Una vez que el día anterior ya habíamos conocido San Sebastián, el resto de nuestra estancia en el País Vasco lo habíamos pensado dedicar a Bilbao y este primer día, como se preveía que iba a ser un día lluvioso, decidimos ir de museos, pero antes de nada había que tomar fuerzas y desayunar. Fuimos al mismo sitio del día anterior pero estaba cerrado ya que era festivo, pero en la calle de atrás encontramos otra cafetería abierta. Después de haber engrasado adecuadamente los motores nos dirigimos al museo quizás más famoso de Bilbao: el Museo Guggenheim, obra del famoso y reconocido arquitecto canadiense Frank Gehry.
Al salir del museo cruzamos desde la Alameda Recalde, donde estaba situada la cafetería, hacia la Iglesia de San José, pero justo en la esquina anterior nos detuvimos delante de la fachada estilo modernista de la Casa Montero, conocida en Bilbao como la Casa Gaudí, por la similitud con el peculiar estilo del arquitecto catalán. Al fondo de la calle Iparraguirre se veía la extraordinaria vista de Puppy, la gigantesca escultura floral en forma de perro. En Bilbao se suele decir que lo verdaderamente importante del Guggenheim es el perro, que el museo es su caseta. Rodeamos el Guggenheim antes de entrar porque todo indicaba que iba a llover y entonces sí que nos tendríamos que parapetar dentro del museo. Contemplamos las otras dos esculturas exteriores al museo: Mamá, una enorme araña de acero de diez metros de altura y El gran árbol y el ojo, un deslumbrante escultura de acero inoxidable, que parece un arroyo vertical de burbujas.
Comenzó a caer ese suave sirimiri tan habitual por allí y huimos hacia el interior del museo. El edificio es espectacular por fuera pero por dentro no lo es menos. Vale la pena entrar sólo por ver el edificio, porque lo que son las obras expuestas en el interior, pues qué quieren que les diga. Alguna me gustó, sí, pero la mayoría no merecen, en mi opinión, la pérdida de tiempo. Salimos del Guggenheim y en una típica tienda de artículos de regalos propios de la región compramos algunos regalos para los niños y los abuelos, y para no andar todo el día cargando con ellos, nos acercamos al hotel a soltarlos.
Salimos del hotel hacia la Plaza Vizcaya, donde se encuentra el Edificio de la Alhóndiga y el edificio con las oficinas del Gobierno Vasco, conocida como la Casa de Cristal, luego cruzamos por la Plaza Indautxu y desde allí nos adentramos a la Calle del Licenciado Poza, donde al fondo se podía ver el escudo del Athletic colocado en un lateral del Estadio de San Mamés. La calle está abarrotada de bares de pintxos, además de camisetas rojiblancas, pues esa misma noche se disputaba el partido de vuelta entre el Athletic de Bilbao y el Schalke 04 de Raúl en partido de cuartos de final de la UEFA. Aunque faltaba mucho para la hora del partido ya había un verdadero ambientazo y nos acogieron estupendamente, incluso nos echaron unas bufandas por encima y un peluche del león. ¡Qué bien lo pasamos!. Fuimos de local en local tomando pintxos hasta que no pudimos más.
Abandonamos aquellas calles tan concurridas y nos apartamos a lugares más tranquilos, menos ajetreados cruzando por la Plaza Campuzano hacia el Museo de Bellas Artes de Bilbao, que presentaba una magnífica exposición temporal de Anselmo Guinea que me encantó. Luego, en la exposición permanente disfrutamos de un buen número de cuadros maravillosos, de los que destacaré un retrato de Miguel de Unamuno realizado por Sorolla, un par de retratos de Raimundo Madrazo, algún que otro Zuloaga y un precioso paisaje nublado de Carlos de Haes. También admiré con gran agrado las esculturas de Quintín de la Torre repartidas por las diferentes salas. Un museo maravilloso y una visita muy recomendable.
Salimos del museo con ganas de sentarnos y junto al Parque de Doña Casilda vimos una cafetería pastelería, Cafetería Toledo, donde pedimos un café y un pastel de acompañamiento, yo, para ser consecuente con la semana, me pedí una torrija. ¡Muy rica! Giramos hacia la Gran Vía, cruzamos primero Moyúa, luego atravesamos Abando, el Puente del Arenal, dejando a la derecha el Teatro Arriaga, hasta llegar al casco antiguo, donde nos dejamos llevar por entre sus decoradas calles y atractivas tiendas de souvenirs.
Visitamos la Catedral de Santiago y nos situamos justo en frente para ver los distintos pasos de procesiones de la Semana Santa. Estuvimos en tan privilegiada situación hasta que nuestros pies pidieron descanso y nos dirigimos a la Plaza Nueva, donde por segunda noche visitamos un par de locales para saborear sus pinchos. Fuimos al Gure Toki, donde probamos por primera vez las guindillas fritas y después recaímos en Víctor Montes, donde volví a abusar del txangurro y es que por muy Semana Santa que fuese yo soy un pecador. Después volvimos al hotel donde por fin pudimos descansar y yo terminé de ver el emocionante partido del Athletic de Bilbao contra el Schalke 04.
1 comentario:
Veo que os ha dado tiempo a disfrutar de dos ciudades que a mí me encantan y ya he recorrido varias veces, como son Bilbao y san Sebastián. me alegro, se trata de conocer nuevos lugares, conocer nuevos hábitos, costumbres y descubrir que la geografía española es variada y rica.
Agur!
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