Ayer estuve en el estadio de La Rosaleda presenciando el partido de fútbol entre el Málaga CF y el RCD Español (ahora más conocido como Espanyol, pero que para mí siempre será como lo conocí en mi juventud, cuando coleccionaba álbumes de estampas de futbolistas y jugaba a las chapas). El Málaga perdió 1-2 y cedió los tres puntos ante el equipo catalán. Como suele ocurrir últimamente, según la amplia mayoría que completa la grada, el árbitro tuvo la culpa (yo también añadiría a los jueces de línea).
Durante unos minutos todo el estadio gritaba insultando al colegiado. En los vomitorios del estadio no se hablaba de otra cosa que de la supuestamente dirigida ceguera del colegio arbitral, de la parcialidad de la Federación y de lo sistemáticamente perjudicados que salimos por sus decisiones. No soy de los que creen que existe una campaña orquestada contra el Málaga, la verdad, pero sí creo que en la balanza final de la temporada, cada año, uno tras otro, nos escamotean unos cuantos puntos. Sólo espero que no nos hagan falta al final de ésta.
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