La música es uno de los principales motores de mi vida. Puedo pasar horas y horas escuchando música sin cansarme y siempre me parece un mal momento para pulsar el botón de stop. Es como mi gran amiga de juventud. Ha estado siempre a mi lado, en los buenos y en los peores momentos, y aún está ahí cada vez que acudo a ella, y tengo la certeza de que seguirá ofreciéndome sus anchas espaldas para acompañarme en el largo camino hasta el final. He pasado tanto tiempo acompañado de música que me parece absurdo, casi irreal, imaginar una vida sin música.
Las canciones que he escuchado han ido señalando distintos momentos de mi vida, son algo así como un álbum de fotos de mi vida. Muchas de las canciones me traen recuerdos de mi juventud (¡oh, reino!), de viajes, de tardes con los amigos alrededor de un café, de las primeras lágrimas de amor. No existe casi ningún acontecimiento importante en mi vida que no tenga acompañamiento musical. Y esto me ocurre -supongo- porque escucho música a todas horas y porque -como dice mi mujer- soy muy obsesivo con lo que escucho. Cuando una canción me gusta, la repito hasta la saciedad, o mejor, hasta que otra la sustituya. Esta canción que les pongo hoy lleva inundándome los oídos últimamente.
Es una canción simple, sencilla, tierna, reposada, con una letra dulce y acaramelada. Un tierno beso para los oídos. Disfrútenla en esta versión acústica.
Es una canción simple, sencilla, tierna, reposada, con una letra dulce y acaramelada. Un tierno beso para los oídos. Disfrútenla en esta versión acústica.
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