Después de los días de asueto por las playas de Chiclana, regresé a casa y sin deshacer del todo la maleta la volví a cargar en el coche y me dirigí hacia Estepona, a disfrutar de tres jornadas junto con mi señora. Sin niños.
Estepona nos recibió con un viento constante pero suave y especialmente con un cielo entre rosáceo y asalmonado. Una alegría que llevarse a los ojos. El Mediterráneo a punto de bautizarse como océano reflejaba cálidamente el sonrojo del cielo, y yo, en esta foto, desde la última balda de la gastada madera que dirigía a las hamacas, intenté retratar su timidez.
Este impulso natural de belleza esporádica me obligó cada atardecer a visitar el horizonte con la mirada. Desde la terraza de la habitación del hotel, apoyado en el blanco antepecho, contemplaba el fastuoso espectáculo que cada tarde nos ofrece el sol cuando se despide de nosotros. La vista de los dos continentes, la soñada África de noches desérticas y estrelladas y el costado de una Europa tan ajena al resto es una panorámica visión que no todos los días puedo admirar.
El resto de las jornadas las dediqué a perderme por las remozadas calles esteponeras, a descubrir sus plazas coquetas y sus floreados rincones, a disfrutar de sus inesperadas exposiciones de pintura y a curiosear por su mercado de abastos, así como a vivir el trajín matutino de las cafeterías, sentado en terrazas cautivado por el aroma del café recién hecho. Visité algunos poemas de Paul Verlaine en la biblioteca, e intenté sentir el placer sincero que Josep Pla obtenía de sus conversaciones con los lugareños. Descansé en bancos bajo frondosas sombras escuchando música o leyendo algunos cuentos de Cortázar, con sus particulares expresiones porteñas, y no quise desaprovechar la oportunidad de degustar algunas de las tapas típicas de la localidad. Por las tardes me entregué a reposar la siesta en la piscina del hotel. Las noches fueron frescas y dulces, al igual que los recuerdos que me traigo de mis días en Estepona. Como leerán ha sido una maravilla de tiempo bien aprovechado.
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