Siempre he sido muy de navidades y siempre he disfrutado intensamente ese aire familiar y hogareño que se respira en estas fechas. Las fechas más familiares del año, donde las familias se desplazan, hacen miles de kilómetros para encontrarse, y las sonrisas y los abrazos imperan en las casas y el brillo de la navidad alumbra en los hogares. Por contra, la navidad es casi una maldición para aquellos que por las razones que sean quedan separados de sus familias, o simplemente no las tienen, y a buen seguro se sienten desplazados por la situación.
Yo el año pasado perdí el auténtico eje de las navidades de mi vida, mi madre, y sin ella la navidad ya no será lo mismo, y puede que nunca vuelva a serlo, pero aún, a pesar de todo, mantengo un recuerdo dulce de la navidad, o eso intento. Las navidades reunidos en nuestra casa, cuando venían mis abuelos, los regalos, las comidas que a todos nos gustaban, el tiempo de ocio juntos, la chimenea encendida... sí, verdaderamente la Navidad estaba escrita con mayúsculas en las fechas de mi vida. Ahora, además, están los niños, mis hijos y mis sobrinos, que dan un aire distinto y novedoso a todo. Su ilusión y sus ganas e inocencia brillan sobresaliendo por encima de todo, esperanzadoramente. Las navidades que me quedan se las entregaré a ellos y ojalá no vivan nunca una navidad tan triste como la que me tocó vivir a mí el año pasado. Bien pensado, esos son mis mejores deseos.
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