Tres tiros, rotundos y atronadores. Así comenzó la obra de teatro de Los hijos de Kennedy. Tres tiros que fueron mucho más que el final de la vida de Kennedy. Provocaron el brusco inicio de la pérdida de la inocencia, la escisión total de las ilusiones y el radical y violento cambio de la sociedad americana. Se perdieron muchas más cosas que las palabras de Kennedy desde aquel día. Aquel asesinato quebró la dulce existencia de una sociedad entera y desde entonces las vidas de millones de personas quedó marcada con un amargo antes y después.

Tras los tres tiros que también finalizaron la representación, se oyó una atronadora ovación. Yo era parte de ella.
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