viernes, 28 de febrero de 2014

La Grande Bellezza

Son las una y veinte de la madrugada y acabo de terminar de ver la película de Paolo Sorrentino, La Grande Bellezza (la escribo en italiano porque la he visto así, en versión original subtitulada). Acabo de verla -digo- y estoy aquí sentado, escribiendo, rompiendo una de las pocas máximas que me he autoimpuesto a la hora de escribir en este blog: no escribir en caliente.

No debería, pero aquí estoy, soltando sobre este horizonte blanco en la pantalla, dejando caer de mi interior algo de la hermosa sustancia que esta película ha derramado en mí, porque La Grande Bellezza es exactamente esto, todo lo que verdaderamente se oculta detrás del bla, bla, bla, bla,... que la vida es.

Desde los primeros minutos del metraje se puede entrever que no va a ser una película de grandes diálogos, ni de un guión muy elaborado pero que sin embargo va a reposar sobre una maravillosa poesía visual y conceptual. La fotografía es simplemente maravillosa. Sobresaliente. La escenografía es hermosamente decadente y está presentada en contraposición con los escenarios clásicos y fastuosos que Roma ofrece. ¡Qué escenarios ofrece Roma! La música está escogida con una batuta maestra. No digo más. Los trajes de Toni Servillo son el toque poético, divertido y elegante de la película. ¡Qué grandes paseos tristes y solitarios junto a la rivera del Tíber! ¡Adoro los momentos en los que el protagonista aparece acompañado pero a solas, fumando en reposada somnolencia!

Mi mujer que al final se quedó dormida -discúlpenla era el día de limpieza-, al terminar la película me preguntó de qué iba exactamente, y pensé en explicarle que iba sobre un hombre perdido en la indolencia de sus días en Roma, pero viré y pensé que era mejor explicarle que trataba sobre la vida superficial de un escritor que sufre del mal de Montano con melancólica lucidez, aunque quizás era más acertado contarle que trataba sobre los recuerdos del primer amor de juventud, o sobre la soledad, o sobre la literatura, o la metaliteratura, o quizás sobre la muerte, pero finalmente pensé en decirle que trataba sobre el esplendor de la belleza, en el más amplio sentido de la palabra, pero al final lo que le dije fue: tienes que verla. A ustedes les recomiendo lo mismo.

Pd: Por cierto es una de las pocas películas que me han obligado a quedarme a contemplarlas hasta el último segundo de los créditos. Un aplauso.



miércoles, 26 de febrero de 2014

Leyendo la prensa

Leo la prensa y veo que el presidente del país, el líder del PP, Mariano Rajoy afirma que la Crisis (sí, en mayúsculas) ha concluido. Enarco las cejas sorprendido al leer el titular. Este hombre que ya me ha demostrado que no es ningún visionario, es tonto.

Creo sinceramente que la gran mayoría de los políticos no tienen una idea mínimamente cabal de lo que está pesando esta crisis sobre la sociedad. Verdaderamente creo que los políticos viven tan al margen de la vida cotidiana de una familia, de sus necesidades y obligaciones que no tienen capacidad suficiente para poder juzgar con objetividad. Viven en tal burbuja, tan apartados del resto de la inmensa mayoría de la sociedad, que no creo que sepan ni superficialmente lo que significa para una familia esforzarse día a día para sacar el mes hacia delante.

¿Es necesario que nuestros políticos estén tan apartados del resto de la sociedad? ¿Es posible que desde sus acomodadas vitrinas puedan (deban), precisamente ellos, dirigir el conjunto de una nación? Cada día que pasa estoy más desencantado con los políticos y cuando los voto siempre me viene a la cabeza aquella espinosa decisión de si prefieres que te quiten el ojo derecho o el ojo izquierdo, porque he llegado al punto en el cual sabes que hagas lo que hagas, decidas lo que decidas, votes a quien votes, al final, lo acabarás lamentando.


lunes, 24 de febrero de 2014

Una Murphy's Irish Red

Eran las navidades de 2011 y acabábamos de llegar a Madrid. Bajamos del AVE en Atocha y cogimos un taxi hasta el hotel. Íbamos los cuatro, es decir, mi Pepi, Sofía, Miguel y yo, y allí en Madrid en nuestro mismo hotel estarían esperándonos Francisco y María José, que habían tenido la posibilidad de escaparse esa misma mañana a primera hora. Nosotros tuvimos que esperar por razones laborales hasta después del almuerzo. Madrid nos esperaba como la estampa perfecta de una inmensa postal navideña.

Las predicciones meteorológicas habían sido estupendas: ni una minúscula nube ensuciaría aquel limpio y cristalino cielo que Diego Velázquez tan bien supo plasmar. Llegamos a la capital cargados de bártulos, equipados como si hubiésemos llegado al mismísimo corazón de Siberia: maletas aparte, un carrito de niño, ositos para dormir, chupetes, gasas, pañales, biberones, gorros, bufandas, guantes, y abrigos de  varios colores... ya se imaginan. Pero el verdadero motivo de aquel viaje estaba bien guardado en mi cartera: las entradas del concierto que los Red Hot Chili Peppers darían en la noche siguiente en el Palacio de los Deportes de la capital española.

Así que una vez medio ordenados los bártulos en la habitación del hotel y abrigados adecuadamente para soportar la rigurosa intemperie madrileña de diciembre, bajamos a paso lento hacia la Plaza de Santa Ana, donde en una de sus cervecerías encontramos cobijo. La primera cerveza de aquel fin de semana inolvidable fue una Murphy's Irish Red, que en esta foto quedó retratada.

La cerveza Murphy's Irish Red que recientemente he vuelto a degustar, pues mi santa que me tiene muy en cuenta cuando hace la compra me trajo un par de ellas, es una cerveza con un 5% de alcohol, lo que no es ni mucho ni poco. Es también una cerveza muy fresca, a pesar de que por su color pueda dar la sensación de ser una cerveza más cargada. El color cobrizo brillante de la cerveza que tanto me recuerda a los típicos irlandeses de pecas y melena peliroja, es quizás el mejor estandarte de esta cerveza, que además tiene una espuma abundante, gruesa y con un nítido color hueso. El sabor me pareció dulzón y contundente y es una de esas cervezas -no me pregunten por qué- que son perfectas como complemento a un buen queso curado.

domingo, 23 de febrero de 2014

Sin abrir la boca

El viernes acudí al dentista porque últimamente me sangran las encías más de la cuenta cuando me cepillo los dientes, y como mi santa también quería hacerse una limpieza pues decidí acompañarla y ya de camino pues eso, que me echaran un vistazo.

El tiempo vuela es una de las frases hechas más utilizadas y manoseadas de la lengua mundial, pero si es así es por su amplia certeza. Cuando el dentista, al que llevo yendo casi toda la vida, revisó mi ficha, dijo que hacía doce años (sí han leído bien, ¡doce años!) que no habría la boca por allí. Al oírlo me costó creerlo, la verdad, doce años sin ningún problema ni revisión son muchos años. Es más, la última vez que fui -según me contaba- fue para una limpieza antes de mi boda. Ya ven que soy bastante dejado para esto de las revisiones anuales, pero sobre todo que tengo una dentadura -tocaremos madera- a prueba de caries.

Y escribo esto porque después de examinarme me dijo que no tenía ninguna caries, cero patatero, y que en todo caso lo que tenía era un principio, o algo así, de gingivitis, o periodontitis, comúnmente conocido como piorrea, que comenzó a tratarme en ese mismo momento. Así que salí de la consulta con media boca hecha (la dentadura inferior para ser exactos), y tras apoquinar lo correspondiente salí a la calle con media boca dormida.

Esa misma noche, después de cepillarme los dientes adecuadamente y enjuagarme con un líquido específico para mi tratamiento, me tumbé en la cama y abrí el libro de cuentos que estaba leyendo, un libro de Bolaño, Putas asesinas. Abrí el libro por el separador y me dispuse a leer el cuento que me tocaba, un cuento llamado Buba (muy bueno por cierto) y tras pasar la última página del cuento pude ver el título del siguiente: Dentista. Y como ya había tenido demasiado dentista por ese día, dejé el libro en la mesita de noche y apagué la luz.

viernes, 21 de febrero de 2014

El francotirador paciente - Arturo Pérez-Reverte

Existe una gran diferencia entre el Arturo Pérez-Reverte articulista y entre el Arturo Pérez-Reverte novelista, y si nos ponemos quisquillosos se podrían encontrar también diferencias considerables incluso con el autor de Las aventuras del Capitán Alatriste. Lo cual, en mi opinión, es una de las cualidades más valiosas para un escritor (creo que fue Borges el que dijo que Shakespeare fue lo que fue porque no era nadie y que por eso se pudo permitir ser todos, que viene a ser algo así como que Shakespeare dejó de ser para volcar algo de él en cada uno de sus personajes).

La última novela de Arturo Pérez-Reverte, El francotirador paciente, es un thriller algo light, en el que el autor se mancha las manos de spray en el marginal mundo de los grafiteros. La protagonista es una mujer, Lex, especialista en arte urbano y su objetivo es convencer a un grafitero llamado Sniper (francotirador en cristiano) para que le permita publicar sus pintadas en una editorial. Para dar con el escurridizo escritor ilegal de paredes, Lex sigue el rastro de Sniper en las bombardeadas paredes de distintas ciudades europeas: Madrid, Lisboa, Verona, Nápoles... como si de un mapa se tratase.

Durante la búsqueda Pérez-Reverte desarrolla una trama lineal pero ágil, y consigue una de las artes más complicadas y, a la vez, importantes en una novela, acabarla bien. Y Arturo (oh maestro) la acaba bien. También he de decir (siempre en mi opinión) que le ha salido una novela antisistema, algo románticamente rebelde y bastante actual, que va creciendo como obra conforme se avanza en la lectura hasta llegar al final.

Así que, si lo desean, les aconsejo ponerse ropa deportiva, un calzado apropiado y echarse una mochila a la espalda repleta de sprays para acompañar durante unas trescientas páginas a nuestra transgresora protagonista en una de sus noches oscuras de intemperie, para ocultarse en un túnel ferroviario, mientras espera el momento idóneo para saltar una valla con el fin de volcar su rabia sobre níveos muros virginales. 

Por favor, no olviden echar en sus mochilas algo que decir.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Mirando por la ventana

Estaba echando un vistazo sobre la mesa de novedades de mi librería habitual cuando tropecé con la novena entrega -sí, novena- de Caballo de Troya. No pude evitar exclamar: ¡Caballo de Troya Nueeeeve! Elevé el tono de voz inconscientemente más de lo que hubiera deseado y varios clientes tras escucharme volvieron la cabeza algo alarmados para mirar donde yo estaba, y Mónica, la dependienta, me contestó asintiendo y devolviendo la tranquilidad al lugar: sí, hijo sí, y no creo que sea la última.

Me alejé del libraco de J J Benitez como si fuera la misma peste, y asociando recuerdos me acordé de un aburridísimo teólogo que tuve en el instituto, un hombre nervioso, bajito y de mirada distraída que decía de sí mismo ser un hombre muy comprensivo y dialogador, pero que sin embargo -comprobé después- apenas escuchaba cuando yo le rebatía alguna de "sus verdades". Ese profesor, del que ahora mismo no recuerdo el nombre, paseaba por los abarrotados pasillos del instituto con la tercera parte del que sin duda es ya la definitiva historia interminable de la literatura nacional. Desde entonces tengo una grima justificada a esta larguísima saga.

Todavía recuerdo nítidamente su cara cuando nos contaba cómo Jesucristo convirtió el agua en vino y yo le pregunté que por qué hizo aquello, si es que era un borrachín. También recuerdo que yo le echaba la clase encima cada vez que afirmaba: esto es historia, está escrito. ¡Cómo puede estar científicamente comprobado que Jesús caminó por las aguas, o que los mares se abrieron! ¿Lo grabaron en vídeo? Una vez me preguntó si yo era tonto, y yo le dije que no, y seguidamente le pregunté: ¿Y usted es tonto? Afirmó que toda la clase estaba viendo como le estaba insultando, a lo que yo le contesté, ¿en serio? ¿y usted a mí no? ¿Cómo era aquello de tirar la primera piedra?

En el primer trimestre me suspendió (unos de los pocos suspensos de mi vida) a pesar de tener una buena nota. Lo justificó diciendo que la nota hacía media con mi comportamiento. En el siguiente trimestre no abrí la boca. Me pasaba toda la clase distraído mirando por la ventana. La naturaleza de las chicas del recreo tenía más que enseñarme que aquel hombre. Pero él se pasaba las clases pidiendo mi opinión, preguntándome cosas, intentando que me involucrara. Yo contestaba monosilábicamente cada pregunta suya, como casi todos los demás. Las clases se convirtieron en un aburrimiento absoluto para todos. Un plomazo, y él lo sabía.

Días después me paró por el pasillo y me preguntó que por qué actuaba de aquella manera. Le dije que simplemente intentaba tener un comportamiento adecuado. Dijo que eso no era tener un comportamiento adecuado. Le dije que era el mismo que tenían todos los demás compañeros en clase y que al hacer la media con la nota no les iba tan mal como a mí. Me dijo que no me pasara de listillo o algo así, y que volviese a mi comportamiento habitual. Le dije que me seguiría comportando de aquella manera porque no quería que mi nota se resintiese en el siguiente trimestre, pero me prometió que no se resentiría y lo cumplió, pero no sé si se arrepintió de decirme aquello cuando poco después, en una de nuestras clases de religión, le pregunté si no estaba escrito en algún sitio que Jesucristo tuviera un hijo por algún sitio (algo muy posible teniendo en cuenta que pasaba tanto tiempo junto a una mujer de moral distraída como María Magdalena y en aquella época no existían -que yo supiese- los actuales métodos anticonceptivos). También recuerdo haberle dicho que no entendía cómo la Virgen María era virgen si estaba casada con un carpintero. Estaba claro que algo no funcionaba bien en aquel matrimonio. Él me pedía, al borde de un ataque de cólera, que yo escuchara y comprendiera y yo sólo le pedía que también aplicara algo de lógica a la hora de comprender lo que escuchaba de mí. Yo sólo ponía en duda y me hacía preguntas. Desde luego no nos poníamos de acuerdo. Yo me divertía y él enfurecía.

Ahora con el paso de los años he comprendido que quizás mi curiosidad hacia sus respuestas era mayor que sus ganas por contestarme, al menos delante del resto de la clase, y que tal vez con un café de por medio y los dos a solas en una cafetería podríamos haber perdido el tiempo hasta que todo se redujese a la misma palabra: fe. Y es que hay quien no comprende que la fe no la venden en los puestos del mercado, y que es un don, o una habilidad o un misterio, o el final de un callejón sin salida o una gran mentira. Que cada cual elija la puerta que crea que deba abrir.

Con aquel hombre comprendí que no todo el mundo es capaz de mantener una conversación intentando comprender la manera de pensar del otro, sino que pasan todo el rato en el que tú estás hablando pensando en cómo contestarte para hacerte ver que ellos llevan la razón. ¡Como si fuese siempre posible!


domingo, 16 de febrero de 2014

Antología - Jaime Gil de Biedma

Devolví a la biblioteca la Antología de Blas de Otero, satisfecho por la lectura de sus poemas y me traje para continuar con la misma colección de El País la Antología de Jaime Gil de Biedma, del que ya había leído antes algunos que otros poemas. De hecho en este blog ya he publicado anteriormente un par de ellos que ahora enlazo: Del hombre afortunado y No volveré a ser joven. Los dos magníficos e incluidos también en esta antología.

El poema que he seleccionado para la entrada de hoy es uno de tantos poemas extraordinarios que parió Jaime Gil de Biedma, que aunque no fue un poeta muy prolífico, sí alcanzó, en mi opinión, una excelencia que no todos los poetas han podido conseguir. Espero que les guste.
 
Happy ending

Aunque la noche, conmigo,
no la duermas,
sólo el azar nos dirá
si es definitivo.

Que aunque el gusto nunca más
vuelve a ser el mismo,
en la vida los olvidos
no suelen durar.

Jaime Gil de Biedma

sábado, 15 de febrero de 2014

Arte callejero 23

Hace unos días que tenía pensado mostrarles esta sugerente pintada, pero por una razón u otra, algunas entradas se han ido adelantando y tomando ventaja -soy imprevisible hasta para mí mismo-. Pero no pasa nada, las entradas reflejan lo antojadizo de mis decisiones, así como la caprichosa aleatoriedad de mis intenciones. Lo importante -me digo exculpándome en multitud de ocasiones- es el resultado final. Y el resultado final en esta ocasión  -palabras mías aparte- es estupendo.
 

viernes, 14 de febrero de 2014

The way back into love

Cada vez que se acerca San Valentín acudo a este blog para colgarles un poema o una canción o cualquier cosa que se me ocurra y que desee compartir con ustedes. A veces acompaño la entrada con una fotografía que considere apropiada para la entrada. Este año, para variar, he decidido colgarles una canción que aunque me gusta, no es de mis favoritas, sin embargo sí lo es de mi mujer que tiene ese gusto empalagoso y algo ñoño por la música romántica. Y como sé que no es la única persona con este tipo de gusto musical, la entrada queda abierta a cualquiera que desee disfrutar de la canción.

Y con estas palabras -creo- ya no necesito más dedicatorias.


jueves, 13 de febrero de 2014

Este combate

Opino que la vida de las personas es una sucesión de errores y aciertos, y que dependiendo de como encajemos dichos errores o afrontemos nuestros aciertos, tendremos la posibilidad de ser felices, infelices o medianamente (in)felices.

Adosado a este pensamiento siempre me viene a la cabeza la escena de un boxeador recibiendo puñetazos, esquivándolos de vez en cuando, pero sobre todo encajando golpes, uno tras otro, con las piernas abiertas intentando mantener el equilibrio y sudando la gota gorda. Golpes atacándole el costado, golpes en el mentón, en los riñones, en definitiva, recibiendo hostias por doquier. Pero aún así, a pesar de encajar tantos golpes, manteniéndose de pie y soportando el chaparrón.

En dichos combates a veces le tumban y aun así en ocasiones encuentra fuerzas y ganas y tiempo para levantarse y continuar, y se prepara de nuevo para volver a recibir más golpes, uno tras otro, y tal vez aún sea capaz de soltar un buen gancho e incluso de levantar los dos brazos en señal de triunfo. Otras veces cae y ya no se levanta, decide que su capacidad para recibir puñetazos se agotó y que hasta ahí llegó su lucha, que ya ha entregado toda su energía en el ring y que a partir de ese momento se va a dejar llevar y permitirá que le recojan y le tumben sobre una camilla y le lleven dondequiera que le tengan que llevar. Ha tirado la toalla.

Pero de todas las imágenes que me vienen a la cabeza en este cruel y brutal combate, la que más me irrita y consterna es la ausencia de árbitros. No hay nadie que detenga la pelea si le pegan una patada en sus partes, ni nadie que expulse aquel que le golpeó por detrás, o que impida que salte otro púgil  más al cuadrilátero para golpearle violentamente. Hay reglas, por supuesto, pero no todos las cumplen. Hay quienes se saltan las reglas y a pesar de ello, o quizás, más bien debido a ello, consiguen ganar la pelea.

Nadie les dijo que iba a ser fácil, y probablemente tampoco les debieron decir que sería justo. Es así. No hay vuelta atrás. De manera que pónganse los guantes, el protector dental y salgan a luchar y si son capaces golpeen fuerte y luchen en este combate antes de que suene la campana.

martes, 11 de febrero de 2014

El cuento de la isla desconocida - José Saramago

Me equivoqué sin querer al cambiar de canal de televisión y caí en las noticias. Un noticiero cualquiera. Nada nuevo me dije, la misma canción deprimente con la misma letra. Unos pocos ganan a costa de machacar a unos muchos. Cambié de canal huyendo de la irrealidad de los días idénticos y tras descartar en cuestión de segundos un buen número de canales, me detuve en uno de esos programas donde salen gente de aquí que se instala por cualquier esquina del mundo. Gente que se busca la vida allá donde puede. Me pregunto si salen a buscar y descubrir su lugar en el mundo o en cambio huyeron de su lugar del mundo intentando hallar algo quizás mejor. Puede que sea más acertado esto segundo que lo primero. Puede.

Apagué la tele por miedo a tropezar con algo más deprimente y decidí que ya puesto a que me cuenten cuentos, lo mejor sería elegir yo mismo a un buen cuentista. Me levanté del sofá hacia la estantería donde tengo colocados mis canales preferidos y pocos minutos después volví con un cuento de Saramago entre las manos. Abrí el canal por la primera página y comencé a disfrutar de El cuento de la isla desconocida.

lunes, 10 de febrero de 2014

Marilyn Monroe 14

Una de los mejores empujones que uno puede recibir para comenzar la semana siempre es la sonrisa de una bella mujer. No hay duda de que Marilyn Monroe poseía una maravillosa sonrisa.


domingo, 9 de febrero de 2014

Intemperie - Jesús Carrasco

No soy el típico lector que se lee lo primero que le echan a los ojos, quiero decir que no me suelo lanzar sobre un libro por el simple hecho de ser una novedad, o por poseer una bonita portada o por su sugerente sinopsis, aunque evidentemente todo cuenta. Suelo guiarme más por recomendaciones y opiniones de personas que yo considere fiables. Teniendo en cuenta que cada persona es un mundo casi en cualquier cuestión, pero sobretodo cuando hablamos de gustos literarios. De manera que suelo dedicar un buen rato para seleccionar lo que más adelante pretendo leer. Cuando voy terminando un libro ya voy barajando en la mente cuál será el siguiente libro que voy a leer y ese tiempo dedicado a la elección es en sí un placer, uno de tantos que rodean la lectura de un libro. Otra cosa distinta y casi inevitable para mí es que luego las elecciones se tuercen y uno termina leyendo lo imprevisto...

Acababa de leerme La oscuridad exterior y tenía en mente leer un libro de cuentos, por lo que tenía pensado leer otro libro de cuentos de Raymond Carver, ya que el primero que leí, Principiantes, me encantó. Me hice con uno hace unos meses y lo tenía apartado, bien visible en la estantería. Ya lo había decidido. Iba a ser el próximo.

Pero ocurrió que  fui a la biblioteca a devolver el libro de poemas de Blas de Otero y así como algunos libros que tenían mis hijos y también para traerme para ellos otros en su lugar. Entonces en la zona de novedades vi Intemperie de Jesús Carrasco, con su blanquecina portada. Había oído hablar del libro bastante. Sabía que había ocupando los primeros lugares de las listas de los mejores libros del 2013, incluso creía recordar que la Asociación de Libreros de Madrid lo había elegido como el mejor libro del curso pasado, y también que en la sección de cultura de El País aparecía como uno de las mejores novelas del año. Eran demasiadas luces flasheando como para saltarse el stop. No me lo pensé dos veces y me lo traje para casa.

Desde las primeras páginas quedé atrapado. Una historia tremenda y conmovedora, incluso cruel, que cuenta una historia brutal. Una novela que presenta a sus personajes desnudos y desgarrados y que narra la sucia y arenosa huida de un niño, la huida de un doloroso e inquietante pasado. Una novela escrita con pausa y nervio, donde no sobra ni media palabra. Un libro de esos que seguro pasará a visitar mi escuálida memoria de vez en cuando. O quizás más que de vez en cuando.

viernes, 7 de febrero de 2014

Puntos en común

Ella abrió el laptop para buscar una palabra perdida en la conversación, y él la observó con agrado, medio curioso y medio dubitativo, mientras saboreaba un café sobre el que había vertido demasiada azúcar, preguntándose qué hacían los dos allí juntos compartiendo un idioma que a ambos les era ajeno. La tarde estaba comenzando a desfallecer y continuaron intercambiando frases, y entre las frases, las historias de sus vidas. Algunos proyectos realizados, algunos detalles de un pasado inmediato, como pinceladas imprecisas que resumen los días vividos, corrigiéndose el uno al otro, intentando mejorar y compartir definiciones aprendidas.

Más tarde bajo una lluvia grácil él se dirigió solo hacia la inauguración de una exposición de grabados a la que había sido invitado. Cuando llegó la sala estaba abarrotada, pero no había nadie conocido, lo que le permitió dedicarse a contemplar con tranquilidad obra tras obra. Al rato fueron llegando las caras conocidas y fueron mezclándose con las caras nuevas, así como las risas de todos, y tras compartir impresiones de cada obra, juntos abandonaron la exposición raptados por la sed, y en el único local que vieron abierto, junto a la estación del tren, saborearon unas cervezas y la noche fue envolviendo aquel día tan civilizado. El alcohol y el arte siempre mezclaron bien en las conversaciones.

De camino a casa, pasada la media noche, en la radio contaban las desgracias diarias: la falta de entendimiento entre gobernantes, la ganas de enfrentar ideas religiosas, de dividir estados, de buscar puntos de fuga en lugar de hallar los infinitos puntos en común que compartimos cada uno de nosotros, gritos de mujeres con sus hijos muertos en los brazos, atentados terroristas por las diferencias. Lo complicado que parece dar la mano y lo sencillo que resulta dar la espalda. El mundo -pensó- contiene demasiados idiomas que las personas no están dispuestas a compartir. Una lástima.


jueves, 6 de febrero de 2014

La flecha - José Emilio Pacheco

El pasado 26 de enero falleció el poeta José Emilio Pacheco, pero no me enteré hasta un par de días después. Aquel día en el que me enteré además no escribí en el blog, y las ganas de escribir algo sobre él se fueron poco a poco extinguiendo. Pero al finalizar el día, tumbado en la cama, consultando la prensa en el ipad mientras conciliaba el sueño, me crucé de nuevo con la amarga noticia y me volqué a leer algunos de sus poemas. En este blog colgué hace poco más de cuatro años un poema suyo. Ahora lo releo, tanto tiempo después y me parece que eleva su sentido más completamente. No sé, quizás son cosas mías.

Hoy quería recordar al poeta de la mejor manera posible, compartiendo uno de sus poemas. Espero les acierte.

La Flecha

No importa que la flecha no alcance el blanco
Mejor así
No capturar ninguna presa
No hacerle daño a nadie
pues lo importante
es el vuelo la trayectoria el impulso
el tramo de aire recorrido en su ascenso
la oscuridad que desaloja al clavarse
vibrante
en la extensión de la nada


miércoles, 5 de febrero de 2014

La aventura matinal

Aún no había sonado el despertador de mi señora -yo no uso- y desde la cama, bien abrigado, podía escuchar nítidamente el repiqueteo de las gotas de lluvia sobre la persiana del balcón del dormitorio. En unos pocos minutos me tendría que levantar, duchar, vestir, desayunar y bajar andando al centro, y desde mi cálida inmovilidad no paraba de darle vueltas al calzado que debería usar.

Todos los zapatos que tengo resbalan sobre un piso mojado. Cada vez que llueve y salgo a la calle caminando y tengo que bajar la larga cuesta hacia el centro, me juego el pellejo. Me ponga lo que me ponga en los pies, pero si además he de sostener un paraguas en una mano, mi equilibrio parece resentirse y el paseo se convierte en una auténtica aventura.

Antes de salir del portal ya pude advertir que el trayecto iba a ser duro. Hacía demasiado viento como para llevar el paraguas abierto, aún así lo intenté, pero enseguida tuve que desistir. La lluvia caía poderosa e inclinada, en el sentido de mi itinerario, desde delante hacia detrás, obligándome a cerrar los ojos. Introduje el auricular en el iphone y me puse el Adagio para cuerda de Albinoni (el día anterior lo había escuchado parcialmente en clases de inglés y me entraron ganas), aunque quizás debí haber puesto la famosa canción utilizada por Hitchcock en Psicosis. Se podía mascar la tragedia, pero la suerte estaba echada. Me imaginaba a mí mismo como esos saltadores de esquí que bajan veloces por una rampa de nieve antes de dar el gran salto. Yo no sé patinar pero bajé al centro como un primerizo con patines en una pista de hielo. Logré llegar entero al centro, aunque en un par de ocasiones me vi más como una sombrilla rota arrojada al suelo que como un bípedo normal. 

Temiendo estoy la próxima vez.

lunes, 3 de febrero de 2014

Mercado invernal del Málaga CF

Ya estamos en febrero y como todo los años durante el mes de enero los equipos de fútbol tienen su tiempo de mercadeo. Tiempo para deshacerse de unos jugadores y contratar otros, dependiendo del rendimiento que cada equipo haya alcanzado durante esta primera vuelta. El Málaga CF casi siempre ha pescado en el mercadeo invernal, señal de que hay cosas que o bien no se hicieron correctamente en su momento o bien los resultados no son como se esperaban. El caso es que por hache o por be el Málaga CF ha tenido que acudir al mercado de invierno una vez más para intentar solventar alguno de los problemas que tiene, algo que por otra parte es tremendamente complicado cuando no hay cash para invertir y además el principal déficit de la plantilla es la falta de gol. Lo más caro de conseguir.

El día 31 de enero se cerró el mercado de invierno y el Málaga realizó cuatro contrataciones, todas ellas ofensivas. Pero para que alguien entre en la plantilla primero se debieron producir salidas. En el Málaga salieron Roberto Chen, Fabrice y Bobley Anderson que han ido cedidos juntos al Zulte Waregem de la liga Belga.

El primer fichaje ha sido Pablo Pérez, un jugador argentino con pasaporte comunitario, 28 años, jugador diestro, con buen manejo del balón tanto en corto como en largo, creativo y no falto de olfato goleador. Procede de Newell’s Old Boys. Espero mucho de él. Por lo poco que le he visto -ya ha intervenido en tres partidos- es un jugador exquisito en el pase, con una visión bastante sencilla y práctica del juego. No es quizás un jugador rápido ni físico pero atiende, según mi opinión, a las necesidades del equipo. Este jugador debe aportar bastante en la faceta creativa del equipo. Puede que tape la progresión de Darder, que es un jugador que me gusta. Ya veremos. La temporada pasada en el Trofeo de Apertura argentino anotó 10 tantos, lo que es un gran número.

El segundo fichaje ha sido Amrabat, un jugador marroquí con pasaporte holandés de 26 años, versátil, que puede jugar en casi cualquier lugar del centro del campo por detrás del delantero siempre que sea con talante ofensivo. Es un jugador rápido, con un explosivo arranque y un buen toque con el balón. No es muy goleador, pero sí parece que pueda ayudar para abrir las defensas. Esta temporada ha disputado sólo 8 partidos con el Galatasaray -equipo del que procede- pero la temporada pasada disputó 40 partidos, aunque sólo marcó un gol. Sin embargo el Galatasaray consiguió el título turco. Procede de la cantera del PSV lo que casi garantiza una buena técnica con el balón. Ya ha jugado un partido con el Málaga, (Málaga 3 - Sevilla 2) y estuvo muy participativo y acertado. Esperemos que se aclimate rápido y pueda ser una figura importante en el equipo titular.

Ezequiel Rescaldani es el delantero finalmente elegido por el Málaga. Un joven argentino de 21 años, con pasaporte comunitario, zurdo, delantero clásico corpulento, aunque con buen manejo del balón y menos estático de lo que parece -según leo, pues no lo he visto jugar en toda mi vida-, dicen que va bien por arriba, lo que parece lógico pues mide más de 1'90. Llega desde Vélez Sarsfield cedido hasta final de temporada. Esperemos que se hinche a meter goles por el bien del equipo costasoleño.

Iakovenko es un ucraniano de 26 años, centrocampista diestro, que viene cedido de la Fiorentina, en la que sólo ha disputado 73 minutos en 3 partidos esta temporada (no vendrá en muy buena forma). Su mejor temporada según he leído fue la anterior en el Anderletch, donde disputó 25 partidos y metió 7 goles en la que el Anderletch ganó la Liga Belga. No espero que sea uno de los jugadores que tenga mucho peso en lo que resta de Liga. Ya veremos. Jugó contra el Málaga en Champions la temporada pasada y dice que quedó maravillado por el juego del equipo. No me extraña. Les dimos un buen repaso en los dos partidos.

sábado, 1 de febrero de 2014

Ganándose el pan

Esta mañana me acerqué al rastro de Fuengirola. Normalmente voy al rastro con la intención de estirar las piernas, respirar aire fresco y, si hay suerte, traerme lecturas para alimentar mis insaciables neuronas. No siempre encuentro libros que me interesen pero siempre vuelvo con aire fresco en los pulmones y algo de mi desgana paseada y distraída.

Hoy he tenido suerte y he comprado cinco libros, todos ediciones de bolsillo, y todos por tres euros en total. Una novela larga de Marguerite Yourcenar (Opus nigrum), una novela corta de Antonio Orejudo (Ventajas de viajar en tren), un libro de poesía de Miguel Hernández (El hombre y su poesía), un cuento de José Saramago (El cuento de la isla desconocida) y el último, un libro de Franz Kafka que aúna tres de sus cuentos o relatos (La metamorfosis -que ya he leído antes pero que quizás vuelva a leer-, La condena y Carta al padre).

Ya ven que leer, si no se es muy tiquismiquis, no es tan caro, a pesar de Wert. Otra cosa distinta es cuando sólo se pretenden leer novedades. En ese caso la solución está entre elegir euros o biblioteca. Depende del apetito de cada cual.

Pero lo que yo venía a contarles hoy es que estando en el rastro cada equis metros te encuentras a alguien intentando ganarse el pan con la música. Hay veces que ese alguien lo intenta haciendo versiones jazz con una guitarra o un acordeón, hay quienes se montan un espectáculo indio tocando en directo canciones que luego venden en su propio cd, o personas que acompañan con su voz una grabación instrumental. Cada cual se gana el pisto como puede. Los que a mí más me gustan son aquellos que a base de talento y poco más se buscan su propio rollo. No hace falta mucho, sólo lo básico: buenas maneras, muchas ganas, un buen toque y echarle rabia al asunto. Hoy me encontré con un hombre agarrando una guitarra, una armónica pegada a los labios y algo parecido a un cruce entre maracas y panderetas en las botas. Todo muy simple y natural, casi rústico.  Poco más.  Un par de amplificadores, una voz sintetizada, algo para refrescar los labios y cerrar los ojos y dejarse llevar.

Al pasar, mi hijo con sólo cinco años se detuvo con la boca abierta. Había visto actuar a dos o tres músicos en las rotondas anteriores pero sólo con éste se detuvo a escucharlo. Entonces me dijo que por qué no le dábamos una moneda. Se la di para que la acercara. Un euro. No estoy para mucho más, pero aplaudir, aplaudimos como los que más.

Aquí les cuelgo unos vídeos que grabé con el móvil. Perdonen la calidad pero es que tenía a un niño de cinco años todo el rato tirándome de la pierna.







Pd: Tengo reservada la etiqueta de Arte callejero para las pintadas adornando las tristes paredes de este mundo, pero no he podido obviarla para esta entrada. Esto es Arte callejero nunca mejor dicho.