El fin de semana pasado le pedí a mi señora con mi mejor sonrisa que me hiciese una tortilla de patatas; por razones que no vienen al caso los días anteriores había estado babeando delante de una gran cantidad de tortillas de patatas, pero ella, que estaba muy liada limpiando la casa, me contestó que ya tenía planteada la comida de ese día y que no iba a ser posible porque no tenía tiempo.
Me llevé una gran decepción porque -aparte de que soy un gran aficionado a la tortilla de patatas, especialmente de aquella que lleva cebolla entre sus ingredientes- la tortilla de patatas de mi señora es, de todas las tortillas de patatas que he probado en mi vida, mi favorita. No lo digo por cumplir, lo digo en serio, una tortilla de patatas de mi señora en la cocina es la mayor de las tentaciones que puedo encontrar.
Tantas eran mis ganas de comer tortilla de patatas que decidí remangarme y ponerme manos a la obra. Decidí que había llegado el momento de cocinar mi primera tortilla de patatas, mi propia tortilla de patatas. Le pregunté si al menos podría asesorarme y a esa petición sí me dio el visto bueno, de manera que tres cuarto de hora más tarde hice esta foto:
No es por ponerme medallas pero me salió rica, rica, rica. Para chuparse los dedos.
3 comentarios:
Si que tiene buena pinta.
No sólo tenía buena pinta sino que además me salió buena. Lo escribe uno que se tomó casi la mitad él solo.
veo que te apuntas un nuevo logro en la cocina...genial... a mí no me quedan mal del todo pero también prefiero la de mi mujer... jejejeje
Un abrazo
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