Hoy toca presentar otra cerveza, y de nuevo he decidido hacerlo con una de las cervezas que tuve el placer de conocer en mi viaje a Bélgica. La probé en mi primera noche en Bruselas, en un elegante restaurante italiano de dos plantas, situado en la misma plaza en la que también teníamos situado nuestro hotel. Nos sentamos en una mesa junto a una ventana alta, con bonitas vistas hacia la plaza.
De entre todas las cervezas que ofrecía la carta, elegí, un poco a voleo, una que no había probado antes y que cumplía con el único requisito autoimpuesto de no tener un alto porcentaje de alcohol -afortunadamente en casi todas las cartas de cervezas de Bélgica indican, junto al precio, el grado de alcohol- porque como cada día a la hora de cenar ya iba bastante cargadito. Al final me decanté por una Hoegaarden Wit Blanche.
Es una cerveza belga con sólo un 4'9 % del volumen en alcohol. Según parece es una cerveza producida desde 1445 en la localidad del mismo nombre.
Viene presentada en una botella de color cobrizo bastante oscuro, que impide sospechar de antemano el color de la cerveza antes de servirla, lo que hace que sea más sorprendente aún al tirarla sobre su típico vaso hexagonal.
Es una cerveza suave, muy refrescante, con un color amarillo claro y turbio, a la par que brillante, tirando a limón, con una espuma muy menuda pero al mismo tiempo abundante. Al acercar la nariz a la cerveza recién tirada posee un toque a naranja que no fui capaz de apreciar después en el paladar, pero que me sorprendió.
De entre todas las cervezas que ofrecía la carta, elegí, un poco a voleo, una que no había probado antes y que cumplía con el único requisito autoimpuesto de no tener un alto porcentaje de alcohol -afortunadamente en casi todas las cartas de cervezas de Bélgica indican, junto al precio, el grado de alcohol- porque como cada día a la hora de cenar ya iba bastante cargadito. Al final me decanté por una Hoegaarden Wit Blanche.
Es una cerveza belga con sólo un 4'9 % del volumen en alcohol. Según parece es una cerveza producida desde 1445 en la localidad del mismo nombre.
Viene presentada en una botella de color cobrizo bastante oscuro, que impide sospechar de antemano el color de la cerveza antes de servirla, lo que hace que sea más sorprendente aún al tirarla sobre su típico vaso hexagonal.
Es una cerveza suave, muy refrescante, con un color amarillo claro y turbio, a la par que brillante, tirando a limón, con una espuma muy menuda pero al mismo tiempo abundante. Al acercar la nariz a la cerveza recién tirada posee un toque a naranja que no fui capaz de apreciar después en el paladar, pero que me sorprendió.
Fue, si no recuerdo mal, la cerveza belga que más gustó a mi señora, y a mí, acostumbrado a acudir a las cervezas para sofocar calores, también me dejó buen recuerdo.
Es una lástima que en la foto que cuelgo no se aprecie bien el color de la cerveza. ¡Estas cámaras compactas!
No hay comentarios:
Publicar un comentario