Me agradan estos días previos al verano, antes de que el sol se vuelva insoportable y devastador. En las terrazas las mujeres exponen sus piernas desnudas al tímido sol, los escotes comienzan a mostrar la tersa amplitud de su esplendor y las sonrisas y la viveza de las miradas traslucen el tiempo de descanso por llegar, tan esperado y merecido.
El primer café en una terraza o pasear por las calles al frescor de la mañana son una delicia. Las flores ofrecen su mejor puesta en escena, el flirteo de las aves rellenan y dan un ambiente cantarín a los silencios de la ciudad. Todo viene envuelto en un primaveral destello. El sol se filtra entre las nubes y el cielo ofrece un lienzo decorado de un ciano limpio tiznado de vetas blanco pastel. Una ensoñación imposible y real en un mismo instante. El milagro de la vida.
El sonrojo de las mejillas de las mujeres es más notable sobre la piel inmaculada, y el contraste con el carmín de rouge intenso aplicado en los labios es de una belleza cautivadora. Un auténtico canto sugestivo a la sensualidad.
Una suave brisa mece las páginas del libro que estoy leyendo y me despierta de mi ensoñación de ojos abiertos, me devuelve a la lectura arrancándome de la privilegiada vista de la primavera que poseo desde la terraza de una cafetería. La deliciosa y apetecible primavera se ha abierto ante mí, como una flor, ha desplegado su aroma enriquecedor sobre mi ser y ahora cierro las páginas del libro, pago la cuenta y me echo a volar.
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