miércoles, 9 de julio de 2014

Marilyn Monroe 19

Me senté al filo de las diez de la noche en el sofá de casa dispuesto a ver un partido de fútbol de los grandes: Brasil contra Alemania en las semifinales de un Mundial, el de Brasil.

Quería que ganara Alemania, la verdad, porque no me hace mucha gracia eso de que gane un anfitrión su propio mundial, además, Brasil, por lo que llevaba visto durante el mundial, no estaba practicando, ni mucho menos, un juego vistoso, y su entrenador, Scolari, es uno de los personajes del mundial que más me desagrada. En cambio, en Alemania, jugaba Toni Kross, un jugador que supuestamente, según la rumorología, va a jugar la próxima temporada en el Real Madrid, y por lo tanto, si no pasa nada, podré contemplar en la Rosaleda cuando se enfrenten ambos equipos. De manera que tenía ganas de ver al exquisito centrocampista alemán, pero también a Muller, que es un jugador que me agrada, a pesar de que es bastante más piscinero de lo que yo desearía. También jugarían Khedira y Özil, y posiblemente Götze y el impronunciable Schweinsteiger y en el aire estaba si Klose podría batir el récord de Ronaldo, y precisamente contra la selección de éste.

Había múltiples alicientes para no perderme el partido y para posicionarme claramente de parte del equipo entrenado por Joachim Löw. Entrenador desde hace un tiempo también muy de mi agrado.

En el minuto 29 el equipo teutón aplastaba en el marcador a la selección canarinha por 0-5. El primer gol lo hizo en el minuto 11. Es fácil calcular. En dieciocho minutos Alemania le hizo cinco goles a Brasil. Toni Kross se llevó el MVP del partido y me ganó absolutamente como aficionado a su fútbol. Para mí ya es uno de esos escasos jugadores por los que merece la pena solamente sentarse a ver un partido.

Disfruté con el partido. Un contundente 1-7 al pitido final. Me maravillé con el juego alemán en la primera parte y me divertí con la segunda, con el empuje, la calidad y en general con la diversidad del juego alemán. Al terminar el partido me levanté con la seguridad de haber contemplado un partido histórico, de los que se quedan grabados en la memoria y de los que al finalizar obligan a los aplausos, y, si hubiese tenido en ese momento un sombrero hubiera actuado como Marilyn Monroe en esta foto y me lo hubiera quitado.


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