lunes, 27 de enero de 2014

Atardecer - Modest Urgell Inglada

Había quedado con un buen amigo para visitar la exposición temporal Courbet, Van Gogh, Monet, Leger. Del paisaje naturalista a las vanguardias, que se expone en estos días en el museo Carmen Thyssen de Málaga, y después, si nos sobraba tiempo, pues para charlar un rato y compartir unas cervezas.

En la primera sala de la exposición -para mí la mejor en conjunto- estaba colgado el cuadro Atardecer, un cuadro del pintor catalán Modest Urgell Inglada. Un pintor del que ya había tomado nota hace un tiempo cuando visité la exposición permanente del Thyssen de Málaga. Había tomado nota, sí, pero nada más, lo había olvidado por completo. Jamás rastreé ni curioseé por Internet en busca de nueva información que completase aquel primer aviso. No consulté ningún otro cuadro suyo, ni profundicé sobre su biografía, ni sobre ninguna de sus influencias ni tendencias. Nada.

Atardecer lo he sentido más que como un descubrimiento tardío y azaroso, como un tirón de orejas o una llamada de atención, casi como un lamento agradable o un regalo agridulce. ¿Cómo no ahondé en la obra de este artista antes? ¿cómo dejé escapar una obra tan cercana a mis gustos? ¿cómo es posible que desechase en su momento profundizar en la obra de este pintor? ¿qué clase de desganada desidia me hizo pasar por alto esta oportunidad?

Ahora, en esta segunda oportunidad (soy consciente de que no siempre tendré una segunda oportunidad), sí he curioseado sobre su obra por Internet, y tras la poca variedad que he encontrado sobre su obra en la red, casi puedo decir que este cuadro (Atardecer) es el que más me gusta de todos. Pero eso no quiere decir que el resto no me guste. Al contrario. La gran mayoría de los cuadros que he encontrado por Internet son maravillosos. Una auténtica obra de arte.

Atardecer es uno de los cuadros más evocativos que nunca he contemplado, es un llamamiento a la tranquila contemplación del horizonte, como una bella ensoñación suspendida en el atardecer de una mirada, una aterciopelada visión del descanso de una mujer recostada bajo la dulce estampa crepuscular del día. Una verdadera caricia para los sentidos. Compruébenlo ustedes mismos y hagan el favor de acudir con presteza al Carmen Thyssen.



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