domingo, 29 de diciembre de 2013

El arte visto por mis ojos

Siempre he creído que apreciar el arte, sentirlo de verdad, es una abierta manera de crecer como persona. Siempre lo he creído así, y así lo sigo creyendo. Comprender que las personas nos distinguimos de los animales en gran parte porque somos capaces de crear de la nada, de plasmar una idea, de expresarnos, de sentir y crear unas sensaciones propias, de evolucionar en nuestros pensamientos, opiniones y gustos, además de otras capacidades, es lo que principalmente marca la diferencia. Y lo escribo con la letra pequeña pues nada de lo anterior tengo claro que sea exclusivo de los humanos, de hecho estoy seguro que al menos algunos animales son capaces de sentir el arte, o es que nunca vieron a un animal amansarse con la música.

Hay una idea general equivocada alrededor del arte, que viene a ser algo así como que todo arte debe explicar o sugerir, o transmitir un mensaje concreto. De que debe llegar a todo el mundo. Ese es un error muy extendido. El arte, el arte con mayúsculas, posiblemente acaricie muchas y diversas fibras y sea tan directo que con una sola y única atención puede poner de acuerdo a un elevado número de personas. Es más directo, es como un bestseller de las obras de arte. Pero eso no quiere decir que sea mejor ni peor que las demás, sino que así es su cualidad, puede que simplemente tocara más puntos comunes que otras, o que acertó más con el gusto general del gran público.

Con la música ocurre muy a menudo que en general se piensa que lo que a uno le gusta es maravilloso y lo que no, es una porquería. O con el arte abstracto, tan desprestigiado por las mayorías, que si no se entiende parece que no vale la pena. El respeto del arte perdió hace mucho esa batalla.

Si le preguntas a una niña de siete años cuál es su color favorito, probablemente contestará que es el rosa, y el de un niño el azul. Probablemente la sociedad los ha llevado a adoptar esas inclinaciones, pero nadie cree -y mucho menos un niño- que los demás colores son horrendos. Luego, conforme las personas vamos creciendo y definiendo nuestro carácter, esa elección primaria puede cambiar, o evolucionar, y sin embargo nadie -o no mucha gente, creo yo- opina que su color es el mejor, y que el del resto es una equivocación. Es una decisión tan arbitraria que nadie pone en duda la elección de los demás.

Exactamente igual ocurre con el arte. Que a la mayoría le guste más la pintura impresionista que la suprematista, por poner un ejemplo, es sólo una elección sensorial, de gusto o agrado hacia un tipo de expresión artística, pero no tiene por qué significar que la otra posibilidad, cualquiera que sea, sea mejor o peor. Es simplemente que por la razón que sea nos gusta o atrae, o nos identificamos más con ese tipo de placer estético.

Parece evidente comprender que a aquel al que le gusta una más amplia gama de formas de arte, más posibilidades tendrá de ser imbuido por ella. Por eso creo que hay que tener los sentidos bien abiertos al arte, porque el arte, bien pensado, es una de las más directas y naturales formas de disfrutar de la vida.

No sé si la capacidad o habilidad para apreciar el arte es innata o aprendida, supongo que gozará un poco de las dos partes, pero sí creo que cuanto más arte he visitado y contemplado, más amplios son mis gustos y, consecuentemente, más salgo ganando.

Camille Pissarro - L'Hermitage near Pontoise (1867)

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