Las leyes no cayeron del cielo un buen día. Las leyes las redactaron las personas y las establecieron, para bien o para mal, para decidir los límites legales del comportamiento humano, para concebir una sociedad democrática y justa, y para evitar el libre albedrío. Sin embargo, las leyes han de ir adaptándose a la sociedad, han de ir modificándose para regular los nuevos ámbitos que puedan surgir, como por ejemplo el uso adecuado de Internet. Las leyes deben servir para normalizar y establecer unas condiciones
igualitarias para todos, sin excepciones de ningún tipo. Otorgar derechos
y establecer obligaciones, y deben ser generales y regir lo más
justamente posible la convivencia de la sociedad. Son fundamentales para todos.
Pero viene ocurriendo últimamente que las leyes no se modifican pensando en el bien de un sociedad, sino más bien en los intereses de los partidos políticos. Desde que tengo uso de razón, las leyes se modifican para
el uso y disfrute, o simplemente por capricho, de la fuerza política que esté al
mando. Los Decretos de Ley que regulan el matrimonio, o el aborto, o las
sucesivas leyes de educación, todas provocan un baile normativo cada
pocos años y, a mi parecer, con ello sólo se consigue dividir más a la sociedad, que debe ser exactamente lo contrario de lo que se pretende con la normalización de las leyes. Las leyes deben abrir sus brazos al común de la sociedad, y en ningún caso, ir en contra del sentir común de ella.
Por eso cuesta comprender que nuestros políticos, que tan predispuestos están para cambiar el curso de la sociedad con sus decretos ley, al mismo tiempo, sean tan reacios a la hora de igualar su jubilación con el resto de la sociedad, o por ejemplo, soliciten unas capacidades de idioma para cualquier oposición, así como por su puesto una titulación, y sin embargo, ellos pueden llegar a ser presidentes del gobierno, o ministros de exterior si entender "buenos días" en una lengua distinta de la suya. Una vergüenza.
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