Desperté unos pocos minutos antes de que sonara el despertador de mi santa. Mi hija, que también despertó pronto, vino hacia la cama y nos dio candorosamente los buenos días. Le di un beso mimosín e inauguré mi día con un buen bautizo de agua caliente en la ducha. Singin' in the rain. Me afeité, y al acabar, como en los anuncios de la tele, me di tres palmaditas en cada mejilla que me terminaron de espabilar. Me vestí en un salto y salí de casa bajando por las escaleras para comprar pan. ¡Qué gran placer el olor a pan recién hecho! Al regresar a casa el olor a café consagraba la cocina y el bollo que me zampé (ningún otro verbo se ajusta mejor a lo que representa) voló como un suspiro hacia mi interior.
Tuve que rascar esforzadamente de la cama para desencajar al pequeñajo de la casa, casi empujarle en el pecho para que se tomase el Colacao con la pajita y moverle la mandíbula para que masticara, para después lavarle la cara, vestirlo y peinarlo y dejarlo listo para un día de emociones (los días de un niño de cinco años siempre están abarrotados de emociones). Con todo listo, me despedí de todos -besos incluidos- y fui dirección a la mina.
Camino abajo, rolling down the road, cada pocos pasos me entraron ganas de dar pequeños saltos, algo así como cuando Fred Astaire comenzaba a bailar, algo parecido -supongo- sólo que a lo garrulo, evidentemente. Entonces me di cuenta, caminaba con una sonrisa de oreja a oreja, las manos en los bolsillos y el caminar ligero. ¿Qué me estaría pasando? Pasé junto a una farola y sentí ganas de apoyar un pie en la base y girar alrededor de ella agarrado con una mano. Deseé llevar chaqueta con solapa para ajustarme una de las margaritas junto a las que pasé por el camino, pero no. ¿Qué será lo que me pasa esta mañana que tan desplegadamente alegre me siento? Sí, un nuevo día, vale, estoy de acuerdo, un tesoro, una dicha, pero qué estaba desinflando mi persistente sobriedad de tal manera que ahora parecía que tuviera la sensación de estar en el centro del espíritu del buen rollo. Ya que no me había tocado la lotería, qué fuera aquello que me ocurría... ¿será la primavera?
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