martes, 4 de junio de 2013

Un infierno

El domingo pasado fui a la playa. ¡Qué trabajo me cuesta ir a la playa! ¡Cuánta pereza! ¡Cada día más! Lo peor de ir a la playa para mí no es el sustantivo sino el verbo. Quiero decir que no es la playa en sí, ni estar en la playa, si no la que hay que liar para llegar hasta allí. El tiempo que uno pierde en prepararlo todo. Especialmente el primer día.

Mi gran ventaja es que a mi señora le gusta mucho ir a la playa y ella prepara casi todo, la gran desventaja es que le gusta demasiado ir a la playa y está todo el día pensando en ir. Yo tan solamente de pensar la que hay que liar para ir, ya estoy cansado. Porque prepararse para ir a la playa y con dos niños es casi como prepararse para ir a la guerra. Yo que era de gafas de sol y toalla al hombro.

Buscar las chanclas, las toallas, los bañadores, meter en el maletero del coche las cuatro sillas de la playa, la sombrilla, las palas, rastrillos, cubos y largo etcétera de utensilios variados que llevan los niños a playa, además de ropas de recambio y gorras y batidos para la merienda, y antes preparar los bocadillos del almuerzo para todos. Y todo meterlo en la nevera. Y luego hay que aparcar, que es como una maldición. Y siempre teniendo en mente que mientras más lejos aparques más camino hay que cargar con todo.

Cuando uno por fin aparca y llega a la playa y encuentra esos cuatro metros cuadrados donde instalarse y clava la sombrilla y coloca la silla estratégicamente para pillar el máximo de sombra, cuando ha cuidado de colocar la nevera cerca, en lugar fresquito, y por fin se sienta, entonces, ha llegado el momento de bañarse y acercarse a la orilla y comprobar que el agua está congelada. Y luego dicen que el planeta se está calentando. Si no hay más que comprobar que el agua del mar cada día está más fría. ¡Cago'n to'!

Uno se lleva un libro a la playa con la esperanza de poder leer un rato, y al menos sacarle algo de zumito a esto de acudir en manada a la playa, pero resulta que con suerte quizás pueda uno leer tres páginas. Y hablo en el mejor de los días. De alguna endiablada manera todo parece conjurarse para que uno no pueda detener la vista en el libro.

Vale, sé que algunos pensaréis que no siempre es así, que hablo desde la perspectiva negativa de las cosas y que en realidad hay veces que se puede disfrutar y relajarse en la playa, sí, es cierto, pero yo sinceramente lo consigo poco, casi que debería decir que milagrosamente lo he conseguido. Pero aun así, lo peor de todo no es lo que les he contado ahora, no, lo peor sin duda llega después, cuando hay que volver a casa y recoger todo y deshacer todo lo recorrido, sólo que ahora todo está empanado de arena, niños incluidos. El coche parece un oasis de la cantidad de arena que lleva dentro y la caravana de vuelta, no sé por qué pero siempre parece más larga.

Ya ven que estoy emocionado de haber comenzado la temporada de playa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hermano, me he tenido que tomar dos valium después de leer lo maravilloso que es ir a la playa. Menos mal que mi santa es de terrazo, o por lo menos, la toca bien en poco. No te envidio!!!!!!