Las pintadas a gran escala suelen impresionar por su tamaño y también por las posibilidades que su amplia extensión proporcionan. Una pintada en una pared que ocupe todo un lado de un edificio, o de varias fachadas, ofrecen, evidentemente, más posibilidades de expresión que una puerta, por poner un ejemplo. Las posibilidades imaginativas de un graffitero pueden hacernos jugar, en ocasiones, con el entorno, hasta el punto de integrarse o incluso modificarlo y hacernos ver que se muestra más de lo que en realidad hay, y que lo que vemos es otra cosa distinta a la realidad original. Un buen trampantojo puede engañarnos hasta el punto de no saber identificar ni diferenciar lo real con lo imaginario. Lo pintado con lo auténtico. No sé si me explico.
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