte de lo que hoy soy, que no es mucho, pero soy yo. Another whipping.

Al menos -me digo- aún mantengo algunos de ellos, pocos e insuficientes, pero me sirven como cordón umbilical con aquella época. ¿Por cuál esquina andarán?


jueves, 1 de mayo de 2014

Pequeños matices

Cuando le insinúo a mi mujer comprar alguna que otra balda donde poder colocar unos libros por aquí o por allá de la casa, me dice que tengo demasiados libros. Yo le insisto que los libros son muy decorativos, y que además dan un empaque de calidez hogareña a cualquier piso, y que como la mayor de las veces me los compro de segunda mano me salen muy económicos. Además -le explico- al colocarlos unos al lado del otro, con sus variados tamaños y colores, en conjunto ofrecen una alegre variedad desordenada pero aplicada.  Cualidad que es al mismo tiempo contradictoria y cierta. Ella tuerce el gesto y dice que ya está bien como está.

Es normal que tengamos diferencias de opiniones -me digo- ella lee a Isabel Allende y yo a Benedetti, a ella le entusiasma Julia Navarro y a mí Muñoz Molina, ella se inclina por Åsa Larsson y yo por Stefan Zweig. Donde ella ve exceso y desorden yo veo organización y equilibrio, donde ella ve sobreabundancia yo veo desolados abandonos, donde ella ve una pared limpia yo veo un hueco desaprovechado. Somos distintos, sí, cuestión de matices, de gustos y de perspectivas de razonamiento, pero lo más relevante, lo que nos une, es que a los dos nos gusta, por encima de las diferencias... leer.